UN INSTRUMENTO DE ILUMINACIÓN

 

 
 
Pocas veces me enfado con los delegados de mis cursos; de hecho, me enorgullezco de mi capacidad para aprender de algunas de las situaciones más inusuales, algunas de las cuales otros consultores encontrarían irritantes. De todos modos, hay excepciones, y hay una notable que destaca en mis recuerdos.
 
 Estaba dando un curso en un centro de conferencias, una preciosa granja reconvertida con algunas edificaciones anexas. Cerca de la sala en la que impartíamos la formación había una piscina. Era un día muy caluroso y algunos de los delegados habían ido a nadar un rato en el descanso para comer.
 
Todos se habían secado y cambiado, con la excepción de una delegada que se sentó justo enfrente de mí envuelta en una toalla mojada y con sus pies descalzos puestos encima de la silla de al lado. Pensé que su manera de comportarse era grosera y de mala educación, pero no le di importancia.
 
Ese mismo día algo más tarde la misma delegada interrumpió una sesión que acababa de empezar rebuscando entre sus notas mientras yo hablaba. Pude sentir cómo empezaba a estar más tensa, pero esta vez tampoco dije nada. El día siguiente siguió actuando de una forma que causaba interrupciones en las sesiones, y parecía no darse cuenta del efecto que estaba teniendo.
 
Sin embargo, me di cuenta de que nadie más parecía preocuparse por esto. También me di cuenta de que cada vez que empezaba una sesión me tensaba anticipando lo que iba a hacer esa vez.
 
La gota que colmó el vaso fue cuando, justo después de haber empezado las sesiones de la tarde, se levantó y se fue andando hacia el extremo de la sala donde estaban servidos el té y el café, y después de hacer ruido con las tazas, se sirvió algo de té y volvió a sentarse.
 
En esos momentos yo ya había perdido por completo el hilo de lo que estaba diciendo. Al final de la sesión, me acerqué a una de mis colegas y le expresé mi frustración. ¡No fue un buen ejemplo de control de estados emocionales!
 
Mi colega parecía no estar tan molesta como yo y me preguntó qué era lo que me molestaba tanto de la conducta de esa delegada. Le expliqué que era su determinación y su completa falta de sensibilidad hacia los demás lo que encontraba de tan mala educación.
 
Ya estaba empezando a hacer una conexión a través de esta respuesta, pero fue la siguiente pregunta de mi colega la que la hizo por mí; y estas preguntas habían estado funcionando muy bien en los meses anteriores. Me preguntó cómo había reconocido que esta delegada era yo misma.
 
Mi reacción inicial fue de horror y negación. Por supuesto que no era así, ella no se parecía a mí en nada y yo no me parecía en nada a ella. Sin embargo, me quedé con la pregunta y al final me di cuenta. ¡Yo era exactamente como ella!
 
No era su conducta la que era como yo, sino el sentido que le daba a su conducta: la decisión y la falta de sensibilidad. Sé que yo misma tengo esos rasgos; los he ido trabajando a lo largo del tiempo y, aunque los muestro mucho menos de lo que solía hacerlo, siguen estando ahí.
 
Sue Knight
 
 
En presencia de ciertas personas, independientemente de lo que hagan o digan, hay algo en ellas que nos provoca una respuesta cargada de repulsión, críticas negativas, antagonismo o cólera. Muchas personas nos producen incomodidad, impaciencia, intolerancia o rechazo.
 
Se necesita a otro para conocerse a uno mismo. Sólo podemos reconocer en los demás las cualidades, buenas o malas, que tenemos nosotros mismos. Lo que percibimos en los demás es un reflejo de nosotros mismos y ésta por sí sola es una de las fuentes más poderosas de las que disponemos hoy en día para el aprendizaje personal.
 
Si comprendemos el concepto metafísico de que cada uno de nosotros creamos nuestra propia realidad, el mundo externo puede servirnos a modo de espejo gigantesco que refleja claramente lo que creemos acerca de nosotros mismos. Considerado de esta forma, el mundo externo puede enseñarnos aspectos de nosotros mismos que somos incapaces de ver directamente. Nuestras creencias internas se ven reflejadas al exterior y, de ese modo, si deseamos saber cómo nos sentimos y en qué creemos, miremos a nuestro alrededor para darnos cuenta de quienes somos y reconocer todo lo que aún tenemos que aprender.
 
El reflejo de uno mismo es un concepto empleado igualmente en Programación Neurolingüistica y la magia se encuentra en el significado que atribuimos a las situaciones que experimentamos. Es sobre el significado, y no sobre los acontecimientos, sobre lo que tenemos control.
 
Lo que reconocemos en los demás es un reflejo de las estructuras que tenemos dentro de nosotros mismos. El resultado es que lo que reconocemos o proyectamos en los demás es lo que es válido para nosotros mismos. Reconocemos en los demás aquellos rasgos de los que tenemos una representación dentro de nosotros mismos. Si no los tuviéramos, no podríamos reconocerlos.
 
A veces lo que despierta sentimientos negativos en nosotros hacia los demás es el reconocimiento de algún aspecto de nosotros mismos con el que estamos frustrados o enfadados. Muchos reflejos que se producen en nuestra vida muestran que nuestras creencias negativas más arraigadas se relacionan a menudo con nuestras más profundas emociones por lo que identificar estas creencias con sus consecuencias y realizar afirmaciones positivas puede ser muy útil.
 
La vida se convierte en una empresa creativa cuando la consideramos bajo esta perspectiva. Podemos aprender del reflejo que vemos de nosotros mismos. Podemos utilizar esta información para curar antiguas heridas emocionales y creencias arraigadas en nuestro ser más profundo, que nos mantienen estancados en los viejos modelos que nos limitan y frustran.
 
Al ser conscientes de esos viejos modelos de conducta y al liberarnos de ellos, automáticamente estamos creando en nuestra vida un medio más equilibrado que nos proporciona la armonía, la abundancia y la plenitud deseada.
 
Aquellas personas que se enfrenten por primera vez a este nuevo concepto de verse reflejados puede, que, al principio, vean en ese espejo algo que no les guste de ellos y, por lo tanto, se sientan culpables. Si es su caso, y esa es la reacción que ha tenido, recuerde que el Universo no nos ofrece un instrumento de iluminación para atacarnos a nosotros mismos.
 
La clave más importante para cambiar el mundo exterior es el entendimiento de cómo nos sentimos y el convencimiento de que eso se refleja hacia fuera. Una vez que podamos dar a luz a un proceso que ha permanecido en la oscuridad de la inconsciencia, ya no podrá gobernar nuestra vida sin nuestro consentimiento. Tendremos de nuevo el control de lo que suceda en nuestra vida.
 
Es importante asumir que todo lo que existe en su vida es un reflejo de sí mismo, su propia creación; cualquier hecho o suceso está relacionado con usted. Igualmente, evite menospreciarse por los reflejos que pueda ver; no hay nada negativo, cada reflejo es un regalo que trae a su vida más conciencia, después de todo, estamos aquí para aprender.
 
Enfóquese en un incidente particular de su vida que le esté preocupando y pregúntese a sí mismo de qué forma el asunto refleja lo que usted piensa de sí mismo. Una vez que descubra de qué forma un problema interno refleja la realidad de lo que está sucediendo, intente no culparse. En vez de eso, cuando se dé cuenta de que algo que estaba haciendo últimamente le causa nefastos resultados, pida al Universo que le ayude; puede decirle a su Poder Supremo que le muestre lo que necesita saber con respecto a ese algo o que le ayude a ser consciente y a sanar esa parte de su vida.
 
Veamos algunos ejemplos que ilustran cómo nos reflejamos en los demás:
 
 
Recuerda que de forma inevitable atraes hacia el círculo de tu vida a aquellas personas que estén en armonía con tus pensamientos dominantes, que tu mundo exterior es un reflejo de tu mundo interior y que puedes saber lo que está pasando dentro de ti con sólo fijarte en lo que está pasando a tu alrededor.
 
En cualquier momento dado, todos recibimos de los demás actores de nuestra vida las enseñanzas que necesitamos; por lo tanto, cambia tu modo de pensar y tu vida cambiará; cuando nosotros cambiamos, todo cambia a nuestro alrededor. Trate con amor, compasión, tolerancia y paciencia a todos los que le rodean, como lo haría con un niño deseoso de aprender; al hacerlo, lo estará haciendo con usted mismo.
 
Recopilado por Elias Benzadon
 
 
La razón por la cual los ríos y los mares reciben el homenaje de cien torrentes de la montaña es que se mantienen por debajo de ellos. Así son capaces de reinar sobre todos los torrentes de la montaña. De igual modo, el sabio que desea estar por encima de las personas, se coloca debajo de ellas, el que quiere estar delante de ellas, se coloca detrás. De tal manera, aunque su lugar sea por encima de las personas,
éstas no sienten su peso; aunque su lugar sea delante de ellas, no lo toman como un insulto.
 
Lao-Tsé
 
 
Emplea el lenguaje que quieras y nunca podrás expresar sino lo que eres.
 
Ralph Waldo Emerson
 
 
No hablaré mal de hombre alguno y de todos diré todo lo bueno que sepa.
 
Benjamin Franklin
 
 
Hay dos maneras de considerar el mundo. El mundo es un desastre. El mundo está bien como está. Podemos aceptar el mundo tal como es sin dejar de asumir nuestra parte de responsabilidad en el mejoramiento de las cosas.
 
Andrew Matthews
 
 
Cuando escucho a un hombre o una mujer expresar odio por alguna etnia, me pregunto qué es lo que hay en ellos que odian tanto.
 
Thomas Drier
 
 
Yo estuve acostumbrado a pensar que la impaciencia era simplemente una parte natural de la personalidad, pero, con el paso de los años, he llegado a la conclusión que la impaciencia habitual es signo de inmadurez.
 
Jaime Lopera Gutierrez
 
 
Todas las personas que conozco son superiores a mi en algún sentido. En ése sentido, aprendo de ellas.
 
Ralph Waldo Emerson
 
 
Lo que me desagrada o no puedo tolerar en otras personas es el rasgo de personalidad que aún no he podido zanjar en mi propia vida.
 
Gerald Jampolsky
 
 
Me he especializado en leyes de inmuebles desde hace más de veinte años. Estoy siguiendo mi propio camino espiritual y soy discípula de «Un Curso de Milagros». Aunque no siempre me es fácil, procuro aplicar principios espirituales tanto en mi trabajo como en mi vida personal. Uno de los que más me han servido es el de pensar que la otra persona está expresando amor o bien pidiendo ayuda. Cuando siento que me corre la adrenalina, pues me parece que alguien me ha atacado, trato de ver a esa persona de un modo diferente. Me recuerdo a mí misma que la persona que parece estar atacándome de hecho tiene miedo. Entonces rezo una breve oración y pido ayuda para perdonarla, con el deseo de crear un ámbito seguro para esa persona. Tras esto, percibo que la adrenalina me vuelve a bajar y empiezo a sentirme más en paz.  Encuentro que el proceso de perdonar es muy práctico porque me coloca en una situación neutral, tanto en el trabajo como en mi vida personal. Estoy aprendiendo que no son las otras personas las que me provocan angustia. Lo que me angustia son mis propios pensamientos y actitudes respecto de esas personas.
 
Susan Passovoy
 
 

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