Cuando yo
tenía nueve años de edad, me puse enfermo y me enviaron a un hospital
público de Nueva Jersey. Me parece increíble que yo haya estado allí por el
corto tiempo que estuve.
Solamente
fueron seis o siete meses, pero si yo fuera a seleccionar partes de mi vida,
esa sería el equivalente a diez años en comparación con otras cosas.
En ese
hospital me desarrollé enormemente. Los chicos pueden ser muy crueles; la
segunda o tercera noche que estuve allí en medio de un frío invierno, me
sacaron de la cama sin cobertor y me abandonaron lejos en el bosque y me
advirtieron que no los siguiera.
Después
aprendí a domar «la bestia» que vive dentro de los muchachos. Los chicos
nuevos que iban llegando también eran golpeados y echados fuera. Me imaginé
una forma para tratar con esos chicos que les brindara la satisfacción de
ser decentes.
Todos estaban
muy solos e inseguros, sin embargo, en esa época estos conceptos no eran
intelectuales. Yo aprendí mucho acerca de la guerra de pandillas y de la
facilidad con la cual los chicos pueden violentarse y cómo pueden ganar la
estimación recíproca en términos de la crueldad que pueden expresar.
En esa época
aprendí mucho de la enfermedad y de lo importante que es no sentir pánico.
Ese es el gran multiplicador de la enfermedad. Por muy severa que pueda ser
la enfermedad, se vuelve infernal cuando va acompañada del pánico y de la
aprehensión profunda.
Esas
experiencias en el hospital me enseñaron que el cuerpo humano es
sorprendentemente elástico. Hubo algunos chicos que no superaron esa
experiencia. A algunos los sacaron. Pero después de que yo pasé por eso, no
conocí nada que me asustara de nuevo.
Recordé estas
experiencias y me basé en ellas cuando a los treinta y nueve años me
diagnosticaron una «trombosis coronaria». De las palabras de los médicos
deduje que tenía dieciocho meses de vida si era muy prudente, dejaba mi
trabajo y abandonaba los deportes. Decidí no comentarlo con mi esposa Ellen.
Mis hijitas
corrieron a encontrarme para que las aventara para arriba; en ese momento
consideré dos caminos: uno era el camino donde yo podía aventar para arriba,
el otro camino era donde yo podía hacer lo que los médicos del seguro me
dijeron que hiciera y viviría dieciocho meses como un vegetal.
Aventé a las
niñas para arriba. Al día siguiente salí y jugué tres partidos individuales
de tenis.
Abandoné el
hospital y me registré en un hotel y vi películas de Groucho Marx y otras
comedias. La risa provocó que en mi cuerpo circularan las endorfinas que
eran tan necesarias para la recuperación de la enfermedad que padecía.
Fui muy
afortunado cuando salí de mi enfermedad siendo niño, fui afortunado por los
amigos que hice, fui afortunado por la mujer con quien me casé, fui
afortunado por mis hijos, fui afortunado por haber sido capaz de cambiar mi
profesión a los sesenta y tres años de edad. Existen muchas más personas que
son más merecedoras, más talentosas.
Siempre elegí
emociones positivas; ayudan a
combatir la enfermedad y sirven como un obstáculo eficaz en contra de la
enfermedad. El amor, la esperanza, la fe, el anhelo de vivir, la
creatividad, la alegría, la risa, la resolución, el propósito y la confianza
en sí mismo, ¡son poderes divinos!.
Norman Cousins
El miedo es el
mayor lastre que impide a la mayoría de las personas alcanzar sus sueños. Es
lo que ocurre cuando te sales de la zona de seguridad que conoces y entras
al borde de tus esperanzas, sueños y ambiciones.
Muchos elegimos
quedarnos atorados o caminamos por aguas inestables. Nos sentimos seguros
donde estamos. Nos convencemos de que lo que tenemos no es tan malo y
renunciamos a nuestros sueños.
¿Vives tu vida con
un pie en el freno –tu miedo- y el otro en el acelerador –tu sueño-? Con esa
combinación tiendes de neutralizar cualquier movimiento hacia delante. Si
quieres avanzar en la vida, debes soltar el freno.
El miedo puede
serte útil. En las mejores circunstancias, el miedo está allí para
prevenirte de que estás tomando un riesgo y debes estar preparado. Cuando
reconozcas que tienes miedo, ansiedad y estás al borde del abismo, trata de
hablar con tu miedo directamente:
-Te conozco, Miedo. Sé que estás aquí para
protegerme.
Estoy abierto a lo
que tengas que decirme que pueda prepararme, pero no te permitiré guiar mi
vida». Se trata de reconocer tu miedo. Cualquier cosa a la que te resistas
sólo aumentará de tamaño. Acepta tu miedo. Es parte de tu psicología y está
allí por una razón, pero no tiene por qué gobernarte.
Cualquiera que
tenga un sueño conoce el miedo. Parte de la exigencia de realizar tu sueño
es traspasar las fronteras de tu miedo. He descubierto que cualquier sueño
que valga me genera miedo y ansiedad. Entre más grande es mi miedo, más
excitante y, en última instancia, más importante para mi vida es el sueño.
Lynn
Robinson
Suma todos
los pensamientos atemorizantes que existen en la mente de la persona
promedio, míralos objetivamente y trata de decidir cuánto bien proporcionan.
Verás que todos los pensamientos de miedo, y no sólo unos cuantos, son
inútiles, no hacen bien. Cero. Interfieren con sueños, esperanzas, deseos y
progreso.
Richard Carlson
Ves, Momo, a
veces tienes ante ti una calle que te parece tan terriblemente larga que
nunca podrás terminar de barrer. Entonces te empiezas a dar prisa, más
prisa, sin cesar. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle sigue
igual de larga. Te esfuerzas más aún, empiezas a tener miedo, al final te
has quedado sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se
debe hacer. Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes?
Hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la
siguiente barrida. Entonces es divertido, eso es importante, porque de esta
forma se hace bien la tarea, y así ha de ser. De repente, paso a paso, se ha
barrido toda la calle. Uno se da cuenta de cómo ha sido, pero no se ha
quedado sin aliento. Eso es importante.
Michael Ende
Uno tiene que
ser santo y haber sanado para experimentar la guía divina. De hecho, tal
guía a menudo resultado del dolor y de los problemas. Cuando las cosas van
bien, no requerimos de guía. Los repentinos relámpagos de intuición y los
sueños que tenemos en nuestras horas más amargas son capaces, sin embargo,
de renovar nuestra vida, cambiar nuestro curso, y curar un espíritu
quebrantado.
Joan Borysenko
El copiloto de un avión le
dice al piloto:
-Bob, acabo de ver
encenderse y apagarse una luz roja en el botón de «Mal funcionamiento en los
mecanismos de aterrizaje».
-¿Ah, sí, y qué has hecho?
-preguntó el piloto con celeridad.
-¡Desenrosqué la bombilla!
Eric Butterworth
No podemos
escapar al miedo. Sólo podemos transformarlo en un compañero que nos
acompañe a todas nuestras emocionantes aventuras. Asume un riesgo cada día:
un paso pequeño o mayor que te haga sentir bien una vez que lo hayas hecho.
Susan Jeffers
La belleza es la
ausencia de dolor y la felicidad la ausencia de miedo. Un rostro con un
nivel de fluctuaciones asimétricas inferior al promedio, está diciendo que
su metabolismo funciona y que está marcado por la ausencia de dolor. Lo
mismo ocurre con el miedo que paraliza y corroe; la felicidad sólo puede
definirse como la ausencia de miedo.
Eduard Punset
Vencer el miedo
es el principio de la sabiduría.
Bertrand Russell
Puedes volver a
comenzar en cualquier momento que elijas, porque eso que llamamos fracaso no
es caerse sino quedarse abajo.
Mary Pickford
Sólo hay dos
emociones: amor, nuestra herencia natural, y miedo, una invención de nuestra
mente que es ilusoria. A cada instante elegimos entre ambos y nuestra
elección determina el tipo de día que tenemos y el modo como percibimos el
mundo.