Y AQUÉL HOMBRE DESCANSÓ

 

 

Cuando Alejandro Magno venía hacia la India se encontró con Diógenes. Era una mañana de invierno y Diógenes estaba a la orilla del río tomando el sol, desnudo.


-Señor, ¿hay algo que pueda hacer por usted? –le dijo Alejandro.


-Simplemente ponte a un lado porque me estás quitando el sol –dijo Diógenes-; eso es todo. No necesito nada más.


-Voy a la India para conquistar todo el mundo –dijo Alejandro.


-¿Y qué harás después? –preguntó Diógenes.


-Después descansaré –respondió Alejandro.


Diógenes se rió y dijo:


-Estás loco; yo ya estoy descansando ahora mismo y no he conquistado el mundo. No veo la necesidad. ¿Quién te ha dicho que tienes que conquistar el mundo para poder descansar?  Yo te digo: si no descansas ahora, no lo harás nunca. Siempre te quedará algo que conquistar, y el tiempo pasa. Morirás en medio de tu viaje.


Y Alejandro murió en el medio de su viaje. Cuando estaba regresando a la India, murió en el camino.

 

 Y aquel día recordó a Diógenes. Sólo tenía a Diógenes en mente; él no había podido descansar en toda su vida, y aquél hombre descansó.

 

Osho

 

¿Cómo adquieren los hábitos el poder de dominar tiránicamente la conducta de los seres humanos? Toda acción humana –ya sea que se manifieste exteriormente, como un movimiento físico, o internamente, como el acto de pensar- representa un voto a favor de un determinado hábito.

 

Cada acción o pensamiento específico, por lo tanto, incrementa, al repetirse, el número de votos favorables a la elección del correspondiente hábito para asumir un puesto en el gobierno corporal.

 

Mantente en guardia en contra de la primera ejecución de una acción errada, ya que aquello que ejecutes una vez, tenderás a repetirlo. Cual una bola de nieve rodando cuesta abajo, un hábito crece y se fortalece por medio de la repetición.

 

Aplica, pues, la razón en todos tus actos; de lo contrario, te convertirás en el impotente esclavo de hábitos indeseables.

 

Todo mal hábito poderoso engendrará el caos y la aflicción. Muchas personas que beben en exceso o fuman en demasía, no procuran –ni tampoco lo desean siquiera- liberarse de estas compulsiones tiránicas.

 

Piensan equivocadamente que, puesto que no experimentan de inmediato las dolorosas y decepcionantes consecuencias de sus actos, tales actos no son en verdad perniciosos.

 

Cual niños, estas personas son incapaces de prever las consecuencias de sus acciones. No comprenden que han puesto en movimiento leyes que funcionan de manera imparcial y que le beneficiarán o dañarán, conforme a la naturaleza de las acciones humanas que las activaron.

 

Ni comprenden tampoco que, aunque las piquetas de los hábitos nocivos excavan con lentitud, inevitablemente van preparando una honda y prematura tumba, y que esa fosa, desbordante de aflicción, es el fin hacia el cual se encamina el esclavo de los malos hábitos, acosado por las abrasadoras llamas del dolor.

 

Así como, mediante la continua repetición de determinadas acciones, hemos creado nuestros hábitos presentes, debemos deshacernos de nuestros hábitos nocivos de igual forma: a través de un esfuerzo constante, acompañado del uso constante del poder de la voluntad y del discernimiento.

 

Procura que tus acciones se relacionen con nuevos hábitos superiores. Asegúrate de que se mantengan ellas en todo momento ocupadas, interesadas y dedicadas a servir atentamente a tus buenos hábitos y a confraternizar con otras acciones positivas.

 

Pero no te desanimes si tus actos, bajo la influencia del hábito comienzan a buscar nuevamente la compañía de sus peligrosas amistades del pasado. Persevera, en cambio, en la ejecución de las acciones correctas, concediéndoles suficiente tiempo y acción.

 

Incluso un mal hábito requiere de tiempo para alcanzar la supremacía. ¿Por qué impacientarse, pues, si su rival, el hábito opuesto demora en desarrollarse? En lugar de dejarte desanimar por tus hábitos indeseables, deja simplemente de alimentarlos, evitando así que se fortalezcan mediante la repetición continua.

 

La formación de un nuevo hábito tarda un tiempo variable, conforme al sistema nervioso y al cerebro de cada individuo, y depende principalmente de la profundidad de nuestra atención.

 

Mediante el poder de una atención profunda, entrenada en el arte de la concentración, es posible establecer a voluntad cualquier hábito –es decir, grabar nuevas «órdenes» en el cerebro- prácticamente en forma instantánea. Quien habitualmente ejecuta buenas acciones, fortalece su voluntad de continuar llevando a cabo buenas obras, creciendo así en virtud sin gran esfuerzo.

 

 Pero quien es esclavo de los malos hábitos pervierte su voluntad y su capacidad de razonar, de manera que, con el tiempo, no sólo será incapaz de crear nuevos buenos hábitos, sino que habrá debilitado también su control sobre cualquier buen hábito que haya tenido inicialmente.

 

El gobernar nuestras acciones conforme a los dictados de un discernimiento intuitivo, encauzado por la sabiduría, que no se deja influenciar por buenos o malos hábitos, confiere una voluntad de potencia ilimitada. Una persona que ejerce este poder puede ya sea grabar instantáneamente en su cerebro un nuevo hábito, o destruir a voluntad un hábito establecido.

 

Un hombre sabio y verdaderamente libre evita el error y hace el bien no a causa de la fuerza compulsiva de sus hábitos, sino porque elige libremente obrar así, movido por su propia razón. Tal persona no se deja dominar ni siquiera por un buen hábito ya que, de lo contrario, ello podría impedirle ejercer plenamente su discernimiento en la elección de sus actos.

 

Un buen hábito puede, en ocasiones, subsistir simplemente porque nunca se ha visto expuesto a tentación alguna capaz de deponerlo.

 

Tales buenos hábitos, establecidos de esta forma, no se encuentran necesariamente arraigados permanentemente en la naturaleza de una persona, puesto que su sobrevivencia ha sido el resultado de meras circunstancias favorables y no así del ejercicio del discernimiento y la razón en la elección de las acciones.

 

¿A qué se debe que, en ocasiones, actúes o reacciones de una manera opuesta a tus verdaderos deseos? Al hecho de que, durante un determinado periodo, has cultivado ciertos hábitos que antagonizan aquellos deseos; tus acciones, como consecuencia, tienden a apoyar automáticamente dichos hábitos. Para cambiar la situación, deberás establecer primeramente aquellos hábitos que inducirán a tus actos a sustentar tus verdaderos ideales.

 

El hábito es un mecanismo automático. Su objetivo es permitirnos ejecutar ciertas acciones sin la necesidad de ejercer el esfuerzo mental y físico requerido comúnmente para llevar a cabo aquellos actos que son nuevos para nosotros. Cuando este mecanismo es mal empleado, sin embargo, llega a convertirse en nuestro peor enemigo, en una amenaza para la ciudadela del libre albedrío.

 

Obra en forma práctica. Procura, desde hoy, conquistar los hábitos hostiles que se ocultan en tu interior, disfrazándose como atracciones y repulsiones relacionadas con el ambiente que te rodea.

 

 Debes deponer dichos hábitos, entonces dispondrás de la libertad de basar tu conducta sólo en la razón. No eres tus hábitos; líbrate del engaño de identificarte con ellos y recordarás tu verdadero Ser: la perfecta imagen de Dios que mora en tu interior.

 

Paramahansa Yogananda

 

 

Esté dispuesto a redefinirse cada día. Advierta cuando caiga en viejos hábitos y creencias, y deténgase tan pronto como se de cuenta. Acepte la responsabilidad total de cada respuesta y sentimiento que tenga, no culpe de ellos a nadie ni a nada. Considere al mundo como un espejo que refleja lo que es en este instante.
Reciba todo lo que está tratando de llegar a usted. Los mensajes están por todas partes. No tiene que planear con detalle su siguiente paso, éste aparecerá en el momento correcto. No actúe ni tome decisiones cuando se sienta inseguro. Practique la paciencia hasta que se sienta convencido. Asuma que Dios tiene puesta su atención en usted.

 

Deepak Chopra

 

 

A veces la satisfacción mediocre bloquea el camino a la verdadera satisfacción; lo bueno es el enemigo de lo mejor. Debemos aprender a preguntarnos qué es lo que realmente queremos, porque con frecuencia lo que pensamos que queremos no es realmente el deseo de nuestro corazón. Hemos creado un hábito, nos hemos acostumbrado a él, pensamos que no podemos pasar sin él, pensamos que lo disfrutamos. Pero si nos paramos y reflexionamos sobre nuestra experiencia, con frecuencia tenemos que admitir que no disfrutamos de verdad de las cosa que hacemos normalmente. Simplemente no sabemos qué otra cosa hacer. Tememos que sin nuestras actividades habituales nos aburriríamos, de modo que seguimos haciéndolas para evitar el aburrimiento.


Sangharákshita

 

 

Hay estados de inatención y de atención. Cuando están en atención completa la mente, el corazón, los nervios, todo lo que usted posee, en ese momento no vuelven los viejos hábitos, las reacciones mecánicas; el pensamiento no participa de esto. Pero nosotros no podemos sostener esa atención todo el tiempo. De modo que casi siempre estamos inatentos, un estado en que no somos conscientes sin elección alguna. ¿Qué ocurre? Hay inatención y atención en raras ocasiones. Y nosotros tratamos de tender un puente entre una y otra. ¿Cómo puede mi inatención convertirse en atención? O bien, ¿puede haber completa atención todo el tiempo? La inatención nunca puede convertirse en atención. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo puede usted convertir el odio en amor? No puede. Pero investigue usted los caminos de la inatención, obsérvela, vea cómo crece, dése cuenta de la inatención y no trate de convertirla en atención. No haga nada. ¡Bien! Usted no está atento. ¿Qué pasa? Mírelo con mucho cuidado, dese cuenta de que no está atento, no trate de forzar su estado para convertirlo en atención, y se dará cuenta de que no está atento y entonces cambiará. Pero no puede hacerlo si dice:

-Quiero darme cuenta de que no estoy atento.


Jiddu Krishnamurti

 

 

 

Cuando pienso en los muchos años que tuve el privilegio de estar en presencia de Paramahansa Yogananda durante su vida, recuerdo con qué frecuencia nos animaba a cultivar el hábito de agradecer todo lo bueno de la vida, no dando nada por sentado, ni siquiera las cosas pequeñas.

 

Sri Daya Mata

 

 

 

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