EL PROCESO DE VOLVER A TU PROPIO CENTRO

 

 

 

 

 

¿Adónde se dirigen las nubes al abandonar la luminosa puesta del sol? Se dirigen a la Tierra Misteriosa. ¿Encontrarán lo que buscan? ¡Dependerá de ti! Ya que la brisa que las impulsa. Es el aliento de tu propia paz.

Deja que las nubes se deslicen lejos, muy, muy lejos, a través de lejanos horizontes, sobre redondeadas colinas, sobre desiertos con diminutas y lentas caravanas que serpentean pacientemente hacia futuros oasis.

 

 

La gente se imagina que hallará la paz en un entorno tranquilo, en aquella casita junto al mar, a la que espera ir a vivir al jubilarse; o en una serena vida a bordo de un yate. Pero, en cambio, lo que descubre, si para ella la paz sólo significa el fin de la ansiedad, es una vida de hastío cada vez más profundo. La auténtica paz nunca es pasiva, sino dinámica. Surge de un alto nivel de conciencia. Sólo puede hallarse en el interior, en el Yo. La conciencia que fluye hacia el exterior, si es estimulada en exceso, nunca te dará paz, sólo te agotará.

 

 

En un momento de mi vida, y conocedor de la angustia emocional que sentía al ver sólo los problemas, decidí que no tenía sentido inundar al mundo con mi ignorancia. En su lugar decidí dedicar mi vida a la búsqueda de respuestas. Si alguna vez llego a encontrar alguna podré entonces, si Dios quiere, compartir con los demás algo que merezca la pena.

 

 

Disfruta de la serenidad que surge al dejar de involucrarte constantemente en las ambiciones y en los deseos mundanos.

 

 

La diferencia entre orar y meditar reside en que orar es hablar con Dios y, en cambio, meditar es escuchar su respuesta.

 

 

Meditar no es crear respuestas, sino percibirlas o recibirlas. Éste es el secreto de la creatividad.

 

 

Meditar es escuchar. La mente debe detener su actividad normal de analizar y ponderar alternativas, por lo general «habla» tanto que le resulta imposible escuchar las melodías del superconsciente.

 

 

Meditar es el proceso de volver a tu propio centro. Es aprender a relacionarte con la vida y con el entorno de tu verdadero ser, y no del modo cómo los demás intentan definirte.

 

 

La meditación es cuando la mente está aquietada y el corazón está abierto; desarrollar la intuición y sintonizar con la intuición que te guía; es concentrarse tan profundamente que uno se convierte en lo que se está concentrando.

 

 

Al aclarar la mente, también se clarifica el rumbo de nuestra conciencia. Vivimos en un mundo de espejos. Cada uno de nosotros ve el reflejo del mundo de energías y actitudes que ha proyectado. Cuando nos enojamos, nos da la sensación de que todo cuanto nos rodea recrudece nuestro enojo. Y cuando gozamos de paz interior, sentimos que todo el entorno refuerza positivamente la paz.

 

 

La determinación es una rara virtud. La gente desea quizás el éxito, pero teme el esfuerzo necesario para conseguirlo. Puede que desee la popularidad, pero le atemoriza el momento que se vuelva famosa; o es probable que sienta, al mismo tiempo, una gran atracción por la soledad. Quizá desee recibir amor, pero a su vez teme darlo, por si es herida. Quizá quiera viajar, pero la incertidumbre de abandonar el hogar le produce miedo.

 

 

La mayoría de la gente rara vez escucha. Es incapaz de oír la sinfonía de sonidos del mundo que le rodea. No puede escuchar a los demás, ya que está más interesada en dar salida a sus propios pensamientos. Trata a su conciencia como si fuese un defecto que hay que superar. Actúa como si permanentemente estuviese haciendo una campaña a favor de sus propias ideas.

 

 

Escucha tus pensamientos. Escucha las cosas tal como son, no sigas empeñándote en verlas como piensas que deberían ser. Sintonízate a las cosas tal como son. Adiestra tu mente  a aceptar la simple realidad.

 

 

Para poder pensar debe existir una conciencia, no es el pensamiento el que la produce.

 

 

Es absurdo impresionar a Dios con tu humildad o tu respeto hacia Él, ya que conoce cada ola de sentimientos de tu corazón. Es imposible ocultarle nada. Olvidarte de ti mismo es ya suficiente. En realidad, la mejor definición de humildad es la de olvidarte totalmente de ti mismo. Y la más excelsa expresión de respeto es la de conseguir permanecer totalmente absorto en la contemplación de Dios.

 

 

La humildad no consiste en rebajarse uno mismo, como tanta gente cree, sino en trascender el insignificante yo rindiéndolo al infinito amor y a la sabiduría de Dios.

 

 

La felicidad es una mera actitud, nacida de la simple determinación de ser feliz bajo las más adversas circunstancias.

 

Swami Kriyananda

 

 

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