UNA SEGUNDA ETAPA DE HUMILDE FELICIDAD

 
 
 


 

 

En la aldea de Faken, en los más recóndito de Friedland, vivía un panadero alto y delgado llamado Fouke, hombre recto, de barbilla y nariz largas y delgadas. Fouke era tan probo que parecía salpicar rectitud desde sus labios delgados a cualquiera que se le acercaba, por lo que la gente de Faken prefería mantenerse alejada de él.

 

La esposa de Fouke, Hilda, era pequeña y redonda, sus brazos eran redondos, su vientre era redondo, sus caderas eran redondas. Hilda no mantenía a raya a la gente con sus lecciones de honestidad; su suave redondez parecía invitarlos a acercarse a ella para compartir la calidez de su corazón abierto.

 

Hilda respetaba a su virtuoso esposo, y lo amaba también en la medida en la que él se lo permitía; pero su corazón anhelaba de él algo más que su valiosa rectitud.

 

Y ahí, en el lecho de su necesidad, yacía la semilla de su tristeza.

 

Una mañana, habiendo trabajado desde el amanecer, amasando su pasta para los hornos, Fouke llegó a casa y encontró a un extraño en su recámara, recostado sobre la cadera redonda de Hilda.

 

El adulterio de Hilda pronto se convirtió en la conversación de la taberna y en el escándalo de la congregación de Faken. Todo el mundo supuso que Fouke echaría a Hilda de su casa, ya que era tan recto. Pero sorprendió a todos al mantener a Hilda como su esposa, diciendo que la perdonaba como la Biblia decía que debía hacerlo.

 

Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, Fouke no podía perdonar a Hilda por haber manchado su nombre. Siempre que pensaba en ella, sus sentimientos eran de rabia y dureza; la despreciaba como si fuera una prostituta. La odiaba por haberlo traicionado, después de haber sido él un esposo tan bueno y tan fiel.

 

Fouke sólo fingió perdonar a Hilda para poder castigarla con el peso de su recta misericordia.

 

Pero la falsedad de Fouke no tiene un lugar en el cielo.

 

Así es que cada vez que Fouke sentía su odio secreto hacia Hilda, un ángel llegaba hasta él y dejaba caer una pequeña piedra, apenas del tamaño de un botón, en el corazón de Fouke.

 

Cada vez que una piedra caía, Fouke sentía un dolor tan agudo como el que sintió cuando encontró a Hilda alimentando su hambriento corazón en la despensa de un extraño.

 

Por lo tanto, la odió aún más; su odio le trajo dolor y su dolor lo hizo odiar.

 

Las piedrecillas se multiplicaron, y el corazón de Fouke creció por el peso; tan pesado se hizo que la parte superior de su cuerpo se dobló y, para poder ver hacia delante, fue necesario forzar el cuello. Abrumado por el dolor, Fouke empezó a desear estar muerto.

 

El ángel que dejó caer las piedras en su corazón llegó hasta Fouke una noche y le comunicó que su dolor sería curado.

 

Había un remedio, dijo, sólo uno, para la herida de un corazón lastimado. Fouke necesitaría el milagro de los ojos mágicos. Necesitaría ojos para ver hacia atrás, cuando se inició su dolor, para ver a Hilda no como la esposa que lo traicionó, sino como una mujer débil que lo necesitaba.

 

Sólo una nueva manera de ver las cosas a través de los ojos mágicos podría sanar el dolor que fluía de las heridas del pasado.

 

Fouke protestó.

 

-Nada puede cambiar el pasado, -dijo. Hilda es culpable, un hecho que ni siquiera un ángel puede cambiar.

 

-Sí, pobre hombre adolorido, tienes razón, -dijo el ángel. Tú no puedes cambiar el pasado, sólo puedes curar el dolor que te llega de él. Y sólo puedes sanarlo a través de la visión de los ojos mágicos.

 

-¿Y cómo puedo conseguir los ojos mágicos?, -se enfurruñó Fouke.

 

-Sólo pídelo con anhelo y te serán otorgados. Y cada vez que veas a Hilda a través de tus nuevos ojos, una piedra será removida de tu corazón lastimado.

 

Fouke no pudo hacer su petición inmediatamente, pues había aprendido a amar su odio. Pero el dolor de su corazón finalmente lo condujo a desear y pedir los ojos mágicos que el ángel había prometido. Así es que pidió. Y el ángel otorgó.

 

Pronto, Hilda comenzó a cambiar ante los ojos de Fouke maravillosa y misteriosamente. Él empezó a verla como una mujer necesitada que lo amaba, en lugar de la mujer vil que lo había traicionado.

 

El ángel cumplió su promesa: empezó a remover las piedrecillas del corazón de Fouke, una por una, por lo que se tardó bastante en remover todas. Fouke gradualmente sintió que su corazón se aligeraba, empezó a caminar erguido nuevamente, y, de alguna manera, su nariz y su barbilla dejaron de ser tan delgadas y agudas.

 

Invitó a Hilda a entrar en su corazón nuevamente, lo que ella hizo, y juntos empezaron un viaje hacia una segunda etapa de humilde felicidad.

 

Lewis Smedes.

 

Mi venganza personal será el derecho

de tus hijos a la escuela y a las flores.
Mi venganza personal será entregarte

este canto florecido sin temores.
Mi venganza personal será mostrarte
La bondad que hay en los ojos de mi pueblo.
Implacable en el combate siempre ha sido
Y el más firme y generoso en la victoria

Mi venganza personal será decirte
Buenos días, sin mendigos en las calles.
Cuando en vez de encarcelarte te proponga
Que te sacudas la tristeza de los ojos.
Cuando usted, aplicador de la tortura
Ya no puedas levantar ni la mirada
Mi venganza personal será mostrarte
Estas manos que una vez maltrataste
Sin lograr que abandonaran la ternura

Y es que el pueblo fue el que más te odió
Cuando el canto fue lenguaje de violencia.
Pero el pueblo hoy, bajo su piel
Rojinegro tiene erguido el corazón.

Luis Enrique Mejía Godoy «Mi venganza personal»

 

 

El médico no se molesta ante la intemperancia de un paciente enloquecido, ni toma personalmente las maldiciones del enfermo con fiebre. De la misma manera, el hombre sabio ha de tratar a la humanidad como el médico al paciente, y verla como enferma y extravagante.

 

Séneca

 

 

Son las circunstancias las que muestran qué son los hombres. Por eso, cuando se le presente una dificultad, piense que Dios es como un entrenador de luchadores que lo enfrenta con un tipo joven y rudo. ¿Por qué?, se pregunta. Para que sea campeón olímpico, y eso no se logra sin sudor. Ningún hombre ha enfrentado una dificultad tan productiva como usted, siempre que decida usarla como lo haría el atleta frente a su joven antagonista.

 

Epicteto

 

 

Aquello que es pasado y que no se puede evitar no se debe sufrir.

 

Big Elk, Jefe Maha

 

 

La bondad y la sensatez deben unirse siempre; errar es humano, perdonar divino.

 

Alexander Pope

 

 

De los siete pecados capitales, la ira es el más divertido. Lamerse las heridas, besar las aflicciones del pasado, paladear las amargas discusiones por venir, degustar los dolores inflingidos y recibidos, de alguna manera es banquete digno de reyes. La gran desventaja es que uno mismo se devora. Los huesos del banquete son los de uno.

 

Frederick Buechner

 

 

El hombre sabio se apresura a perdonar con presteza, pues conoce el verdadero valor del tiempo y no ha de morir con un dolor innecesario.

 

Samuel Johnson

 

 

Si estás acongojado por algo exterior, el dolor no se debe a ese algo sino a lo que de ello piensas. Por eso tienes el poder de acabarlo en cualquier instante.

 

Marco Antonio

 

 

Perdonar es la clave para actuar y ser libre.

 

Hannah Arendt

 

 

Aquel que no puede perdonar a otros destruye el mismo puente por el que debe cruzar, pues todo hombre tiene la necesidad de ser perdonado.

 

Lord Herbert

 

 

Una palabra nos libera del peso y del dolor de la vida: la palabra es amor.

 

Sófocles

 

 

Herir te hace menos que tu enemigo; la venganza te hace igual; el perdón te hace más.

 

Benjamin Franklin

 

 

Perdonar no significa excusar el comportamiento de quienes nos han herido. Perdonar es tomar la decisión de desprendernos del pasado para sanar el presente.

 

Fred Luskin

 

 

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