LA PAZ EN MEDIO DEL SUFRIMIENTO

 

 
Buda
 

Un día, cuando caminaban por una región montañosa, Gautama Buda, ya mayor, bajo el sol de mediodía le dijo a su discípulo Ananda.

-Estoy sediento, Ananda. Cuando atravesamos las montañas, pasamos un arroyo, ¿puedes retroceder el camino y traerme un poco de agua?

Ananda, deshaciendo el camino, llegó al arroyo. Pero cuando llegó allí se dio cuenta que unas carretas acababan de atravesarlo embarrándolo todo. Las hojas muertas que antes yacían en el fondo ahora flotaban sobre el agua, ya no era bebible y por supuesto no podía llevársela a Buda.

Así que decidió regresar junto a Buda; además sabía que unas millas más allá del sitio donde habían parado corría un gran río de agua cristalina.

Buda, que era muy estricto, le dijo:

-Vuelve otra vez porque recuerdo que cuando pasamos esa agua era pura y cristalina.

Ananda protestó:

Entiéndelo, entre que llegamos aquí, pasaron unas carretas por el riachuelo y el agua ya no es bebible.

Lo sé, -dijo Buda- pero ve y siéntate a la orilla lleve el tiempo que lleve, ve y siéntate, no te metas en la corriente porque si te metes en ella la ensuciarás de nuevo, simplemente espera, observa y no hagas nada, esas hojas muertas desaparecerán, el barro se asentará; entonces llena mi cuenco y regresa.

Ananda fue al riachuelo de nuevo porque no podía desobedecer a Buda y allí se sentó esperando, y esperando vio que el barro y las hojas muertas se iban asentando despacito dejando el agua clara y pura tal cual es su naturaleza, llenó su cuento y de regreso entendió lo que Buda trataba de decirle:

«Ananda, no te metas en el río, no sigas la corriente de tu mente. Espera en la orilla y simplemente observa: la naturaleza verdadera de tu mente es esa claridad cristalina ensuciada por pensamientos y emociones pasajeros.

Serie Redes, Rtve

 

Buda es una palabra en sánscrito que tiene dos significados relacionados entre sí; uno es Verdad última o Mente y el otro hace referencia a aquél que despierta a la verdadera naturaleza de la existencia.
 
La persona conocida como Buda, un príncipe hindú que vino al mundo hace más de dos mil quinientos años, estaba destinada a ser el líder de un pequeño reino, pero en cambio él prefirió seguir un camino espiritual.
 
Se dice del príncipe Siddharta, nombre con el que se le conocía antes de su iluminación, que eligió la vida espiritual precisamente porque le afligía la pobreza, la enfermedad y el envejecimiento.
 
La India en esa época vivía bajo un rígido sistema de castas. Los que pertenecían a la casta inferior, los Intocables, sólo podían trabajar realizando aquellas tareas que los demás rechazaban: transportar los cadáveres hasta las piras funerarias, limpiar los desechos producidos por los humanos y las bestias, mantener apartadas las serpientes venenosas y otros animales peligrosos de los lugares donde vivían las demás personas, y cosas de este tipo.
 
A Siddharta, que pertenecía a la casta dirigente, la más privilegiada, le inquietaba profundamente la situación de los Intocables. No podía aceptar las enseñanzas religiosas convencionales: éstas predicaban que los Intocables habían nacido en el seno de esta casta como resultado de su vida anterior y que no podrían cambiar sus circunstancias hasta su próxima reencarnación.
 
Siddharta se dio cuenta de que todas las personas en este mundo, fuese cual fuese su rango o sus logros espirituales, estaban sujetas a la enfermedad, al dolor, a las pérdidas y a la muerte.
 
Este hecho generó profundos anhelos espirituales en el joven príncipe, ansiaba descubrir la causa o el origen del sufrimiento, para así poder hallar una cura para aliviarlo.
 
Tras seis años de austera y exigente práctica diaria del yoga, Siddharta se sintió débil y exhausto. En un momento de inspiración, descubrió lo que él llamaría el «camino del medio» de la práctica meditativa, un método que mejoraba la salud y la fortaleza física, y a la vez elevaba el grado de concentración y de conciencia.
 
A través de este método, Siddharta alcanzó finalmente un profundo reconocimiento de la naturaleza de la vida humana.
 
Esencialmente se puede decir que comprendió de qué forma generamos el sufrimiento y cómo podemos aliviarlo. También vio, de manera concreta y específica, la interrelación que existe entre todos los seres del mundo, que se hallan unidos por su mutua dependencia.
 
A partir de la comprensión clara de estas verdades, descubrió también que la vida humana puede ser una gran agonía o por el contrario una gran alegría y oportunidad. Para vivir una existencia llena de libertad, salud y alegría, debemos ser compasivos y tolerantes.
 
Y llegar a ser compasivo y tolerante, requiere afrontar individualmente el dolor y el sufrimiento, comprender su significado y despertar a la conciencia de la dependencia, de la interconexión de todos los seres.
 
Buda enseñó el método para desarrollar este proceso, y dejó tras él un amplio cuerpo de conocimientos y de sabiduría acuñada a partir de su propia experiencia.
 
El principio fundamental del budismo es que «la vida es sufrimiento», en el sentido de dukkha. Este término en sánscrito, que Buda utilizó para describir la condición esencial de la vida humana, se suele traducir por «sufrimiento», pero su sentido se acerca más a «insatisfacción» o «descontento».
 
Literalmente, significa rueda que no gira o que tiene su eje desencajado. Se refiere a aquellas reacciones internas o comentarios que para sí realiza una persona, y que surgen  partir de situaciones desagradables o dolorosas en frases como: «No me gusta esto», «¿Por qué me tiene que pasar a mí?» o «¿Por que seré tan tonto?», y que ocurren cuando las cosas no van como uno quisiera.
 
El concepto de dukkha es fricción y descontento, es la negatividad que nos desequilibra, que nos ata a nuestros deseos y quejas.
 
En cambio el dolor es universal y necesario para todos los seres humanos. El ciclo humano de nacer, crecer, envejecer y morir conlleva inevitablemente mucho dolor y pérdidas. Si se comprende realmente una experiencia dolorosa, entonces es posible despertar a una nueva forma de darle sentido.
 
Cuando dukkha -neurosis y sufrimiento- interfiere en el encuentro de un individuo con el dolor, y es inevitable que suceda así, entonces se detiene el curso de la evolución de esta persona.
 
A menudo se queda estancada en la autocompasión, la envidia y el resentimiento, que llevan a mayor sufrimiento, y que pueden incluso generar más dolor si actúa en base a esos sentimientos.
 
A lo largo de la existencia humana es de esperar sentirse incompleto y confuso, pero esos sentimientos se pueden aliviar y transformar. Muchas veces no nos damos cuenta de que nos falta algo hasta que experimentamos dolor o tristeza que nos hacen tomar conciencia de ello.
 
Algunas personas se dan cuenta pronto de lo incompleto de la vida, porque pasan por dificultades ya durante la infancia, en cambio otras lo descubren más tarde, a partir de enfermedades, pérdidas o traiciones posteriores.
 
Sea cual sea el momento en que veamos que no tenemos control absoluto sobre la existencia, que las cosas malas pasarán igualmente por muy buenos que intentemos ser o por muy bien que queramos planificar el futuro, nos veremos abocados a un estado evidente de dukkha, nos sentiremos incompletos, insatisfechos, confundidos.
 
El budismo nos enseña que gran parte de nuestro sufrimiento es consecuencia directa de nuestras propias creencias y actitudes, a menudo no reconocidas, que se reflejan en la forma de ver las cosas y de actuar.
 
 Polly Young-Eisendrath
 

La mayoría de nosotros ha creado numerosas formas de sentirse mal, y sólo conoce muy pocas formas de sentirse realmente bien. Nunca deja de asombrarme el extraordinario número de personas cuyas reglas las atan al dolor. Es como si dispusieran de una red muy amplia e intrincada de caminos neurales que conduce a ese mismo estado de ánimo que tanto tratan de evitar y, sin embargo, sólo tuvieran un puñado de caminos neurales que las conectaran al placer.

Anthony Robbins

 

Tenemos que sufrir en la vida, pero no en el sentido de sentir dolor, sino por el hecho de vivirla.

Peter Senge

 

La gente que considera la divinidad como a un poderoso protector, no madura nunca. Siguen siendo niños en lugar de llegar a ser como niños, y no recuperan su vida porque nunca la han perdido.

Carl Jung

 

Las cosas siempre están cambiando. Así es la vida. Sin embargo, es posible hallar el equilibrio en medio del cambio, y la paz en medio del sufrimiento.

Ronna Kabatznick

 

La compasión creemos que significa pena o sentirse culpable por la gente, mirar a la gente con benevolencia; proviene de una raíz latina y griega que significa experimentar las cosas con más profundidad, ponerse en el lugar del otro. La reglad e oro: mira dentro de tu propio corazón, descubre lo que te da dolor y luego niega bajo toda circunstancia ejercerle ese dolor a alguien más. Nunca trates a los otros como no quieras ser tratado tú mismo. En la tradición budista, la palabra compasión es traducida como «karuna». Esto implica una determinación absoluta y positiva de rescatar a toda la gente de su dolor.

Karen Armstrong, especialista en religión comparada

 

 

Una vez le preguntaron a un maestro zen del Lejano Oriente, que conservaba la paz y la serenidad fueran cuales fueren las presiones que afrontara:

-¿Cómo conserva usted esa serenidad y esa paz?

Él respondió:

-Nunca abandono mi lugar de meditación.

Meditaba por la mañana temprano y, durante el resto del día llevaba consigo la paz de esos momentos, en la mente y el corazón.

Stephen Covey

 

Sabiendo que  eres un hijo de Dios, resuélvete a permanecer siempre en calma, no importa cuáles sean las circunstancias que te rodean.  Si permites que tu mente se identifique completamente con tus labores externas, no podrás sentir la presencia divina en tu interior.  Pero si cultivas la calma y receptividad al Señor aún en medio de tus actividades, estarás trabajando en la forma correcta.  Cada vez que un enjambre de preocupaciones pretenda invadir tu mente, no te dejes perturbar por ellas sino que mantén la calma, mientras buscas la solución adecuada.  Destruye toda preocupación con el poderoso antídoto de tu paz.  La paz no puede ser comprada; debes aprender a cultivarla en tu interior, en la quietud de tus prácticas diarias de meditación.  Incluso cuando consideres que has alcanzado la más honda calma y recogimiento interno, sumérgete aún más en ellos. Es en las profundidades del silencio donde recibirás las respuestas de Dios a todos los problemas de tu vida.

Paramahansa Yogananda

 

 

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