IRENE VILLA: AQUÍ EMPIEZA MI VIDA

 

 

Irene Villa González nació el 21 Noviembre 1978. De padres divorciados, es hija de Luis Alfonso Villa, de profesión taxista y de María Jesús González, funcionaria de una comisaría de policía.

Estuvo casada hasta 2018 con Juan Pablo Lauro y tiene tres hijos: Carlos Andrés, Pablo Gael y Eric Adriano.

Irene es psicóloga, escritora y periodista. Además, es conferenciante y coach además de su faceta de humanista y deportista de esquí adaptado.

El 17 Octubre 1991, cuando tenía 12 años, iba al colegio en el automóvil con su mamá cuando una bomba, colocada por un grupo terrorista y adosada al vehículo, hizo explosión justo antes de llegar al instituto.

Milagrosamente salvaron la vida aunque ocasionó que Irene perdiera las dos piernas y tres dedos de la mano izquierda. Su mamá perdió la pierna y el brazo derechos.

La mamá y la hija fueron llevadas a hospitales distintos. En el primer momento y al no saber nada de su hija, la mamá pensaba que había fallecido. El papá les pidió a los médicos que no operaran a su hija porque le habían dicho que ya no tenía ni manos, ni piernas y el rostro desfigurado: él prefería sufrir a que sufriera ella toda la vida y que pudiera ser libre en el cielo.

Cuando Irene se vio sin piernas, comenzó a gritar. Su papá vendió el taxi y se instaló en el hospital para cuidar a su hija durante los siete meses que duró la hospitalización diciéndole que él iba a ser sus piernas hasta que aprendiera a caminar y que de allí iban a salir andando.

Durante ese lapso, Irene le preguntaba a su papá quién la iba a querer en ese estado en que se encontraba. El papá procuraba cambiarle el foco diciéndole que cerrara los ojos y que imaginara que pudo haber quedado ciega o con lesión medular.

Las amigas de Irene, pertenecientes al instituto donde estudiaban juntas, la Comunidad Religiosa I.B.V María (Irlandesas), la visitaban en el hospital después de clases, le llevaban los apuntes y tareas y de esa manera no perdió el curso. A los tres meses de sufrir el brutal atentado, Irene volvió al colegio, asistiendo en las tardes.

El día del atentado se truncaron los sueños de una adolescente de doce años que aspiraba a ser capitán de su equipo de baloncesto, pero en lugar de derrumbarse, volvió a nacer con optimismo y sin reproches.

No es fácil para una adolescente aceptar una situación como la que estaba viviendo. La primera vez que se vio al espejo de la habitación de su casa al salir del hospital, se derrumbó, era imposible que esa fuera ella con su cuerpo por la mitad, porque es todo lo contrario al esquema corporal que ella tenía en su mente, era otra persona.

Ella entendió que hasta que no aceptase a esa persona del espejo, era imposible que pudiera aprender a vivir, a florecer y a dar fruto. No podría olvidar nunca esa imagen pero ésa era ella y por mucho que quiera no la va a cambiar. En su lucha hubo algo que marcó un antes y un después: el deporte.

Cuando la mamá pudo visitar a su hija en el hospital, le dio a Irene el consejo que le ha servido toda su vida:

-Hija, esto es lo que tenemos y con esto vamos a tener que vivir toda la vida. Tenemos dos opciones: vivir amargadas, sufriendo, maldiciendo a los terroristas, que por supuesto tienes todo el derecho del mundo por lo que nos ha pasado, o decidir que tu vida empieza hoy y que vas a luchar por tener una vida lo más parecida a  que tenías.

Irene, reaccionó en un instante y le dijo:

-Mamá, ¡he nacido sin piernas!

Es importante que cuando te sientes en lo más bajo de un pozo sin fondo, alguien crea en ti e Irene tuvo a unos padres que creían en ella. Irene siguió la filosofía de vida de su mamá que marcaría su existencia de allí en adelante:

-No tengo rencor porque tampoco me puedo parar a tener rencor, yo tengo que vivir la vida y ayudar a mi hija a vivirla y que mi hija me ayude a mí. Si yo tuviera rencor por dentro, no viviría, querría matar a la gente que ha hecho esto a mi hija, entonces ni viviría para mí ni para mi hija. Cuando la vida no es como te gusta, la tienes que cambiar. Como no la cambies tú, no la cambia nadie.

Cuando salió del hospital comenzó su periodo de rehabilitación fortaleciendo los miembros superiores que ahora serían sus piernas y aprendiendo a caminar con las prótesis.

Irene ha recibido durante su vida muchos reconocimientos y premios. Viajó fuera de su país por primera vez cuando el 04 Marzo 1992, en el Hotel Savoy de Londres, la Princesa Lady Di le entregó el Premio «Niña de Europa» a nombre de la Fundación «Rainbow House».

Este premio le fue otorgado por no perder la sonrisa aun en los momentos más duros, por su comportamiento extraordinario y ejemplar además de su enorme valor y coraje para superar su incapacidad.

Una vez finalizado el bachillerato siguió estudiando para llevar una vida normal, obtuvo apoyo social por la repercusión de su caso y recibió mucho ánimo. Hizo tres carreras.

Asimismo, fue sometida a varias operaciones, sufrió infecciones, siguió con la rehabilitación y la práctica de deporte como el esquí adaptado donde ha obtenido varios premios.

En Suecia descubrió que había una operación que podría ayudarla a caminar gracias a un implante de un tornillo. Allí, sobre una cama, su madre vio como Irene convulsionaba y cómo ni la morfina ni la epidural conseguían librarla de su dolor.

Durante su etapa en la universidad, pudo sentir las dificultades de accesibilidad para las personas discapacitadas y se volvió defensora de los derechos de los discapacitados de disponer de rampas y no tener que usar el área de montacargas.

En su faceta humanista, fue miembro fundador y formó parte de la «Fundación También» que impulsa el deporte adaptado y ocio para la inclusión de personas con discapacidad.

Irene crea la «Fundación Irene Villa» para apoyar especialmente a personas con alguna dificultad o riesgo de exclusión social así como ayudar a las personas a cumplir sus sueños a través de la formación, el empleo o la cooperación.

La fundación se inspira en que no existe la derrota si no te rindes, que la única discapacidad que puede frenarnos es la actitud negativa, que la generosidad es el único camino para alcanzar la felicidad y los sueños, y que nadie debe privarse de disfrutar el gran regalo que es vivir tenga o no una discapacidad o enfermedad.

Irene prepara a sus hijos a base de Inteligencia Emocional y mucha autoestima para que acepten las bromas de humor negro sobre su mamá como ella las ha aceptado desde pequeña.

En este sentido, ella hace chistes sobre sí misma al decir que «la ventaja de ser desmontable es que cabemos todos en la bañera».

Igualmente, les da herramientas para la vida cuando les dice:

-Hijo, te haré fuerte y seguro, pero debes tropezar para aprender, por eso voy a darte fortalezas humanas dándote mucho amor y mucha seguridad en ti mismo, pero no voy a quitar las piedras de tu camino porque cuantas más piedras encuentres y más pesadas sean, más grande y fuerte construirás tu castillo.

En la actualidad, Irene viaja por varios países dando conferencias, atendiendo su familia y su fundación, visitando a personas que han sufrido amputaciones mostrándole las que ella tiene y haciendo a ver a estas personas que se puede seguir adelante y que, si ella lo logró, otros también pueden.

Ha escrito varios libros como «Saber que se puede», «Nunca es demasiado tarde, princesa» o «Como el sol para las flores» que han inspirado a miles de personas a superar el dolor y seguir adelante.

Irene es ejemplo de fortaleza y superación, nos enseña a superar los reveses más duros pensando en positivo, resalta la importancia del perdón como forma de ir siempre hacia adelante y no detenerse en un doloroso pasado.

Ella valora su experiencia porque es una herramienta para ayudar a los demás y su vida demuestra la importancia de no sentirse nunca víctima.

Asimismo, nos muestra el valor de la Resiliencia o la capacidad de superar una gran tragedia y salir transformado en el proceso, así como la importancia de la Inteligencia Emocional para afrontar muchas situaciones de la vida.

Recopilado por Elias Benzadon

El amor es más común que el odio, pero el odio hace más ruido.

Soy consciente de que la mejor inversión y con más rápido y beneficioso retorno es ayudar a crear una sociedad educada en valores ya que sumar personas felices evita terribles consecuencias como las que algunos vivimos.

Queremos ayudar a formar personas socialmente responsables y emocionalmente fuertes, que contagien su entusiasmo y las ganas de vivir para mejorar las relaciones, cicatrizar heridas y contribuir a hacer un mundo mejor.

Para disfrutar de cada paso que damos hay que saber que se puede y la clave es dar: manos que no dais, ¿qué esperáis? Hay que dar amor y vivir con deseo, disciplina, resiliencia, respeto y responsabilidad. Y, todo ello, amenizarlo con una sonrisa, que reduce el estrés. Si tú sonríes, el mundo te sonríe.

La vida, aunque a veces sea demasiado dura o injusta, siempre, siempre, merece la pena vivirla y luchar por ser feliz y hacer feliz a los demás. La vida pasa tan rápido que el día que no estás alegre es un día perdido.

Soy una mujer ilusionada con la vida, con el presente y con el futuro, consciente de ver las caídas como parte del camino para levantarte y seguir alimentando tu autoestima ya que nunca dejamos de aprender.

Todos somos capaces de dar la vuelta a una tragedia, de afrontar un revés, y volver a empezar. Es un libro de nuevas oportunidades, sí, de empezar de cero si es preciso, hasta de resurgir de las cenizas.

De todo se sale y además tenemos la posibilidad, incluso la obligación moral, de ser positivos, primero para ser felices y segundo para tratar de transmitir esa felicidad a los demás.

Lo mejor es ir por la vida con una actitud positiva, valorarse a uno mismo tal y como es, y nunca decir «no puedo».

Yo prefiero haberlo pasado mal para poder haber tocado el corazón de tanta gente en el mundo y haber tenido una vida más profunda y vívida que no saliendo de mi barrio. Todo pasa por algo, y eso es para contagiar amor y alegría al mundo. Mi madre dice que yo tenía un mensaje especial que dar, pero que como no tenía un talento especial, por lo menos me ha tenido que pasar esto para poder contarlo.

Volví a nacer gracias al amor de los demás. No entiendo otra forma de vida que vivir volcado en los demás, ya que precisamente volví a nacer gracias al amor y la solidaridad de miles de personas.

Las cosas que deseas, hay que visualizarlas y atraerlas con pensamientos positivos, que son mil veces más potentes que los negativos y así, ¡se acaban cumpliendo!

No tenía piernas, pero tenía amor, optimismo y esperanza. Así es como empecé a caminar de nuevo.

Todo en la vida son lecciones. Cuando uno no puede cambiar la situación, debe cambiar uno mismo.

El fracaso enseña lo que el éxito oculta.

En lugar de mirar lo que te falta, mira lo que tienes.

Nunca hay que dejar de luchar porque nunca sabes cuándo va a llegar la recompensa.

No tengan miedo a la adversidad porque en la vida te tienes que caer, y lo importante no es caerte sino levantarte. En la vida hay muchos momentos en que fracasamos, se cae y vuelves al punto de partida.

La adversidad está ahí para que tú la afrontes y aparezca un nuevo «yo», más fuerte, más sabio que el anterior, con unas herramientas que no sabías ni que tenías pero que han tenido que salir para poder afrontar esa adversidad. No tengas miedo a la adversidad, no la esquives, afróntala, porque aparecerá un nuevo «tú» más fuerte.

Todo en la vida se entrena y las emociones también.

Lo que yo digo no es izquierdas o de derechas, es algo universal.

De la adversidad es de lo que más se aprende. Cuando el camino es fácil, lo transitamos con naturalidad, con normalidad, pero pocas lecciones dan cuando no te pasa nada y cuando todo está bien. La adversidad me ha enseñado a agarrar la vida con una fuerza y con unas ganas de vivir; me ha enseñado que la vida no se acaba si tú no quieres, me ha enseñado simplemente el hecho de estar vida. La clave está en ver más posibilidades que limitaciones.

Cuando ocurre la adversidad, uno sólo ve dificultad, el problema, nos cambia el foco. Enfócate en la respuesta, la solución, en lo bueno y en lo positivo que siempre por muy negativa que sea la realidad, por muy negro que veamos todo, siempre hay una luz al final del túnel y a veces no hay otra opción, uno no sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es tu única opción.

El amor ha sido siempre la clave de todo. De hecho, en aquel atentado cuando mi madre me dijo: «No tienes piernas, pero tienes amor», dije: «Aquí empieza mi vida».

Irene Villa

 

 

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