EL ESPACIO DE MI MENTE

 

 

Yo callaba. Necesitaba pensar. Necesitaba no pensar. Necesitaba, sobre todo descansar. Respiré hondo. Una especie de bilis me subía a la garganta. Me quedé mirando la llama vacilante. Sentía un ligero vahído. Experimenté la sensación física de que en mi mente se abría un túnel, dejando un espacio diáfano y despejado.

Aquello no era pensar. Era algo físico. Poco a poco la llama de la vela se disolvió, me sentí convertida en llama. No tenía brazos, ni piernas, ni cuerpo, ni forma física. Yo me convertí en el espacio de mi mente. Me sentí fluir por aquel espacio, llenarlo y flotar, saliendo de mi cuerpo y planeando en el aire. Yo sentía que mi cuerpo permanecía en el agua.

Miré hacia abajo y lo vi. Mi espíritu, mente, alma o lo que fuera subía por el espacio, dejaba atrás el techo del cobertizo y seguía subiendo sobre el río, en el crepúsculo. Me sentía literalmente volar. No, volar no es la palabra. Era algo más suave, planear, cada vez más arriba, hasta tener debajo de mí las montañas y el paisaje que había visto durante el día.

Y, unido a mi espíritu, había un fino cordón de plata que lo conectaba con mi cuerpo, que permanecía en el agua. Yo no estaba soñando. No; era consciente de todo, así lo creía. Incluso era consciente de que no deseaba subir mucho ni alejarme de mi cuerpo. Me sentía conectada a él. Pero lo cierto es que me sentía de dos formas: la corporal, que estaba abajo, y la espiritual que se elevaba. Estaba en dos sitios a la vez y lo comprendía plenamente.

Mientras flotaba en el aire, notaba a mi alrededor una energía que vibraba. No podía verla, pero la sentía con una nueva facultad. Era como una nueva dimensión sensorial que nada tenía que ver con el oído, la vista, el olfato, el gusto ni el tacto. No conseguía describírmela. Sabía que estaba allí, físicamente, y sabía también que mi cuerpo quedaba abajo.

¿Se había separado mi energía espiritual de la forma física? ¿Estaba flotando como alma? Mientras evolucionaba libre sobre la Tierra, me formulaba a mí misma estas preguntas. En aquellos momentos, estaba tan consciente de lo que sentía que comprendí lo superfluo que era mi cuerpo físico. Supongo que experimentaba la separación, los dos entes y mucho más.

Miré el cordón de plata unido a mi cuerpo. Relucía en el aire. Parecía tener una longitud infinita, totalmente elástico y unido a mi cuerpo. Yo seguí subiendo, mientras me preguntaba hasta dónde podría alargarse el cordón sin romperse. Tan pronto lo pensé, dejé de subir. Me detuve en el aire deliberadamente. No quería seguir subiendo. Yo podía distinguir la curva de la Tierra y la oscuridad que se extendía al otro lado del Globo.

El espacio que envolvía mi espíritu era sedante, tranquilo y puro. Empecé a percibir ondas de energía y proyecciones de pensamientos. El cordón de plata no estaba tenso sino que flotaba suavemente.

Empecé a bajar hacia mi cuerpo. Descendía lentamente. Fui bajando, bajando por el espacio y volví a la tierra. Remitieron las vibraciones de energía, el flujo de pensamientos se desvaneció en las alturas y volví a mi cuerpo con una suave fusión que sentí como un leve chasquido.

Mi cuerpo me era cómodo y familiar, pero también pensado y estrecho. Me alegraba de haber vuelto, pero sabía que querría volver a marchar.

El cordón de plata se recogió en la llama y yo sacudí la cabeza para salir de mi concentración.

Shirley MacLaine

 

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