ES LA HORA DEL DESTINO |
Una de las grandes ironías de la vida es que, sin importar cuánto temamos al cambio, con frecuencia rezamos para que nuestras vidas cambien de alguna manera. Reconocemos que el cambio es constante, que nada permanece igual para siempre y, sin embargo, nos aferramos a la idea de que identificaremos con facilidad el cambio y de que, sobre todo, éste ocasionará un trauma mínimo.
Otra ironía es que, a pesar de todos nuestros temores al cambio, creemos que para que algo sea significativo en nuestras vidas, debe ser magnífico, obvio, grande sonoro y tener un resultado garantizado. Sentimos una desconfianza inherente hacia lo sutil; en especial hacia cualquier cosa que se toma su tiempo para realizarse.
No obstante, la verdad es que los acontecimientos más significativos que han dado forma a nuestras vidas han sido, por mucho, los más pequeños y sutiles.
Incluso dentro de los más grandes traumas de la vida, como la pérdida de un ser amado, un accidente mayor, la repentina pérdida de un empleo, un divorcio o cualquiera de los demás sufrimientos de la vida, lo que más recuerda el individuo tras el paso de los meses y cuando comienza a hablar acerca del doloroso suceso son las interacciones sanadoras o llenas de gracia que ocurrieron durante los momentos más oscuros.
Una conversación con la persona adecuada en el momento preciso tiene el poder de reestructurar toda nuestra vida y, de hecho, toda tu vida se ha formado justo de esa manera: a través de sucesos y encuentros con individuos significativos, cuyos momentos estelares no duraron más de sesenta segundos.
Sin embargo, como resultado de esos sesenta segundos, el camino de tu vida se modificó de manera muy profunda. Tal vez tu encuentro te condujo a un despertar espiritual o quizás abrió la puerta hacia el dominio cósmico; el cual, en última instancia, te motivó a examinar el significado y propósito de tu propia vida.
Para algunos, su momento de sesenta segundos rompió las barreras de los dolores del corazón y las heridas emocionales que impedían la sanación y la construcción de relaciones adultas saludables.
Siempre he tenido fe en que nuestras vidas no son eventos azarosos, que somos importantes para un ser divino; pero, sin importar cuánta fe creamos tener, aún nos sobrecoge la reverencia y nos maravillamos cuanto un momento que se desarrolla en nuestras vidas nos hace despertar justo el tiempo necesario para reconocer la presencia de dios en cada detalle de nuestras vidas.
Uno de esos momentos es suficiente para inspirar una dirección distinta de vida o disolver cualesquiera temores acerca de vivir y morir.
Caroline Myss
El pensamiento produce resultados. Cuando deseas algo, te apegas conscientemente a obtenerlo como sea. Por el contrario, cuando esperas algo, dejas que tu poderoso inconsciente se sincronice con el Universo para que se cumpla.
Lo que esperas se materializará en cualquier momento por lo que hay que estar alerta y con la mente consciente para no dejar pasar dicha oportunidad.
Muchas personas desean obtener algo pero no entienden que el Universo opera de manera natural y con el menor esfuerzo, al igual que la tierra gira alrededor del sol o el agua fluye montaña abajo. Al no conseguir lo que desean, se olvidan del asunto.
A partir de este momento, el deseo se convierte en esperanza y pasa del consciente al inconsciente con lo que se incrementan notablemente las posibilidades de que se cumpla lo que una vez fue un deseo.
El problema radica en que cuando la oportunidad o el resultado se presenta, la persona se encuentra operando con la mente inconsciente o piloto automático, y deja pasar ante sus ojos lo que alguna vez deseó.
Elias Benzadon
Haré una lista de mis deseos; llevaré esta lista conmigo a dondequiera que vaya. Leeré esta lista antes de hacer meditación y de entrar en silencio. La leeré cuando me despierte por las mañanas. Liberaré esta lista de mis deseos y me rendiré al seno de la creación, creyendo que cuando las cosas no son como yo quisiera, hay una razón, y que el plan cósmico ha diseñado para mi más grandeza que aquella que yo haya podido concebir.
Deepak Chopra