EN ALGÚN LUGAR SOBRE AL ARCO IRIS

 

 

 

 

 

Nueve días de un rigurosísimo régimen llevaba ya Evelyn Couch y, aquella mañana, se levantó eufórica. Se sentía plenamente dueña de sí misma, alta y delgada, ligera y grácil de movimientos.

 

Aquellos nueve días habían sido como escalar una montaña, y por fin tenía la satisfacción de haber llegado a la cima. Aunque de una manera un tanto imprecisa, tenía, aquel día, el íntimo convencimiento de que no volvería a comer nada que no fuese crujiente y fresco en toda su vida; tan crujiente -y tan fresco- como se sentía ella en aquellos instantes.

 

Al entrar en el supermercado Pigley-Wigley, aceleró el paso al llegar a la sección de pastelería; y lo mismo hizo para pasar de largo de la sección de conservas, que es donde había transcurrido la mayor parte de su vida de compradora. Fue directamente a la carnicería-pollería y pidió unas pechugas de pollo sin piel.

 

Luego enfiló hacia la verdulería, en donde rara vez paraba, salvo a comprar patatas para puré, y compró una coliflor y limones y limas para alegrar un poco el agua mineral con gas. Se dirigió a la caja rápida, la cajera la saludó:

 

-¿Qué tal, Mrs. Couch?

 

-Pues estupendamente, Mozell; ¿y tú?

 

-Muy bien

 

-Poquita cosa hoy, ¿eh, encanto?

 

-Ya ve

 

Mozell tecleó el importe.

 

-Está usted guapísima hoy, Mrs. Couch.

 

-Gracias. Me siento bien, sí.

 

-Hasta la próxima, pues. Que tenga un buen día.

 

-Gracias. Igual.

 

Al ir Evelyn a salir, un joven malcarado, con mugrientos pantalones y camiseta, entró arrollando por donde decía SALIDA dándole con la puerta. La apartó empujándola, y Evelyn que seguía de buen humor, murmuró para sí:

 

-Vaya, todo un caballero.

 

El joven, volviéndose a mirarla con expresión insolente, la insultó.

 

Evelyn se quedó de piedra. Vio tal menosprecio en aquella miranda que se quedó sin aliento. Tembló de arriba abajo y se echó a llorar. Era como si le hubiesen pegado. Cerró los ojos, tratando de contenerse y no perder los estribos. Total, no era más que un desconocido. Daba igual. No iba a dejar que una cosa así la alterase.

 

Pero no pudo evitar pensarlo mejor, y no dejar que la cosa quedase así. Lo aguardaría afuera y le diría que no había querido darle importancia ni ponerlo en evidencia; que estaba segura de que había entrado por donde no debía por error, y que no se había dado cuenta de que la había empujado.

 

Estaba segura de que, en cuanto le hablase así, él reconocería su desconsideración y asunto concluido; entonces volvería a casa sin aquel mal sabor de boca.

 

El joven salió arrollando con los mismos modales que antes, con una caja de seis latas de cerveza, y pasó por delante de ella sin mirarla. Ella aceleró el paso para alcanzarlo.

 

-Perdone. Entérese bien de que no había razón ninguna para arremeter de esa manera contra mí. Me limité a…

 

Él le dirigió una desdeñosa mirada y la insultó de nuevo.

 

Evelyn se sulfuró.

 

-Perdone ¿qué me ha llamado?

 

Él continuó ignorándola, pero ella siguió tras él llorosa.

 

-¿Qué me ha llamado? ¿A qué viene esa grosería? ¿Me he metido yo con usted? ¿A qué viene...?

 

Él abrió la puerta de su camioneta y Evelyn, histérica, lo agarró del brazo.

 

-¿A qué viene? ¿A qué viene esa grosería?

 

Él se soltó violentamente de su mano y la amenazó poniéndole el puño casi pegado a la cara, con los ojos congestionados de rabia e insultándola.

 

-¡No juegues conmigo, que te suelto una hostia!

 

Y no se limitó a eso sino que le plantó la mano en el pecho y la empujó, haciéndola caer al suelo.

 

Evelyn no podía creer lo que estaba pasando. Toda la compra quedó por allí esparcida en el suelo.

La joven de enmarañado pelo que llevaba un top elástico y que había estado aguardando al joven, miró a Evelyn y se echó a reír.

 

El joven subió a la camioneta, arrancó marcha atrás y salió zumbando del parking profiriendo toda clase de insultos hacia Evelyn.

 

Ella se quedó allí sentada en el suelo, con el codo sangrando. Otra vez vieja, gorda e impotente.

 

Fannie Flagg «Tomates verdes fritos»

 

 

 

 

La mujer se siente amada cuando el hombre introduce con regularidad cierta dosis de romanticismo en la relación, además de servirle como recordatorio de que no debe dar demasiado de sí misma.

 

Cuando una mujer tiene un problema es necesario que deje bien claro que no quiere una solución. Esto permite que el hombre pase sin mayor dificultad de la modalidad «arreglar» a la modalidad «escuchar».

 

Cuando está prestándole atención a alguien, la mujer a menudo le asegurará a éste que ella lo está escuchando y que le importa lo que tiene que decir. Quiere, por instinto, brindarle a los demás el apoyo que ella querría para sí misma.

 

A la mujer le desagrada que el hombre espere un mayor desapego por parte de ella. Esto le hace pensar que el tener sentimientos constituye un error o una debilidad.

 

Pocas cosas hay más dañinas para la mujer que la autodescalificación. Al hacerlo, se niega el poder de controlar ella misma su vida y crear más a partir de ella.

 

La mujer es como una ola. Cuando se siente amada, su autoestima se eleva hasta formar la cresta de una ola que avanza. Su humor podrá cambiar de un momento a otro y su ola desplomarse estrepitosamente. Este desplome suele ser temporal. Cuando sus sentimientos han alcanzado una sima, su humor dará un viraje y se sentirá bien consigo misma una vez más. De manera automática, su ola comienza de nuevo a elevarse. Cuando su ola se eleva, la mujer siente que tiene una abundancia de amor por regalar.

 

Cuando cae, siente su vacío interior y necesita que la vuelvan a colmar de amor. Cuando la mujer toca fondo, significa que ha llegado la hora del «quehacer» emocional.

 

Cuando confía, la mujer se vuelve más abierta y receptiva. Cuanto más satisfecha se halla su necesidad de ser escuchada y comprendida, más fácil es para ella darle a su pareja la aceptación que necesita y merece.

 

Las mujeres a veces adoptan el papel de seres perfectos en un intento por convencerse a sí mismas de que son dignas de amor.

 

La mujer es particularmente vulnerable a la creencia, negativa e infundada, de que no es merecedora de amor. Puesto que teme no ser apoyada, inconscientemente rechaza el apoyo que necesita.

 

John Gray

 

 

 

Algunas personas ponen mucho empeño en encontrar pareja, pero una vez la han conseguido, la pierden sistemáticamente. Podríamos decir que sus ganas de formar pareja son tan grandes como sus dificultades. En estos casos, hay que sospechar de un autoboicot, una tendencia negativa, generalmente inconsciente e involuntaria, que impide que las personas consigan lo que se proponen. Sucumbir a actitudes victimistas es la peor estrategia ante el autoboicot. Muchas mujeres descubren que tienen un profundo miedo a perder su identidad, a dejar de ser ellas mismas si están con otras personas: no tienen porque privarse de nada, pueden autoafirmarse perfectamente en compañía de otra persona. También es importante analizar si las expectativas son adecuadas o no; muchas mujeres descartan pronto a los hombres porque no encajan en su exigente ideal. Si no bajan el listón, nunca nadie será lo suficientemente bueno para ellas. Superar el autoboicot consiste en poner luz a aquella parte de nosotros que destruye nuestros anhelos más genuinos.

 

Susana Tres, psicóloga y terapeuta gestáltica

 

 

El amor por la fuerza nada vale, es energía gastada en vano.

 

Albert Einstein

 

 

Los medios de comunicación promocionan un nivel de belleza que la mayoría de las mujeres no pueden alcanzar. La consecuencia de este hecho es que reduce la autoestima de millones de mujeres, dado que también ignora el resto de características principales que los hombres buscan en una pareja a largo plazo, como la personalidad, el sentido del humor y la inteligencia.

 

Allan y Barbara Pease

 

 

Sé feliz con tu cuerpo. Es el único que tienes, así que más vale que te guste.

 

Keira Knightley

 

 

Si alguien de tu vida decide alejarse sin que le hayas dado motivo, está regalándote el milagro del adiós.

 

Joel Osteen

 

Nathaniel Branden

 

 

Al ver el guión de la película «Como si fuera la primera vez», pensé que una historia acerca de un hombre que tiene que enamorar a una mujer todos los días como si cada día fuera nuevo -porque en el mundo de ella sí lo es- ha sido la mejor idea que he escuchado. Me fascina la idea de que alguien tenga que intentar enamorar a alguien todos los días. Pienso que eso debería ser siempre una meta. Sería una práctica bella y un mensaje hermoso.

 

Drew Barrymore, actriz

 

 

La vida es como un arca inmensa llena de posibilidades.

 

Amado Nervo

 

 

El amor inteligente y saludable no consiste en fundirnos con el otro, como un solo ser, sino en regalarnos nuestra individualidad.

 

Walter Riso

 

 

En algún lugar sobre el arco iris

 muy, muy alto

 hay una tierra de la que escuché contar

 en una canción de cuna.

 

 En algún lugar sobre el arco iris,

 los cielos son azules

 y los sueños que te atreves a soñar

 se vuelven realidad.

 

 Algún día pediré un deseo a una estrella

 y despertaré muy lejos de las nubes

 dejándolas atrás,

 donde los problemas son como gotas de limón

 lejos, muy por encima de las chimeneas,

 ahí es donde me encontrarás.

 

 En algún lugar sobre el arco iris

 vuelan pájaros celestes.

 Los pájaros vuelan por encima del arco iris,

 entonces, ¿por qué yo no podría?

 

 Si los pájaros vuelan alegremente

 más allá del arco iris

 ¿Por qué yo no podría?

 

Edgar Yipsel Harburg «El Mago de Oz»

 

 

 

Página Principal   Amor