CADA QUIEN TIENE SU MONTAÑA

 

 

 

Intentamos subir esta montaña y cuando llegábamos a la falda, resulta que acaban de perder la vida dos personas. Muchos dijeron:

 

-¡No se puede, eso está muy difícil!

 

Uno de mis compañeros me comentó:

 

-¿Sabes qué?, no te traumes, a lo mejor ni yo la puedo subir.

 

Estaba como diciéndome: «Tú olvídalo, no tienes posibilidades». Sin embargo como parte de nuestro entrenamiento, no solamente consistía en subir y bajar, en cargar peso, en adaptar nuestro cuerpo al frío.

 

Como parte de nuestro fortalecimiento y aclimatación consiste en educar a nuestro cuerpo a seleccionar lo que te nutre, y te nutre lo que comes y sabes que hay alimentos muy ricos pero que no te sirven y son chatarra y hay otros que a lo mejor no se ven tan lindos pero que van a fortalecer tu sangre y por tanto te vas a adaptar antes, vas a poder subir más alto.

 

Pero no solamente nos nutre lo que comemos, nos nutre también lo que pensamos pero pocas veces tomamos conciencia del tipo de pensamientos que nos permitimos, que hay mucho pensamiento chatarra que nos dice: «No puedo, por ahí no», así como también hay pensamientos nutritivos.

 

Cuando mi compañero me dijo: «Tranquila, a lo mejor ni yo... no te traumes»... dije yo: «Chatarra... a mí dime como sí... que por aquí no se puede... dime por donde... que hoy no... cuando sí... dime por donde o dónde me investigo porque yo ya tengo clara mi meta y sé que está ahí».

 

Años después, cuando estaba a unos cuantos metros de alcanzar la cima del Everest, después de un intento fallido, veo que en la cumbre hay un compañero, una persona que por radio me habían dicho, hacía una hora, que estaba perdido, que se le vio llegar a la cima pero que no bajaba.

 

Cuando veo que este compañero argentino está en la cumbre, yo digo:

 

-¿Qué hace ahí? ¿Por qué se arriesga permaneciendo tanto tiempo en la cumbre sabiendo que a esa altitud la falta de oxígeno te autoconsume y te puede costar la vida?

 

Cuando me acerco, este compañero se levanta y me recibe con un abrazo. En ese momento me enseñó que de nada te sirve llegar muy alto si estás solo. El éxito que se comparte se multiplica.

 

Cada quien tiene su montaña, cada quien tiene su reto, yo los invito a que cuando alcancen la cumbre de su montaña, tengan con quien compartirlo.

 

Karla Wheelock, alpinista

 

 

Fue en 1968, en la Ciudad de México, los primeros juegos olímpicos en los que participé. Gané dos medallas de oro, una de plata y una de bronce, y me consideraron un perdedor. Fue el motivo por el que durante los cuatro años siguientes me concentré en ganar siete medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1972. Cada uno de vosotros tiene un sueño, tenéis que tener un sueño. Yo tuve un sueño: el misterio, la magia, la curiosidad y la inocencia. La idea de ser olímpico era mágica. No tenía ni idea de cómo conseguirlo. La curiosidad de la travesía que me llevaría hasta allí y la inocencia de no haberlo hecho nunca fueron las razones de mi éxito porque si alguien me hubiese dicho que tendría que trabajar durante doce años, recorrer cuarenta y dos mil kilómetros y madrugar y hacer esto y lo otro, creo que me habría rendido, habría sido demasiado. Realmente creo, de verdad pienso, que nuestro destino no es cuestión de suerte sino de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. No podemos esperar a que nos caiga del cielo sino que tenemos que salir a buscarlo y se consigue trabajando duro. La única razón de mi éxito fue tener claro que quería ser el número uno porque no soportaba la idea de perder y porque estaba comprometido con esa idea de que merecía la pena arriesgarse. Nunca es demasiado tarde para ser quien hubierais podido ser. Se consigue haciendo grandes cosas pero no sólo eso, es la suma de todas las partes. Y es importante entender que no siempre alcanzaréis el éxito.

 

Mark Spitz, nadador olímpico

 

 

En el mundo existen dos tipos de propósitos: por un lado, están los propósitos biológicos. A esos nos referimos cuando decimos que el propósito del corazón es bombear sangre por todo el cuerpo o que el propósito de los ojos es ver. Y sabemos de dónde vienen estos propósitos: vienen de la evolución, son producto de la selección natural. Entonces, ¿puede la vida tener un propósito biológico? Pues no. ¿Por qué no? Porque debe haber vida para que haya evolución, es decir, la evolución presupone la existencia de vida. ¿Y cuál es el otro tipo de propósito? Los denominados propósitos intencionales. Y a esos nos referimos cuando decimos que el propósito de un martillo es clavar clavos. Un propósito intencional es el propósito que le da el diseñador de una cosa a la cosa, lo que tiene en mente al diseñar la cosa. En otras palabras, el diseñador del martillo diseñó el martillo con el propósito de clavar clavos. ¿Puede la vida tener este tipo de propósito? Bueno, podría decirse que Dios creó la vida con un propósito en mente y que, por lo tanto, la vida tiene ese propósito que Dios tenía en mente. En cualquier caso, la existencia de Dios es irrelevante. Imaginemos, que Dios existe. Para crear vida, para ser un hacedor de vida, hay que actuar como agente. Y, para ser agente, tienes que estar vivo. Si queremos tener la idea de un Dios, si creemos en un dios, ese dios debe estar, en cierto modo, vivo. Pero si Dios es un dios vivo, entonces la vida precede al propósito, es decir, Dios debe estar presente, Dios debe vivir para poder crear algo. Así que, una vez más, el propósito no puede ser el resultado de las intenciones de Dios. Sea como fuere, el propósito de la vida es un concepto ininteligible. La vida no tiene un propósito. El hecho de estar vivo no tiene un propósito, pero todos podemos, si somos afortunados, tener una vida que tenga un propósito y un sentido

 

David Livingstone, filósofo de la Universidad de New England

 

 

¿Por qué existe un universo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Adónde vamos? La ciencia puede decirnos cómo conseguimos un universo, quizás debido a una fluctuación cuántica, pero no por qué. La evolución simplemente describe cómo la forma de vida A dio lugar a la forma de vida B. La evolución no sabe cómo se consigue una vida, y mucho menos por qué hay vida. Y, en cuanto a la tercera pregunta, a menos que uno sea especialmente dogmático, debemos reconocer que no sabemos  lo que hay después de la muerte. Si nos limitamos a los confines de la ciencia, nunca podremos responder a estas preguntas y permaneceremos en un estado de dogmatismo. Estoy apelando aquí a un espíritu de la curiosidad que esté abierto a la verdad trascendental, que dé respuesta a estas preguntas, no a un cristianismo de lápiz de colores, sino a un enfoque adulto de esas respuestas que explique por qué estamos aquí, que nos indique el propósito, el sentido, la profundidad de la vida. Sin ello, no es posible tener una vida humana

 

Dinesh D' Souza, escritor y analista político

 

 

Son muchas las preguntas científicas y no científicas que podemos plantearnos, pero yo no creo que las diferencias ante esas maravillas, esos misterios, otorguen a la vida ese sentido que algunos proclaman. En otras palabras, y para expresarlo con la máxima claridad posible, yo no necesito que exista un poder superior o una instancia superior o lo que sea superior. Yo no necesito que exista algo fuera del mundo natural de la ciencia,  no necesito ninguna de estas cosas en mi imaginación para que sea muy importante para mí hacer mi trabajo lo mejor posible, para ser un buen científico o para servir a los demás.

 

Robert Kurzban, profesor de Psicología en la Universidad de Pennsylania

 

 

Cuando un ser humano, ante la incertidumbre, ante la complejidad, en lugar de arrugarse, dice sí al desafío y, a pesar del miedo, a pesar de la oscuridad, cree que hay algo hermoso, que hay diamantes ahí, en algún lugar y que los va a encontrar, está demostrado que empiezan a activarse genes rápidos en menos de cuatro horas, aparecen nuevas conexiones neuronales, las espinas dendríticas empiezan a proliferar, neuronas conectan, comparten más información, nos volvemos seres más inteligentes, además de células madre localizadas en las cavidades cerebrales, los ventrículos, empiezan a emigrar a los hipocampos, centros esenciales para controlar el miedo, centros que segregan «dopamina», una hormona que te hace sentir confiado, aprendes deprisa, fenómeno llamado «neurogénesis», hay un aumento en el riego sanguíneo de la parte anterior del cerebro, del área prefrontal, piensas con más claridad, tomas mejores decisiones, eres más creativo porque ves más. Por eso es tan importante que salgamos de esa zona de confort, poquito a poco, ¿cuál es el paso más pequeño que me atrevo a dar? y entremos en la zona del coraje, en la zona del valor, porque es ahí cuando afloran nuestros talentos, cuando se despiertan energías dormidas, cuando descubrimos la grandeza que hay dentro de nosotros. Yo creo que nos da mucho miedo cambiar porque cuando cambiamos sabemos lo que perdemos, lo que no sabemos es lo que podemos ganar. Y somos bastante ignorantes en relación a nuestras verdaderas capacidades de recursos y posibilidades y cuando se alza la barrera del miedo, tendría también que alzarse ese caudal de energías dormidas de potencial oculto y muchas veces porque no nos conocemos lo suficientemente bien, eso no se alza. Las ideas son claves sobre todo cuando se convierten en ideales porque como ves tu futuro, determina como vives tu presente.

 

Mario Alonso Puig, médico y especialista en liderazgo y creatividad

 

 

 

Eduard Punset

 

 

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