4 - VIVEN PARA SIEMPRE

 

 

Hola sobrino, ¿cómo estás? ¿No estás en clase? No te esperaba... pero, ¡estás llorando! Ven, pasa y cuéntame lo que te sucede.

Ay, tía, tengo una pena muy grande.

Ven, dame un abrazo y luego me cuentas todo, no me gusta verte así.

Esta mañana llegué al liceo y el profesor de historia y geografía comenzó a pasar la lista de asistencia. Cuando nombraron a Jenny, otra compañera, Mercedes, rompió a llorar.

Ay, Dios.

Entre lágrimas, Mercedes le dijo al profesor que Jenny había fallecido la noche anterior. Mercedes era la mejor amiga de Jenny. El profesor, tan recto él, le tomó por sorpresa la noticia, se ruborizó, comenzó a pedir disculpas, que él no sabía, que lo lamentaba mucho, luego se levantó y salió del salón.

¿Adónde fue?

Fue a buscar al director del colegio quien llegó a los pocos minutos. Se veía afectado por la noticia, habló con nosotros unos instantes, en particular con Mercedes que no dejaba de llorar, luego nos dijo que nos retiráramos, que hoy no iba a haber clases en nuestro salón, también nos pidió que nos acercáramos a darle el pésame a los padres de Jenny.

¿Cuándo piensas ir?

En la tarde, tía, nosotros habíamos escuchado algo que Jenny estaba enferma pero no sabíamos que tenía cáncer, apenas tenía trece años, tía ¿cómo pudo ocurrir esto? tenía la misma edad que nosotros y ahora ya no está.

No lo sé, sobrino, se supone que los hijos sobrevivan a sus padres, pero no sé porqué sucede.

Y ahora ¿qué le vamos a decir a sus padres?

Nada. Lo mejor es no decir nada, el dolor de los padres es muy, muy grande. Ellos van a expresar todo el dolor con vosotros y ustedes no necesitan decir nada, la empatía y el compartir lo que ellos sienten será lo mejor en este momento; ustedes no saben cómo se sienten ellos pero los pueden acompañar en su dolor.

¿Y qué va a ser de sus padres ahora? Jenny era hija única. Sus padres la adoraban y ahora ella no va a estar nunca más con ellos.

El duelo es un proceso por etapas, ellos tienen que recorrer las diferentes etapas hasta llegar a la aceptación para poder seguir viviendo.

¿Y nosotros podemos ayudar en ese proceso?

Claro, sobrino, acompañando a sus padres cuando ellos lo permitan.

Varios de nosotros conocemos bien a sus padres. Jenny nos ayudaba con las matemáticas, ella se ofreció a darnos clases particulares para que pudiéramos pasar la materia.

Ya me ha dicho tu mamá que no eres muy bueno en matemáticas.

Jenny nos daba las clases en su casa al salir del liceo, nos invitaba a merendar. Su papá nos traía, en su camioneta, de regreso a la casa de cada uno para asegurarse que llegáramos bien.

¡Qué personas tan maravillosas!

Sí, tía, eso no lo podré olvidar nunca.

A medida que transcurre la vida, muchas veces queremos olvidar cosas, recordar otras, te voy a contar algo que tú no sabes.

Dime, tía.

Hace más de quince años, tú no habías nacido todavía, viví los momentos más dolorosos cuando tu abuelo tuvo una caída en la calle y estuvo en terapia intensiva.

Tú nunca me has contado esa historia.

Así es, pero hoy estás viviendo de cerca la muerte de una amiga, podrás entenderlo mejor y entender a los padres de Jenny.

Yo creo que sí, tía.

Cuando le ocurrió el accidente a tu abuelo, yo tuve que tomar la riendas de la situación durante el tiempo que estuvo hospitalizado en terapia intensiva y hacerme la fuerte delante de tu mamá para que no se derrumbara. Después de cuatro semanas y pese a todos los esfuerzos, tu abuelo falleció.

Ay, tía.

Después que todo pasó, ahí me derrumbé yo. Yo no me permití sentir dolor para evitárselo a tu mamá, yo tenía que sentir y vivir mi dolor y lo que hice fue demorarlo para que luego fuera más intenso.

Es muy fuerte lo que me cuentas.

Las siguientes semanas fueron de lágrimas de dolor, de negación de lo que había sucedido, muchas personas venían a la casa con su palabra de consuelo, de pésame, de solidaridad pero nada podía aliviarnos la pena a tu mamá y a mí, pero un día sucedió algo.

¿Qué pasó, tía?

Un día llegó un viejo amigo de tu abuelo, se disculpó por no haber venido antes pero se acababa de enterar de la noticia. Durante el tiempo que estuvo con nosotras, estuvo contando anécdotas de tu abuelo que, pese a nuestra tristeza, no pudimos evitar reír de las ocurrencias de tu abuelo, su generosidad, su sentido del humor, su don de gentes, que en un momento dado se me ocurrió pensar que él querría que lo recordáramos así y le evitáramos sentirse culpable por causarnos tanto dolor.

Lamento no haber conocido al abuelo, me vas a contar más cosas de él.

A partir de ese día, todo fue cambiando, cada vez que hacíamos algo en la casa, nos acordábamos de él, que si le gustaba tal comida, que si le agradaba tal programa de televisión y siempre terminábamos riendo... las lágrimas dieron paso a la risa.

Yo leí el epitafio de un actor muy famoso y decía que lo recordaran siempre con risas y que si lo iban a recordar con lágrimas, entonces no lo recordaran del todo.

Es verdad, los recuerdos son muy poderosos, hacen que las personas vuelvan a cobrar vida de nuevo.

Explícamelo mejor.

¿Recuerdas el viaje que hicimos hace seis meses a la Isla de Margarita? todos juntos, tu mamá, tu papá, tu tío, tu primo, tú y yo ¡cuánto nos divertimos en las playas, el parque de atracciones, los paseos por toda la isla.

Pienso en ellos y me parece estar de nuevo en la playa o en la montaña rusa, jajaja.

Pero todo eso ya no existe, ocurrió hace seis meses.

Tía, cuando lo recuerdo es como si estuviera ocurriendo ahora...

Es igual para los seres queridos, cuando los recuerdas, viven para siempre. Ningún ser querido puede morir si podemos recordarlo con alegría.

Sí, ahora lo veo con claridad, bueno, tía, me voy a ir, mis amigos me esperan para ir a la casa de los padres de Jenny y se me ocurre que les voy a decir a ellos que más adelante pueda ir contigo a visitarlos, para que ustedes puedan hablar.

Claro, sobrino, si a ellos les parece bien, con mucho gusto te acompañaré, no te vayas sin darme un abrazo.

Sí, tía, te quiero mucho.

Yo también te quiero mucho.

Elias Benzadon

 

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