UN REGALO VITAL

 

 

 

Durante la guerra de Vietnam, el 8 de Noviembre de 1972, la aldea de Tran Bang en Vietnam del Sur, fue bombardeada. La familia de Kim Phuc intentó guarecerse en una pagoda cercana al escuchar el ruido de los aviones estadounidenses, pero el refugio no fue suficiente contra las bombas de Napalm que caían del cielo y todo estalló en llamas.

 

Kim Phuc corrió con sus hermanos y sus primos, y cuando se quiso dar cuenta había perdido la ropa, y su piel empezaba arder. El dolor era tan terrible que perdió el conocimiento.

 

Un corresponsal de la agencia de noticias «Associated Press», Nick Ut, hizo en ese momento la foto famosa y triste que recorrió el mundo. Allí estaba Kim de nueve años, desnuda y llorando en un grito, con gran parte de su cuerpo cubierto de quemaduras de tercer grado.

 

Nick Ut la recogió, la llevó al hospital y le salvó la vida. Permaneció hospitalizada catorce meses y sufrió diecisiete operaciones pero sobrevivió pese a haber sufrido quemaduras en el 65% de su cuerpo. Luego de años de ser utilizada como símbolo de la resistencia por su país, pidió asilo en Canadá. Sufrió dolor y pesadillas, todo eso fue generando en ella una carga de odio, ira, resentimiento.

 

Aunque su cuerpo quedó marcado para siempre con los estigmas visibles e invisibles del Napalm, ha perdonado a los que se los infligieron. En un acto conmemorativo organizado en 1996 por la «Fundación para la Memoria de los Veteranos de Vietnam» al que fue invitada dijo a los ex combatientes presentes que, si un día se encontrase cara a cara con el piloto que lanzó la bomba, le diría que ya que no se puede cambiar la historia, tratemos de hacer cuanto podamos por promover la paz.

 

Dicho y hecho, Kim Phuc tuvo el gesto de abrazar a John Plummer, uno de los asistentes al acto que intervino en la coordinación del bombardeo de Trang Bang, su aldea. Kim Phuc le perdonó públicamente entre sollozos, convirtiéndose en el símbolo mundial de la reconciliación indicando que el perdón es más poderoso que cualquier arma del mundo.

 

Kim dijo luego que la guerra hace que todos seamos víctimas. Ella, como niña, fue una víctima, pero John Plummer, que hacía su trabajo como soldado, también lo fue. Ella tiene dolores físicos, pero él tiene dolores emocionales, que son peores que los de ella.

 

Un año después fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad por la Unesco y creó la «Fundación Kim Phuc», que se dedica a ayudar a los niños víctimas de la guerra y la violencia en países como Timor, Rumanía o Afganistán, y a defender la educación como la mejor herramienta de futuro.

 

Denise Chong

 

 

 

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales, hay fuegos grandes, fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire con chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.

 

Eduardo Galeano

 

 

Muchas veces no perdonamos porque creemos que el perdón contribuye a la injusticia. Pensamos que aquellos que hicieron daño no merecen nuestro perdón y si perdonamos nos volverán a herir. El enojo por los daños y ofensas a veces no se ve mermado ni siquiera por el tiempo. Se puede estar enfurecido con los propios padres por sus errores durante la crianza, con quienes abusaron alguna vez de nuestra buena fe. Guardamos la herida en el alma como un tesoro filoso, la sacamos en el recuerdo de vez en cuando y la miramos absortos como si fuera un álbum de fotos, una joya de exposición. Y, en ese momento, proyectamos otra vez en nuestra mente la película triste del episodio imperdonable y revivimos todo. El enojo del pasado se alimenta con grandes bocados de presente. Eso es el rencor. Los beneficios del perdón, tanto los que protegen el cuerpo, como los que se alivian y «limpian» el alma, no se aplican sólo a los demás sino también a uno mismo, cuando a pesar de nuestros errores y culpas somos capaces de perdonarnos y dejar de sentirnos merecedores de un castigo. Perdonar no es olvidar ni permanecer en el error. Por el contrario, es empezar de nuevo, con la experiencia adquirida, sin los rencores «sobrevolando» y confundiendo las posibilidades del presente. Al igual que el amor, el perdón no es algo que se «entrega» a los demás, sino un regalo vital para nosotros mismos.

 

Agata Székely

 

Las aflicciones sin solucionar son como aviones que vuelan días y semanas sin parar ni aterrizar, congestionando recursos que se pueden necesitar en casos de emergencia. Los aviones del rencor se convierten en fuentes de estrés, y frecuentemente el resultado es un choque. Perdonar es la tranquilidad que se siente cuando aterrizan los aviones. El perdón no es aceptar la crueldad, olvidar que algo doloroso ha sucedido ni excusar el mal comportamiento. Tampoco implica la reconciliación con el ofensor. El perdón es para usted y no para quien lo ofendió. Se aprende a perdonar como se aprende a patear un balón. Las personas reservan su capacidad para molestarse pero la usan sabiamente. No desperdician su valiosa energía atrapados en furia y dolor por cosas sobre las que nada pueden hacer. Perdonando, reconocemos que nada se puede hacer por el pasado, pero permite liberarnos de él. Perdonar ayuda a bajar los aviones para hacerles los ajustes necesarios. El perdón sirve para descansar y no implica que el ofensor «se saldrá con la suya» ni aceptar algo injusto. Significa, en cambio, no sufrir eternamente por esa ofensa o agresión.

 

Fred Luskin

 

La resiliencia es la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e, incluso, transformado.

 

Edith Grotberg

 

La solidez y durabilidad de un recuerdo están relacionadas con las circunstancias emocionales en las que se lo ha adquirido.

 

Joaquim Fuster

 

La resiliencia es más que la aptitud de resistir a la destrucción preservando la integridad en circunstancias difíciles; es también la aptitud de reaccionar positivamente a pesar de las dificultades y la posibilidad de construir basándose en las fuerzas propias del ser humano. No es sólo sobrevivir a pesar de todo, sino que es tener la capacidad de usar la experiencia derivada de las situaciones adversas para proyectar el futuro.

 

Aurora Fiorentini

 

-¿Ha leído sobre la resiliencia, la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas?

-Sí, aunque no lo conocía de una manera técnica y tampoco de modo personal. Luego, me puse a leer y a entender que sobre esa teoría había muchos elementos que yo había desarrollado sin darme cuenta. Se trata de afrontar la adversidad con lo mejor que uno tiene de sí mismo: recordar los momentos positivos, las cosas buenas, intentar controlar la mente, controlar las emociones. Y bueno, uno se puede deprimir, se puede enfermar, pero no quedarse ahí, sino siempre tratar de guardar la esperanza. Siempre fui una mujer independiente pero digamos que logré una mayor confianza en mí misma y la capacidad de resolver problemas en situaciones críticas. Y eso es como un activo que tú tienes en tu haber, y me parece positivo. Para mí la vida es un don de Dios. Yo tenía una prueba muy fuerte pero me parecía que tenía que hacer el esfuerzo de sobrevivir. Me aferraba con mis pensamientos y mis sentimientos a mi familia y a las actividades que había dejado de hacer. Tanto, que me puse a pensar en cosas positivas: ¿qué quiero hacer el día que salga? y fue tan así, que cuando yo salí, ya tenía la agenda lista.

 

Clara Rojas, ex rehén

 

La resiliencia es un antidestino. Es un trabajo, no es fácil, pero es un espacio de libertad interior que hace posible que uno no se someta a su herida. Las personas que pueden sobreponerse a las tragedias o que logran salir de periodos difíciles de dolor emocional pueden dejar su papel de víctima y empezar una vida nueva. Algunas personas agobiadas por el desamparo en su infancia caen en la delincuencia o se convierten en agentes de maltrato, otras en cambio se recuperan, se vuelven personas de bien y son felices, fuertes, prósperas o exitosas. La resiliencia es la respuesta y para lograrla, el perdón es uno de los ingredientes requeridos. Superar un trauma depende, en parte, del apego y del tipo de relación afectiva que tenía la persona antes de vivir dicho episodio; depende de la estructura del trauma y, sobre todo, del apoyo familiar y cultural de la persona después del acontecimiento. Si contamos con estos tres factores, la posibilidad de resiliencia, o de recuperación es muy elevada. Pero si después del trauma no recibimos ayuda, la resiliencia disminuye. No podemos tener una memoria personal sin memoria colectiva. No se pueden tener recuerdos que reconstruyan nuestra identidad si no estamos rodeados de una familia y una cultura. Si estamos solos, tendremos un agujero en nuestra memoria y ese agujero corresponderá al momento en el que fuimos abandonados. Ahora sabemos que los recién nacidos que no reciben afecto no tiene ninguna oportunidad de desarrollarse, que el afecto juega un papel esencial en la inteligencia. Cuando comencé medicina, nos decían que sólo contaba la mentalidad científica y que había que eliminar las emociones. Ahora se ha descubierto que el afecto es la fuente biológica de la memoria.

 

Dr. Boris Cyrulnik

 

Sin perdón no podemos crecer ni fortalecernos con la adversidad. No lograremos tampoco ser resilientes. Algunas personas mantienen su dolor al rojo vivo para demostrar al mundo lo mal que han sido tratadas, sin querer darse cuenta de que se dañan ellas mismas al hacerlo. Al mundo no le interesa nuestro pasado sino lo que somos capaces de hacer y dar ahora. Cuando nos aferramos al dolor añejo, la autocompasión empaña nuestra capacidad de dar a los demás, y, asumiendo el papel de mártires nos sentamos a esperar que alguien mágicamente resuelva nuestra vida. El perdón nos ayuda a reconocer y admitir que somos frágiles y que no necesitamos ocultar la debilidad. Al hacernos conscientes de nuestros límites, evitaremos que la experiencia se repita.

 

Rosa Argentina Rivas Lacayo, psicoterapeuta

 

Aprender a perdonar puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón en individuos de edad media. Cuanto mayor es la capacidad de perdonar de las personas, menos problemas de salud coronaria manifiestan a lo largo de su vida; cuanto menor es la habilidad para disculpar, más frecuentes son los episodios de trastornos cardiovasculares. Pensar durante cinco minutos en algo que produce desazón, enfado o disgusto puede disminuir la variabilidad del ritmo cardíaco, una medida de la salud del sistema nervioso que señala cuán flexible es el estado del sistema cardiovascular. Para afrontar y responder en buenas condiciones el estrés, el corazón necesita flexibilidad. Esos cinco minutos de pensamiento negativo desaceleran la respuesta del sistema inmunitario o de defensas del organismo.

 

Forgiveness and Physical Health, Universidad de Winsconsin

 

Eran dos hermanos criados en el mismo hogar, cercanos entre ellos, pero muy distintos el uno del otro. Habían compartido la dura experiencia de crecer junto a un padre alcohólico, autoritario, irresponsable, el cual estuvo varias veces en la cárcel por querer vivir bajo su propia jurisdicción.

El hermano mayor se convirtió en alcohólico, dejó la escuela y se casó. Frecuentemente maltrataba a su familia, apenas trabajaba y en repetidas ocasiones tenía problemas con la policía.

Cuando en una ocasión le preguntaron por qué actuaba de esa manera, él contestó:

-Con un padre y una infancia como la que tuve, ¿cómo hubiera podido ser distinto?

El hermano menor, a pesar de los problemas y dificultades, nunca dejó de estudiar, se casó y se convirtió en un atento esposo y en un buen padre. Era también un empresario exitoso que aportaba mucho a su comunidad.

Un día, en una entrevista, le preguntaron a qué atribuía el éxito que en su vida había tenido, y respondió:

-Con un padre y una infancia así, ¿cómo hubiera podido ser distinto?

 

Jaime Lopera Gutiérrez

 

Es imposible ser libre cuando uno sigue atado al pasado, perdonar a los otros y sobre todo perdonarnos a nosotros mismos, sanar nuestras heridas y soltarnos de los momentos negativos pasados, es la única manera de liberarnos y liberar a los otros. El perdón es una oportunidad que cada uno de nosotros y la sociedad misma deben darse. Sin que esto afecte nuestros derechos de respeto a la justicia. Si alguien te ofendió ayer, no debes permitir que también te quite la tranquilidad y paz de hoy. Perdonar bajará también nuestros niveles de estrés y hostilidad y los riesgos de sufrir depresión y otras enfermedades. Permítete ser libre y asómate al sol de la vida, olvidémonos del pasado y aprendamos a perdonar ahora, para tener un futuro maravilloso pleno de Bienestar y Paz.

 

Maytte Sepúlveda

 

Incluso en nuestro sueño, el dolor que no podemos olvidar cae gota a gota sobre el corazón hasta que, en medio de nuestra desesperanza y contra nuestra voluntad, nos llega la sabiduría de Dios.

 

Esquilo

 

 

     Página principal   El perdón