BUSCABA MI PROPIA GLORIA

 

 

En el Templo Shaolin, Teh-Soong está rodeado de varios compañeros a los que se dirige para que se adhieran a la causa que él defiende.

-Te pido como hermano, quédate junto a mí. Lucha por la justicia. ¡Triunfaremos sobre los mandarines y el pueblo será libre! Escúchenme, óiganme, hermanos ¡Todos mis hermanos, escúchenme! ¡Esta es una causa sagrada! La victoria nos espera si permanecemos juntos. ¡Victoria! ¡Triunfo! Podemos prevalecer ¡Prevaleceremos! ¡Luchen conmigo! ¡Acepten esta causa sagrada!

Mientras uno de los compañeros le dice a Teh Soong que sus palabras son vanas, en lo alto observan el Maestro Kan y el joven Kwai Chang.

 

-¿Maestro?

-No me molestas. Ven. Habla.

-Por mucho tiempo he admirado a nuestro hermano Teh-Soong.

-Hay mucho que admirar en él.

-Me temo que se aparta de nosotros, de nuestra forma de vida.

-Está inspirado por una convicción profunda. ¿Harías que él negara esta verdad que siente tan profundamente?

-Pero si somos hermanos, ¿nuestras creencias no deberían ser una?

-Eso es lo que Teh-Soong desea fervientemente. A él le gustaría que negáramos nuestra verdad y aceptáramos la suya. ¿Quién tiene razón?

-No puede haber otro camino, excepto el camino del Tao.

-Eso creemos nosotros. ¿Entonces, qué? ¿Negamos que Teh-Soong sea nuestro hermano?

-Maestro, ¿en dónde radica la hermandad?

-Es muy importante preguntarse eso. Es muy importante considerarlo.

Más tarde, en el Templo, el Maestro Kan enciende una vela y Kwai Chang se acerca y le dice:

-¿Maestro? Teh-Soong está listo para marcharse.

-Déjalo entrar.

Teh-Soong entra, hace una reverencia ante el Maestro Kan, dispuesto a entregarle la ropa del Templo.

-¿No serás disuadido?

-Jamás. No desperdiciaré otro día entre estos muros.

-¿Desperdiciar?

-La gente es como esclava. ¿Se mueren de hambre y aun así los mandarines piden tributo para el emperador?

-Nosotros rezamos, meditamos…

-¡Nosotros no hacemos nada! ¿Cómo pueden seguir ciegos ante la miseria que hay?

-Yo la veo.

-Y no hace nada.

-¿Qué harás tú?

-Todo. Defenderé la causa del pueblo. ¡Los guiaré, hablaré por ellos, lucharé por ellos!

-Una tarea increíble. Estarás en nuestros pensamientos.

-Todo ha sido dicho.

-Te deseamos la vida.

Teh-Soong se aleja. Kwai Chang se acerca al Maestro Kan y le comenta:

-A él se le enseñó a ser uno con el Tao, a fluir. Ahora se para contra la corriente.

-Él cree que es la voluntad del destino.

-¿Podría ser cierto?

-¿Se le puede preguntar a cualquier hombre que sea más que un hombre?

Algún tiempo después, Teh-Soong regresa al Templo, está herido y se cae por las escaleras que llevan a la entrada, golpea la reja y Kwai Chang le abre.

Teh-Soong cae al piso y Kwai Chang le auxilia.

-Los soldados... no pudimos detenerlos a todos. Eran tantos.

Teh-Soong se desmaya. Acuden el Maestro Kan y dos discípulos.

-Báñenlo. Cúrenle las heridas. Llamen al Maestro Li Nu.

 

 

Los discípulos se llevan a Teh-Soong. Kwai Chang, alterado, le dice al Maestro Kan:

-Fue asaltado por soldados.

-Sí, lo supimos mientras comíamos. Él lideró una revuelta en un pueblo del norte. Ahora el pueblo está destruido y Teh-Soong está marcado para morir.

-¿Estará seguro aquí?

-Sí. ¿Pero estará feliz de quedarse?

Teh-Soong está ahora en el Templo. Kwai Chang sale de su aposento después de limpiar sus heridas y se encuentra con el Maestro Kan:

-¿Cómo está progresando Teh-Soong?

-Sus heridas se enfrían, su rabia no. Él habla en su contra, maestro.

-Lo sé. Lo ha hecho en mi cara.

-Le perdí todo el respeto.

-El Sabio dice: «El corazón sano de un hombre no está encerrado en sí mismo, sino que está abierto a los corazones de otras personas».

-Teh-Soong acepta su bondad y al mismo tiempo lo desafía.

-¿Preferirías que escondiera sus desafíos? ¿Hay honor en un engaño así?

-Entiendo sus pensamientos, maestro.

-¿Pero qué?

-Esta virtud en particular que encuentra en Teh-Soong, ¿no es muy limitante?

-Aun así existe. Y debemos reconocerla.

Teh-Soong está en el comedor con sus compañeros y continúa arengándolos con fuerza:

 

 

-¡Parásitos! ¡Sanguijuelas! ¿No tienen sentimientos? ¿No tienen pasión? ¡Váyanse de aquí! ¡Vengan conmigo! Podemos llevarle justicia a la gente.

Uno de los discípulos pregunta:

-¿Cómo?

-Liderándolos contra mandarines y soldados. ¡Los mataremos a todos!

-La violencia genera violencia, no justicia. Tú mismo acabas de ver eso, Teh-Soong.

-¡Mis creencias sólo fueron fortalecidas y mi furia afilada! ¿Vendrán?

Ante el silencio general, Teh-Soong levanta la mesa del comedor y la deja caer con fuerza, luego se aleja. Kwai Chang se siente triste.

Teh-Soong regresa posteriormente al Templo, está sentado en la oscuridad y el Maestro Kan se acerca y le pregunta:

-¿Eres tú, Teh-Soong?

-Soy yo, maestro.

-Regresas una vez más a nosotros. Vivo, sano. ¿Llevas los harapos de un mendigo?

-No pude encontrar un atuendo más bajo.

-¿Te alejaste de tu causa?

-Era falsa.

-Tú buscabas liberar las cargas de la gente.

-Mi preocupación sólo les trajo mayores sufrimientos. Fallé. Pues en su nombre, proclamando ruidosamente, buscaba mi propia gloria.

-Se ha dicho: «Sé absolutamente humilde y te aferrarás a la base de la paz. Sé uno con todas esas cosas vivientes que, al haber nacido y florecido regresan a la quietud de la que vinieron». ¿Te quedarás con nosotros?

-¿Me lo permitirá?

-Nuestros corazones están abiertos.

-Le ruego que me perdone maestro.

-Tienes mi amor.

-¿Y perdón?

-Si encuentras eso, debe venir de quien te condenó, Teh-Soong. Yo espero que sea generoso. Claro, ha habido suficiente destrucción.

Teh-Soong se reintegra al Templo y acude ante el Maestro Po.

 

-Renovemos las palabras del sabio: «El hombre en plena forma…»

-«Como el agua»

-«Sirve mientras sigue su camino…»

-«Como el agua»

-«Busca su propio nivel…»

-«El nivel común de la vida»

-«Hace lo que debe hacer…»

-«Pero no para mostrarlo»

-«Hace lo que debe hacer…»

-«Pero no para sí mismo»

Teh-Soong hace una reverencia al Maestro Po y al Maestro Kan.

-«Un hombre sano, que no se adelanta a sí mismo…»

-«Se convierte infinitamente en sí mismo»

-Sí.

El Maestro Kan enciende una vela, se la da a Teh-Soong quien la coloca junto a las otras encendidas y se aleja mientras Kwai Chang conversa con el Maestro Kan.

-Él es uno con nosotros de nuevo

-Y consigo mismo. Todo hombre tiene su sí y su no. De un momento a otro, siempre. Su sí y su no.

John Menken «Kung Fu»

 

 

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