LA ETERNA VOZ INMORTAL

 

 

 

 

No he nacido en un mundo muerto. Mis ojos nunca se han cansado de mirar lo que era digno de amar en este mundo visible, ni han encontrado un límite a su maravilla suprema. La eterna voz inmortal que resuena a través de las edades, extendiéndose sobre tierra, cielo y mar, ha encontrado plena respuesta en mi corazón.

 

Dejando el estrecho sendero de la diosa de la literatura, he salido a servir al Hombre Supremo, al Dios-Hombre, y a entregarle mis obras y ofrecerle mi renuncia. He venido al gran peregrinaje de la tierra, aquí en el corazón de todos los países, de todas las razas, de todas las historias, donde mora el Dios de la Humanidad.

 

Cuando tenía dieciocho años , una súbita brisa primaveral de experiencia religiosa llegó a mi vida por primera vez, y pasó, dejando en mi  memoria un mensaje directo de realidad espiritual.

 

Un día en el que contemplaba el amanecer y el sol enviaba sus rayos desde detrás de los árboles, de pronto sentí como si una antigua niebla se hubiera desvanecido delante de mi vista, y la luz matinal sobre el rostro del mundo me revelara su luminosidad interior.

 

La pantalla invisible de lo habitual desapareció de encima de todas las cosas y de todos los hombres, y su última significación se intensificó en mi mente.

 

Los fragmentos insignificantes perdieron su aislamiento individual y mi mente se reveló a la unidad de una visión. Estaba seguro de que un Ser me incluía, y mi mundo buscaba su expresión más adecuada en todas mis experiencias, uniéndolas en una individualidad amplia que era una obra de arte espiritual.

 

Ante este Ser  yo era responsable; porque la creación en mí era Suya tanto como mía.

 

Quizá se trataba de la misma Mente creadora que moldeaba el universo de acuerdo con su idea eterna, pero en mi interior, el de una persona, adquirió una relación personal que se hacía conciencia más profunda.

 

Me proporcionó gran alegría sentir en mi vida el misterio de una unión de los dos en una camaradería creadora. Sentí que, al fin, había encontrado mi religión, la religión del hombre, en la cual lo infinito se hacía claro dentro de la Humanidad y se me acercaba necesitado de mi amor y mi cooperación.

 

 

 

Para quien ama, el mundo se quita su máscara de grandeza. Se hace tan diminuto como una cancioncilla, como un beso furtivo de lo eterno.

 

No llores porque el sol se ha ocultado, tus lágrimas te impedirán observar las estrellas.

 

Soñé que no nos conocíamos. Y nos despertamos para saber si nos amábamos.

 

Nunca ves quien eres; sólo ves tu sombra.

 

No puedo elegir lo mejor. Es lo mejor quien me elige a mí.

 

Dios espera respuesta por las flores que nos envía, jamás por el sol ni por la tierra.

 

¡ Encuéntrate a ti misma en el amor, belleza, no en las mentiras del espejo !

 

Nadie recuerda con agrado al río, ante su cauce seco.

 

Si no tienes hambre, no culpes a la comida.

 

Estamos muy próximos a lo grande cuando somos grandes en humildad.

 

Lo perfecto adquiere belleza por amor a lo imperfecto.

 

El hacha del leñador pidió un mango al árbol. Y el árbol se lo dio.

 

El hombre levanta murallas contra sí mismo.

 

En la muerte de lo múltiple se hace unidad; en la vida la unidad se hace múltiple. La religión será una unidad cuando mueran todos los nombres de Dios.

 

El sello de la muerte da valor a la moneda de la vida; sólo lo que se puede comprar con la vida es verdaderamente valioso.

 

El hombre se sumerge entre el bullicioso gentío para ahogar el clamor de su propio silencio.

 

La muerte es un fin por cansancio; el final perfecto está en lo infinito.

 

El ensueño es una mujer que se dispone a hablar. El sueño es un marido que sufre en silencio.

 

Si cierras la puerta a todos los errores, dejarás la verdad fuera.

 

«Me avergüenzo de mi vanidad», dijo la palabra a la acción. Y la acción le dijo a la palabra: «Cuando te veo advierto lo pobre que soy».

 

No tengo miedo al fuego vivo que me avisa con su llama, pero sálvame del rescoldo aún ardiente escondido en sus cenizas.

 

Lo grande no teme ir junto a lo pequeño. Lo mediocre siempre va solo.

 

El que se ocupa demasiado en hacer el bien nunca encontrará tiempo para ser bueno.

 

El arco murmura a la flecha antes de lanzarla: «Soy tu libertad».

 

La mano derecha de Dios es suave, pero su mano izquierda es terrible.

 

Quienes lo tienen todo menos a ti, Dios mío, se burlan de lo que no te tienen más que a ti.

 

Que sólo vea las espinas quien tenga ojos para la rosa.

 

La gota de lluvia susurró al jazmín: «Consérvame siempre en tu corazón». El jazmín suspiró, ¡ay!, y la gota rodó al suelo.

 

El río de la verdad fluye por un cauce de mentiras.

 

No digas que es un mañana más, dándole un nombre válido para todos los días. Mírala por primera vez, como se mira a un recién nacido sin nombre.

 

Vivimos en el mundo cuando amamos.

 

Dios espera que el hombre recupere su infancia en la sabiduría.

 

He sufrido, me he desesperado y he conocido la muerte, qué contento estoy en este mundo tan bello.

 

Rabindranath Tagore

 

 

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