NADA PUEDE TRAERTE LA PAZ SINO TÚ MISMO

 

 

 

  

 

No hay grande ni pequeño para el alma que lo hace todo. Donde ella llega, todas las cosas están, y llega a todas partes. Yo soy dueño de la esfera, de las siete estrellas y del año solar. De la mano de César y del cerebro de Platón, del corazón del Señor y del arte de Shakespeare. 

 

Hay una inteligencia común en todos los individuos humanos. Cada hombre es una entrada a esa inteligencia y a cuanto en ella existe. El que es admitido una vez al derecho de razón, se convierte en el dueño de toda la propiedad. En la confianza en sí mismo están comprendidas todas las virtudes.  

 

El temor nace siempre de la ignorancia. Debe mirarlo a los ojos y escudriñar su naturaleza, reconocer su origen, que no está muy atrás. Así encontrará en sí mismo una completa comprensión de la naturaleza y de la extensión de ese peligro, sabrá por donde tomarlo y en adelante podrá desafiarlo e imponerse a él.

 

El mundo es de quién puede ver a través de sus apariencias. La sordera, la completa ceguera, el gran error que observamos existen únicamente gracias a la tolerancia, a tu propia tolerancia. Si te das cuenta de que se trata de una mentira le habrás dado ya un golpe mortal.

 

En cada obra del genio reconocemos nuestros propios pensamientos rechazados; vuelven a nosotros con cierta majestad prestada.

 

 Hay un momento en la formación de todos los hombres en que llega a la convicción de que la envidia es ignorancia; y la imitación un suicidio. Que tiene que tomarse a sí mismo, bueno o malo, como parte propia. Que aunque el ancho mundo esté lleno de oro, no le llegará ni un gramo de trigo por otro conducto que no sea el del trabajo que dedique al trozo de terreno que le ha tocado en suerte cultivar. El poder que reside en él es nuevo en la naturaleza,  y nadie más que él sabe lo que puede hacer, ni lo sabe hasta que lo ha probado.

 

Quien aspire a ser hombre tiene que ser no conformista. Quien desee ganar las palmas inmortales no debe detenerse ante el nombre del bien, debe de explorar si en efecto es el verdadero bien.

 

Lo que tengo que hacer es lo que me concierne,no lo que la gente cree. Es muy difícil de seguir, por que siempre hallarás personas que creen saber cual es tu deber mejor que tú mismo. Es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo. Pero el hombre grande es aquél que en medio de muchedumbre conserva con perfecta dulzura la independencia de la soledad.

 

 El cuadro aguarda mi veredicto; no le corresponde darme órdenes; soy yo quien debe determinar su derecho al elogio

 

Vive ahora y absorbe pasado y futuro en la hora presente. Todas las cosas se hacen sagradas con relación a esto: tanto una como otra. El hombre es tímido y tiende a disculparse; no obra rectamente; no se atreve a decir: «pienso», «soy», sino que cita a algún sabio o santo. Se avergüenza ante la brizna de la hierba o ante la rosa que florece. Estas rosas que se hallan bajo mi ventana no hacen ninguna referencia a unas rosas anteriores o mejores; son lo que son; existen hoy con Dios. Para ellas no hay tiempo. Hay simplemente la rosa; es perfecta en cada momento de su existencia. El hombre pospone o recuerda; no vive en el presente, sino que volviendo los ojos, lamenta el pasado, o, desatento a las riquezas que le rodean, se empina sobre la punta de los pies para prever el futuro.

 

Sólo la vida importa, no el haber vivido. La fuerza cesa en el instante del reposo.

 

Prefiero la iglesia silenciosa antes de comenzar los oficios, mejor que cualquier sermón.

 

El poder que tienen los hombres para molestarme, se lo doy yo con una débil curiosidad. Nadie puede acercarse a mí sin la complicidad de un acto mío.

 

Lo que amamos, eso tenemos; pero con el deseo nos privamos del amor.

 

Tengo que ser yo mismo. No puedo quebrantarme más por ti. Si podéis amarme por lo que soy, seremos más felices

  

Somos soldados de parada. Huimos de la ruda batalla de la suerte, donde surge la fuerza.

 

 ¡Qué manera de orar se permiten los hombres! El que ora mira hacia fuera y pide algún bien extraño, que debe llegarle por medio de alguna virtud ajena, y se pierde en laberintos interminables de cosas naturales y sobrenaturales, medicaciones y milagros. La oración que pide un bien determinado -todo lo que no sea el bien completo- es viciosa. La oración es la contemplación de los hechos de la vida desde el punto de vista más elevado. Es el soliloquio de un alma contemplativa y jubilosa. Es el espíritu de Dios declarando buenas sus obras. Pero la oración como medio para realizar un fin privado es bajeza y robo. No supone unidad en la naturaleza y en la conciencia, sino dualismo. Desde el momento que el hombre se ha hecho uno con Dios, no pide. Entonces ve la oración en toda acción. La oración del labrador, al arrodillarse en su campo para limpiarlo de hierbas nocivas; la del remero, arrodillándose a golpe de remo, son verdaderas plegarias oídas por toda la naturaleza, aunque sea para fines de poca monta.

 

 Otro tipo de falsas plegarias son nuestras lamentaciones. El descontento es la falta de confianza en uno mismo; es la enfermedad de la voluntad. Lamentad las calamidades, si así podéis ayudar al doliente: si no, aplicaos a vuestro propio trabajo, y ya el mal empieza a ser reparado. Nuestra simpatía es tan baja como la anterior. Acudimos a los que lloran neciamente, nos sentamos a su lado y lloramos para acompañarlos en vez de infundirles la verdad y la salud con duros choques eléctricos, poniéndoles una vez más en comunicación con su propia razón. El secreto de la fortuna esta en la alegría de nuestras manos. El que se ayuda a sí mismo es siempre bienvenido para los dioses y para los hombres. Todas las puertas están abiertas para él; todas las bocas le saludan, todos los honores lo coronan, todos los ojos le siguen con deseo. Nuestro amor va hacia él y lo abraza, por que él no lo necesita.

 

 El alma no es un viajero; el hombre prudente permanece en casa y cuando sus necesidades, sus obligaciones, le sacan de ella o le llevan a suelo extranjero, sigue en casa todavía; y los hombres leen en la expresión de su semblante que va como misionero de la virtud y de la sabiduría, y visita ciudades y gentes como un soberano y no como un contrabandista o un criado.

 

En casa sueño que en Nápoles, en Roma, puedo embriagarme de belleza y expulsar mi tristeza. Hago mi baúl, abrazo a mis amigos, me embarco, y, al fin, despierto en Nápoles y surge ante mí el mismo hecho severo, el triste yo, implacable, idéntico, del que quise huir. Simulo una embriaguez de vistas y sugestiones, pero no estoy embriagado. Mi coloso va conmigo a todas partes.

 

 El alma creó las artes dondequiera que han florecido. Era en su propia mente donde el artista buscaba su modelo. Era una aplicación de su pensamiento a la cosa que había de ejecutarse y a las condiciones que debía cumplir.

 

Afirmad vuestra personalidad; no imitéis jamás. De la habilidad tomada de otro no tenéis sino una posesión extemporánea, una semiposesión. Lo que cada cual puede hacer mejor, nadie excepto su Hacedor, puede enseñárselo. Nadie sabe lo que eres, ni puede saberlo, hasta que lo hayas mostrado. No se hará nunca un Shakespeare mediante el estudio de Shakespeare.

 

No veo que el hombre sea fuerte y prevalezca, sino solamente cuando se desembaraza de todo auxilio ajeno y se mantiene solitario.

 

Una victoria política, un alza en los valores, la recuperación de tu salud, la vuelta de un amigo ausente o algún otro acontecimiento favorable, levantan tu ánimo y piensas que se preparan para ti buenos días. No lo creas. Nada puede traerte la paz sino tú mismo. Nada puede traerte la paz sino el triunfo de los principios.

 

Ralph Waldo Emerson

 

 

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