UNA CORRIENTE DE TRANSFORMACIÓN PERMANENTE

 

 

El alma no puede enfermar, porque es lo que hay perfecto en ti, el alma evoluciona, aprende; en realidad,
buena parte de las enfermedades son todo lo contrario: son la resistencia del cuerpo emocional y mental al
alma. Cuando nuestra personalidad se resiste al designio del alma es cuando enfermamos.

La mayoría de las enfermedades del ser humano vienen del campo de conciencia emocional. Las
enfermedades muchas veces proceden de emociones no procesadas, no expresadas, reprimidas. El temor,
que es la ausencia de amor, es la gran enfermedad, el común denominador de buena parte de las
enfermedades que hoy tenemos. Cuando el temor se queda congelado afecta al riñón, a las glándulas
suprarrenales, a los huesos, a la energía vital, y puede convertirse en pánico.


La ira es santa, es sagrada, es una emoción positiva porque te lleva a la autoafirmación, a la búsqueda de
tu territorio, a defender lo que es tuyo, lo que es justo. Pero cuando la ira se vuelve irritabilidad, agresividad,
resentimiento, odio, se vuelve contra ti, y afecta al hígado, la digestión, el sistema inmunológico.

La alegría es la más bella de las emociones porque es la emoción de la inocencia, del corazón, y es la más
sanadora de todas, porque no es contraria a ninguna otra. Un poquito de tristeza con alegría escribe
poemas. La alegría con miedo nos lleva a contextualizar el miedo y a no darle tanta importancia. La alegría
suaviza todas las otras emociones porque nos permite procesarlas desde la inocencia. La alegría pone al
resto de las emociones en contacto con el corazón y les da un sentido ascendente. Las canaliza para que
lleguen al mundo de la mente.

La tristeza es un sentimiento que puede llevarte a la depresión cuando te envuelves en ella y no la
expresas, pero también puede ayudarte. La tristeza te lleva a contactar contigo mismo y a restaurar el
control interno. Todas las emociones negativas tienen su propio aspecto positivo, las hacemos negativas
cuando las reprimimos.

Es mejor aceptar esas emociones que consideramos negativas como parte de uno mismo, para
transformarlas, es decir, cuando se aceptan fluyen, y ya no se estancan, y se pueden transmutar. Tenemos
que canalizarlas para que lleguen desde el corazón hasta la cabeza.

Todo lo que existe es amor, por exceso o defecto. Constructivo o destructivo. Porque también existe el
amor que se aferra, el amor que sobreprotege, el amor tóxico, destructivo.

Somos creadores, así que yo creo que la mejor forma de prevenir la enfermedad es creando salud. Y si
creamos salud no tendremos ni que prevenir la enfermedad ni que atacarla, porque seremos salud. Y si
aparece la enfermedad tendremos que aceptarla porque somos humanos. Mucha gente muy valiosa
espiritualmente ha enfermado. Debemos explicarlo para aquellos que creen que enfermar es fracasar. El
fracaso y el éxito son dos maestros, pero nada más. Y cuando tú eres el aprendiz, tienes que aceptar e
incorporar la lección de la enfermedad en tu vida.

Cada vez más personas sufren ansiedad. La ansiedad es un sentimiento de vacío, que a veces se vuelve
un hueco en el estómago, una sensación de falta de aire. Es un vacío existencial que surge cuando
buscamos fuera en lugar de buscar dentro. Surge cuando buscamos en los acontecimientos externos,
cuando buscamos muletas, apoyos externos, cuando no tenemos la solidez de la búsqueda interior. Si no
aceptamos la soledad y no nos convertimos en nuestra propia compañía, vamos a experimentar ese vacío
y vamos a intentar llenarlo con cosas y posesiones. Pero como no se puede llenar con cosas, cada vez el
vacío aumenta.

La angustia no se puede pasar comiendo chocolate, o con más calorías, o buscando un príncipe azul
afuera. La angustia se pasa cuando entras en tu interior, te aceptas como eres y te reconcilias contigo
mismo. La angustia viene de que no somos lo que queremos ser, pero tampoco lo que somos, entonces
estamos en el «debería ser», y no somos ni lo uno ni lo otro.

El estrés es otro de los males de nuestra época. El estrés viene de la competitividad, de que quiero ser
perfecto, quiero ser mejor, de que quiero dar una nota que no es la mía, de que quiero imitar. Y realmente
sólo se puede competir cuando decides ser tu propia competencia, es decir, cuando quieres ser único,
original, auténtico, no una fotocopia de nadie. El estrés destructivo perjudica el sistema inmunológico. Pero
un buen estrés es una maravilla, porque te permite estar alerta y despierto en las crisis, y poder
aprovecharlas como una oportunidad para emerger a un nuevo nivel de conciencia.

Para sentirnos mejor con nosotros mismos recomiendo la soledad. Estar con uno mismo cada día es
maravilloso. Estar 20 minutos con uno mismo es el comienzo de la meditación; es tender un puente hacia
la verdadera salud; es acceder al altar interior, al ser interior.

Mi recomendación es que la gente ponga su despertador 20 minutos antes para no robarle tiempo a sus
ocupaciones. Si dedicas, no el tiempo que te sobra, sino esos primeros minutos de la mañana, cuando
estás fresco y descansado, a meditar, esa pausa te va a recargar, porque en la pausa habita el potencial del
alma.

La felicidad es la esencia de la vida. Es el sentido mismo de la vida, encarnamos para ser felices, no para
otra cosa. Pero la felicidad no es placer, es integridad. Cuando todos los sentidos se consagran al ser,
podemos ser felices. Somos felices cuando creemos en nosotros, cuando confiamos en nosotros, cuando
nos encomendamos transpersonalmente a un nivel que trasciende el pequeño yo o el pequeño ego.
Somos felices cuando tenemos un sentido que va más allá de la vida cotidiana, cuando no aplazamos la
vida, cuando no nos desplazamos a nosotros mismos, cuando estamos en paz y a salvo con la vida y con
nuestra conciencia.

Es importante vivir en el presente y para lograrlo dejamos ir el pasado y no hipotecamos la vida a las
expectativas de futuro cuando nos volcamos en el ser y no en el tener. Yo digo que la felicidad tiene que ver
con la realización, y ésta con la capacidad de habitar la realidad. Y vivir en realidad es salir del mundo de la
confusión.

Tenemos tres ilusiones enormes que nos confunden. Primero creemos que somos un cuerpo y no un alma,
cuando el cuerpo es el instrumento de la vida y se acaba con la muerte. Segundo, creemos que el sentido
de la vida es el placer; pero a más placer no hay más felicidad, sino más dependencia. Placer y felicidad no
es lo mismo. Hay que consagrar el placer a la vida y no la vida al placer. La tercera ilusión es el poder;
creemos tener el poder infinito de vivir.

Para vivir necesitamos el amor, tan traído y tan llevado, y tan calumniado, es una fuerza renovadora. El
amor es magnífico porque crea cohesión. En el amor todo está vivo, como un río que se renueva a sí
mismo. En el amor siempre uno puede renovarse, porque todo lo ordena. En el amor no hay usurpación, no
hay desplazamiento, no hay miedo, no hay resentimiento, porque cuando tú te ordenas porque vives el
amor, cada cosa ocupa su lugar, y entonces se restaura la armonía. Ahora, desde la perspectiva humana, lo
asimilamos con la debilidad, pero el amor no es débil. Nos debilita cuando entendemos que alguien a quien
amamos no nos ama.

Hay una gran confusión en nuestra cultura. Creemos que sufrimos por amor, que nuestras catástrofes son
por amor pero no es por amor, es por enamoramiento, que es una variedad del apego. Eso que llamamos
habitualmente «amor» es una droga. Igual que se depende de la cocaína, la marihuana o la morfina,
también se depende del enamoramiento. Es una muleta para apoyarse, en vez de llevar a alguien en mi
corazón para liberarlo y liberarme.

El verdadero amor tiene una esencia fundamental que es la libertad, y siempre conduce a la libertad. Pero a
veces nos sentimos atados a un amor. Si el amor conduce a la dependencia es «eros», que es un fósforo, y
cuando lo enciendes se te consume rápidamente, en dos minutos ya te quemas el dedo. Hay muchos
amores que son así, pura chispa. Aunque esa chispa puede servir para encender el leño del verdadero
amor. Cuando el leño está encendido produce el fuego. Ese es el amor impersonal, que produce luz y calor.

Para alcanzar el amor verdadero se requiere solamente la verdad. Confía en la verdad; no tienes que ser
como la princesa de los sueños del otro, no tienes que ser ni más ni menos de lo que eres. Tienes un
derecho sagrado, que es el derecho a equivocarte; tienes otro, que es el derecho a perdonar, porque el
error es tu maestro.

Ámate, sincérate y considérate. Si tú no te quieres, no vas a encontrar a nadie que te pueda querer. El amor
produce amor. Si te amas, vas a encontrar el amor. Si no, vacío. Pero nunca busques una migaja; eso es
indigno de ti. La clave entonces es amarse a sí mismo. Y al prójimo como a ti mismo. Si no te amas a ti, no
amas a Dios, ni a tu hijo, porque te estás apegando, estás condicionando al otro. Acéptate como eres; lo
que no aceptamos no lo podemos transformar, y la vida es
una corriente de transformación permanente.

Dr. Jorge Carvajal

 

Página Principal   Salud y felicidad