ESTA NUEVA OPORTUNIDAD DE VIDA

 

 

Para cuando se me detecta la afección tenía la edad de cuarenta y ocho años, me desempeñaba como Diseñadora de Modas, continuaba estudios universitarios, asistía a clases de Yoga tres a cuatro veces por semana, atendía las labores del hogar, a mi esposo e hijos. Sentía que podía con todo eso y más, estaba sana fuerte, nunca me cansaba.

 

Por eso continuaba mi rutina y nunca me detenía a pensar que necesitaba chequeos médicos ni nada por el estilo; eso se lo dejaba a otras mujeres que en ese sentido estaban más activas que yo, porque ellas sí tomaban las debidas previsiones en cuanto a que la edad a una se lo exige.

 

Incluso estando enferma hacía todo lo posible por continuar mis estudios y cuando las fuerzas me lo permitían asistía a mis clases; a pesar de mi enfermedad, en medio de todo me sentía contenta porque las cosas estaban saliendo muy bien.

 

Conformamos una hermosísima y típica familia caraqueña, compuesta por la señora Antonia y sus cinco hijos: cuatro hembras y un solo varón. Siendo yo la mayor y motivado que los cuidaba mientras mi madre trabajaba, llevando el peso de ser el ejemplo ante los más pequeños, a ellos debo mi temprana madurez.

 

Desde muy pequeños atravesamos por momentos bastante difíciles, ya que a nuestra querida madre le tocó asumir sola la carga familiar criando a sus hijos, trabajando por demás, y nosotros careciendo a veces de lo que para muchos pudiera ser lo más natural.

 

Pero era una buena vida y no nos quejábamos, siempre había armonía en nuestro hogar. Éramos muy unidos como lo seguimos siendo hoy en día. Yo era quien revisaba las tareas de mis hermanos, los ayudaba explicándoles, les regañaba si era necesario.

 

Todo eso nos hizo fuertes, sobre todo a mí que pude observar muchas veces a mi madre orar en voz baja, pensando cómo resolver para que pudiésemos tener lo necesario. Con esfuerzos y sacrificios crecimos hasta que empezamos a valernos por nosotros mismos y siempre los mayores ayudando a los más pequeños a salir adelante.

 

Cada uno fue haciendo su propia vida, su propia familia y seguimos siendo los mismos ahora. Siempre transmitiendo a nuestros hijos el deber de la unión, que cada día nos hace querernos más y también fuertes ante las situaciones que se nos presentan.

 

De pronto surgió un cambio, un imprevisto, algo nos marcó, que hubiera podido en esos momentos hacernos derrumbar por el impacto y lo fuerte de la situación.

 

Mi vida, repentinamente dio un giro de ciento ochenta grados. Una mañana me desperté sobresaltada, algo extraño estaba sucediendo y no lo podía definir. Sentía en mi interior una angustia, no sabía por qué no me dolía nada pero presentía que algo muy malo tenía. De pronto noté que el pezón de mi seno izquierdo estaba totalmente hundido.

 

El miedo comenzó a invadirme a inevitablemente venían y se iban de mi cabeza pensamientos negativos. Eso no era algo normal. Como no me dolía nada, ni tampoco observé protuberancia alguna, lo fui dejando al descuido y no permití que se hablara más del tema.

 

A los quince días, al mostrárselos a mi madre y mi hermana, ambas me convencieron para asistir a la consulta de un médico; fueron necesarios una buena cantidad de exámenes y pruebas.

 

Los resultados de éstas no se hicieron esperar: Cáncer de Mama; palabra tan mencionada, pero poco conocida en su dimensión, a la que tenemos temor y no aceptamos para nosotros.

 

La reacción ante el diagnóstico produjo en mi persona un fuerte impacto e incredulidad en el médico que con una seguridad aplastante me lo confirmó: un tumor maligno en el seno izquierdo el cual se encontraba bastante avanzado. Cáncer, que poco a poco me fue convenciendo de que sí lo padecía.

 

Puse a trabajar mi mente negándome el sufrimiento que esto me estaba causando, además de experimentar una sensación de angustia a la que tenía que dominar. Por breves momentos sentía que mi corazón se estrujaba y me invadía una gran inquietud, de modo que tuve la necesidad de poner mi parte para con todo el aplomo que podía, enfrentar esta situación, ya que por delante tenía un esposo y a mis hijos terriblemente afectados.

 

Cuando se es diagnosticada esta afección, se supone o se le pide a una que no se asuste, ni llore, y tampoco lo esconda. Pero resulta casi imposible que eso suceda, ya que al primer momento, nada más al mencionarte esa palabra se siente un gran sobresalto, algo así como si te quitaran de un solo golpe toda posibilidad de vida.

 

Ya se me practicó la primera quimioterapia. Me causaban unos malestares a veces tan fuertes que parecían no los iba a soportar, pero quien tiene la fuerza de voluntad y determinación de sanar es quien gana la batalla y yo las tenía.

 

Igualmente, me hizo sentir agotamiento mental, hasta el punto de que me cansaba de luchar y ahí de nuevo, lo que el médico me había dicho que sobrevendría: una gran depresión que me hacía llorar, sentir tristeza sin motivo alguno, y para vencerla tenía que tratar de controlarme mentalmente, dominar esas emociones, haber amanecido, despertarme, mirar a mi alrededor, darme cuenta que estaba viva todavía, alegrarme de ello y de nuevo darle gracias a Dios ya que otra vez, con su ayuda había derrotado esos malestares.

 

El Cáncer viene a ser un enemigo que en su amagar constante no te da tregua, comienza a querer vencer tu fuerza de ánimo y poco a poco pretende que desees como única opción para poder descansar: el poder morirte. Debemos sobreponernos a esta desagradable situación como en todas las que se nos presenten.

 

La gente se asombra de ver mi actitud ante este padecimiento: esperar tranquila que los días transcurran, ser operada y saber que voy a salir del quirófano totalmente sana, que no sentiré más los malestares y seré testimonio viviente de lo que he pasado para que otros no se aflijan.

 

La voluntad sin acción no es nada. Si deseamos obtener algo, debemos hacer lo adecuado y ser más oportunos, totalmente convencidos de que vamos a lograrlo, poniendo toda la energía posible, sin presiones ni angustias, pero sí con mucho amor.

 

Pensando y actuando así seguro atraeremos el éxito que esperamos. El universo se encarga de lo demás porque tenemos una gran virtud, un poder interno en el que debemos confiar. Y ya que somos lo que pensamos, debemos dejar los pensamientos negativos a un lado.

 

Esta situación me ha servido para conocer gente tan hermosa y afectuosa, quienes se convirtieron en verdaderos «amigos» porque realmente no los conocía tan bien, sino en esos momentos al demostrarlo, ya que me brindaron un apoyo total.

 

Con sus palabras de aliento, su actitud no de lástima, sino todo lo contrario, a veces con su rudeza, me sacudieron y me volvieron a hacer pisar tierra, a afrontarla con valentía.

 

Gracias a todos ellos he vuelto a ser la valiente mujer de siempre, y para los que ya me conocían, continúo siendo el ejemplo de lo positivo. A través de nuestra vida hemos visto mucha gente, tanto amigos como extraños padeciendo esta enfermedad. Hemos sentido gran dulzura por ellos y hemos querido ayudar dándoles nuestro apoyo, ánimos y amor.

 

Eso es lo que requerimos en casi todas las cosas que nos pasan o las que emprendemos. Y mejor, si esos estímulos vienen de quien menos esperábamos y resultan tan agradables que sentimos un gran gozo en medio de nuestro sufrimiento por lo que estamos padeciendo.

 

Nunca perder la fe, eso me lo inculcaron desde muy niña. Siendo hijos de Dios que todo lo puede por el bien de nosotros, siempre nos apoya y ayuda, de lo cual algunas personas se dan cuenta después que le han sucedido las cosas y luego de resueltas, pero en las situaciones que consideramos malas debemos pensar siempre que siendo perfectos, estando vivos y siendo la máxima creación de Dios, es precisamente en esas circunstancias cuando estamos más cerca de Él, sólo que no nos queremos dar cuenta de ello por estar entregados al sentimiento de dolor, tristeza o preocupación por lo que nos está sucediendo.

 

El sufrimiento no sería tan grande si nos detuviéramos a darnos cuenta de que Dios está a nuestro lado para hacernos sentir alivio y ayudarnos, debemos ponernos a orar en esos momentos, entregarle esa situación a Él y así experimentar mejoría.

 

La mayoría de la personas que ven desde afuera lo que le sucede a uno, pueden llegar a pensar que nos lo merecemos, olvidando que también a ellos les puede suceder lo mismo; pero el que lo padece no se siente culpable y tampoco se imagina por qué le llegó a pasar algo así; por eso lo mejor es no abrigar rencor alguno contra alguien, no amargarnos, fortalecer la fe, derribar al temor y permitir que Dios haga el resto.

 

Debemos tratar de equilibrarnos, conectarnos con ese Dios que nos fortalece y rezar mucho, pero sobre todo recordar que aun cuando enfrentemos situaciones bastante difíciles, Dios está siempre a nuestro lado.

 

Después de diagnosticado el cáncer, casi todas las noches conversaba con mi esposo hasta tarde acerca de mi situación, diciéndome lo valiente que debía ser, pensara siempre que estaba sana, todo esto lo íbamos a superar, siempre juntos.

 

Su actitud me reconfortaba bastante. En una oportunidad, con la depresión producida por otra sesión de los químicos, yo como mujer pensando en el aspecto físico, sintiéndome todavía tan joven, en ese sentido esto para mí era lo más desagradable que me había sucedido, ya que al informarle a una mujer tan femenina que a pesar del tratamiento previo de las quimioterapias, se me iba a remover la totalidad de la mama, la impresión fue demasiado fuerte y de buenas a primera no la aceptaba, pensé que ya no iba a ser la misma e imaginaba cómo me vería físicamente luego de perder un símbolo tan importante como mujer: mi seno.

 

Todo mi interior se revolvió ya que no podía imaginar cómo sería mi vida después de eso. Pensaba cosas negativas: en lo fea que me vería, el rechazo que pudiera sentir mi esposo; él que alejaba mi tristeza y alentaba en todo momento, sentiría repulsión por mí y de seguir conmigo sería por lástima, olvidando las veces que ese hombre maravilloso, hizo borrar de mi mente la situación en que me encontraba, cuando acariciaba y besaba con tanto amor mi cabeza brillante, carente totalmente de cabellos, además, diciéndome lo interesante que me veía así, haciéndome reír, le di varias veces oportunidad de alejarse diciéndole que ya no deseaba seguir con él y le expresaba mi modo de pensar en aquellos momentos: que él no se merecía tener a una mujer enferma y castrada a su lado. Me respondía que no me dejaría, ahora sentía que me amaba más que nunca.

 

Yo por encima del temor y la depresión comenzaba a razonar metafísicamente y me iba superando de nuevo hasta sacar de mi cabeza todas esas ideas negativas. Dándonos la razón en lo que siempre hemos coincidido: uno no es sólo un cuerpo bonito, existen otros valores muchos más importantes que tenemos cada uno de nosotros y lo mejor era estar sanos. Se levantaba de nuevo mi autoestima y todo eso lo fui superando.

 

Existen amigos ciertamente excepcionales. Tan especiales que uno no halla cómo describirlos. Es un muchachito de sólo seis años de edad que es puro amor. Pero lo que hace a Junior muy especial es que habiendo padecido desde los dos hasta los cinco años de edad de leucemia, de haber pasado por tantos sufrimientos, se ha recuperado totalmente y viene a ser ese chiquillo tan vivaz que alegra la vida de todo el que se le atraviesa.

 

Al momento de conocernos, conmigo hubo una empatía muy particular, porque al darse cuenta que de alguna manera yo estaba teniendo los síntomas de la enfermedad que el había pasado, le encantaba darme «consejos médicos».

 

Cuando me observaba calva y débil por las quimioterapias, me decía que no debía preocuparme por nada, todo se me iba a pasar muy pronto, que me dejara inyectar por las enfermeras. Hizo un dibujo donde él y yo agarrados de las manos íbamos paseando por un parque, un día bello, muy florido, con un enorme sol brillante y muchas nubes.

 

El amor ha sido muy importante en mi vida, he sido una gran enamorada toda la vida y lo he estado varias veces; el amor ha sido el timón que ha conducido toda mi vida. Lo más importante es quererse a sí mismo, porque si no te quieres, ¿cómo puedes dar amor? El amor no ve como esfuerzos las cosas que uno hace para agradar a los que ama; todo lo contrario, no importa si dejas de hacer algo que te gusta por complacerlos y te sientes muy satisfecho si los haces felices a ellos.

 

Si usted piensa que no ha encontrado o no va a conseguir el amor, o siente que no lo aman, está completamente equivocado. El que siembra amor, lo cosecha y lo encuentra donde menos cree que lo puede haber, además servimos de inspiración como para hacer sentir, dedicar, escribir o producir algo hermoso, e influimos en muchas personas que nos recuerdan con mucho amor y cariño. Sentir y dar amor debe ser lo más hermoso para un ser humano, lo acerca más a Dios.

 

El miedo o temor vino a ser esa desagradable emoción que inevitablemente sentí, pensando en todo el padecimiento físico previo a la que ya consideraba mi inevitable muerte. No estaba preparada para algo así, ya que siempre le he pedido a Dios morir de muerte natural, sin mucho sufrimiento; porque he sido sensible al dolor físico y por eso haciéndome la fuerte ante cualquier tipo de dolencia, ya que he antepuesto mi valor, lo rechazo mentalmente.

 

Aprendí además, a enfrentar el miedo así de frente. Ya que el temor lo que hacía era crearme un estado de desasosiego, de controlarme hasta agotar mi resistencia, gastando mi energía en algo que me estaba dañando y no lo debía permitir.

 

Logré dominar al temor viéndolo como una nueva dificultad que se presentaba en la vida y teniendo fe en que lo iba a vencer también. No permitiendo que éste se arraigara en mi ser interior, librando la lucha de la sabiduría y tranquilidad, leyendo, aprendiendo, buscando la paz.

 

La concentración jugó también un papel muy importante, ya que concentrándome en el valor con toda determinación y fuerza de voluntad, fui ganándole terreno al miedo hasta derrotarlo.

 

Llegó la operación entre quimioterapias y todo lo que ella conlleva, no he dejado de realizar mis prácticas yóguicas de respiración y relajación, me preparo mentalmente visualizando mi seno totalmente curado, sana, muy bella.

 

Es normal tener miedo a lo desconocido, a no saber qué otros dolores irás a sufrir después de salir del quirófano, debo seguir pensando como hasta ahora en que estoy sana, que voy a salir perfectamente de allí y que no debo temer. La operación fue un éxito, salí a los cuatro días del hospital. Ahora puedo continuar mi vida con casi toda normalidad.

 

Había llovido toda la noche y a las cinco y media de la mañana continuaba el temporal, me dirigía al hospital para hacerme mi radioterapia y se había formada una enorme tranca en la carretera por donde íbamos rumbo a Caracas.

 

A mi lado yo tenía a una pasajera que no cesaba de quejarse por el enorme tráfico; a cada rato interrumpía mi lectura. Pero llegó el momento de mis calorones, tuve la necesidad de quitarme el gorro para taparme del frío y la pasajera al observar lo que me estaba sucediendo, y que en ningún momento me quejé, ahora sorprendida, viendo mi cabeza totalmente calva, asombrada frunció el entrecejo y desde ese momento no habló más en todo el trayecto.

 

A algunas personas les cuesta ver lo positivo que tienen en su vida, teniendo un gran mundo hermoso por delante, tienen salud, familia, amigos, mucho amor, pero no lo saben apreciar. No estiman los verdaderos valores que poseen, viven quejándose por nimiedades.

 

Ponernos negativos, trae consigo lo negativo. Con estar quejándonos constantemente, lo que se logra es desafiar las leyes universales del éxito.

 

La recuperación ha sido totalmente satisfactoria desde todo punto de vista, ya que me encuentro muy bien tanto física como mentalmente, habiendo logrado este triunfo, el de sanarme de una grave enfermedad, además de que he conseguido superarme, encontrando paz y serenidad, necesarias para poder vivir la vida, ahora con más tranquilidad a la que estaba acostumbrada, deseando mantenerme ocupada haciendo lo que más me llena de regocijo: tratar de ayudar a otros; sin dejar mis prácticas de Yoga, me dedico tanto al trabajo intelectual como al espiritual, impartiendo clases o charlas, dejando que Dios fluya a través de mis palabras aprovechando los sanos conocimientos adquiridos, lo cual sirve tanto a otras personas, como a mí misma, para poder continuar por la senda de un mejor bienestar para todos.

 

Este es el final, hora de agradecer a Dios que me da esta nueva oportunidad de vida. Que mi enfermedad sirva para poder hacer cosas mejores de las que haya realizado en la vida con salud y ésta pueda ser una de ellas. El camino por el que me ha tocado transitar me ha servido como un reto al que tuve que afrontar con toda serenidad y valentía, venciendo al miedo.

 

Cambió mi vida por completo. Aprendí a perdonar, a perdonarme, liberándome de cosas desagradables del pasado, siendo más tolerante conmigo y los demás, afirmando que ahora puedo encontrar más armonía tanto con mi entorno como con mi propio yo interior.

 

Aprovechando esta nueva oportunidad de vida, he adoptado con firme decisión no perder la paz y tranquilidad, no permitir la entrada a mi vida de personas negativas, ni las discordias, intentando crecer cada día más, a no quedarme pequeña, procurando aprender todo lo que me ayuda a ser grande. Tome de mi experiencia lo que pueda para su beneficio, inténtelo, no pierda usted la oportunidad de ser grande también.

 

Jasmin Esculpi

 

 

Página Principal   Salud y felicidad