Érase una vez cuatro amiguitos llamados Fisgón, Escurridizo, Hem y Haw.
Cada mañana se calzaban sus zapatillas de deporte y se preparaban para salir
en busca de lo que les hacía felices: ¡el Queso Mágico! El Queso Mágico es
algo muy especial porque, cuando lo encuentras, ¡te
hace sentir muy bien contigo mismo!
Pero el Queso Mágico estaba escondido en alguna parte del Gran Laberinto
donde había muchos, muchos lugares distintos adonde ir. Fisgón y Escurridizo
eran muy listos y siempre se acordaban de dónde habían estado antes, de modo
que no perdían el tiempo buscando el Queso en lugares viejos, sino que lo
buscaban en sitios nuevos.
Fisgón tenía un gran hocico, con el que olfateaba el aire para averiguar
dónde estaba el Queso. Escurridizo era raudo y veloz y siempre se apresuraba
a salir en busca del Queso.
Hem y
Haw también eran muy astutos. Leían constantemente libros y estudiaban los
mapas para encontrar el Queso Mágico.
-Probemos por aquí –decía Haw.
-No estoy muy seguro –le respondía
Hem.
Como Hem y Haw no querían perderse
en ningún oscuro rincón, avanzaban lentamente por el Laberinto, pasito a
pasito. Día tras día, nuestro cuatro amigos recorrían el Gran Laberinto en
busca del Queso.
Atravesaban zonas oscuras y se metían en
callejones sin salida, pero daban la vuelta y reanudaban la búsqueda en otra
dirección.
De
repente, un buen día, sucedió algo maravilloso. Nuestros cuatro personajes
encontraron un lugar especial. ¿Qué crees tú que habían hallado? ¡Habían
encontrado el Queso Mágico! Estaba en una gran sala llamada Estación Quesera
C. Siempre había estado allí, aguardando a que alguien lo encontrara.
-¡Yupi! –gritó Haw.
-¡Hurra! –exclamaron Fisgón y
Escurridizo.
Hem dijo:
-¡Aquí tenemos Queso suficiente para
siempre!
A Fisgón
le gustaban las lonchas de color naranja, que olían tan bien. Escurridizo se
deleitaba mordisqueando los trocitos amarillos de queso duro. A Hem le
gustaba el queso con agujeros, mientras que Haw prefería aquel otro
blandito, de color blanco y con forma de rueda. Todos ellos comenzaron a
imaginar lo que el Queso Mágico les podía proporcionar.
Fisgón
se veía a sí mismo jugando con nuevos amigos en el Parque del Queso Azul.
Escurridizo se imaginaba marcando el gol de la victoria en el gran
Campeonato de Fútbol del Queso. La fantasía de Haw era que sacaba buenas
notas en la Escuela Primaria del Brie, y Hem soñaba que vivía en una gran
mansión en la cima de la Colina del Queso Suizo. Más tarde, al caer la
noche, todos ellos regresaron a sus casitas.
A
la mañana siguiente, Fisgón y Escurridizo se levantaron pronto, se calzaron
sus zapatillas de deporte, y se adentraron corriendo en el Laberinto,
directamente hacia la Estación Quesera C. Cuando llegaron a ella, lo primero
que hizo Fisgón fue oler el Queso para ver si seguía fresco, mientras que
Escurridizo tomaba medidas para saber cuánto quedaba.
Cuando quedaron convencidos de que había Queso suficiente para todo el día,
se sacaron las zapatillas y se las colgaron del cuello, de modo que pudieran
encontrarlas con facilidad cuando las necesitaran. Finalmente, Fisgón y
Escurridizo se instalaron cómodamente y comenzaron a darse su festín de
Queso Mágico.
Mientras
tanto, Hem y Haw seguían durmiendo. «Ya sabemos dónde está el Queso», pensó
Hem. «No hay por qué correr.» Bostezando, Haw se dijo:«Se está bien en la
camita, creo que voy a dormir un ratito más.»
Cuando
por fin llegaron a la Estación Quesera C, Hem y Haw se acomodaron como en su
propia casa. Hem se construyó incluso un sillón de Queso para estar más
cómodo. Haw escribió en una de las paredes: TENER QUESO TE HACE FELIZ.
Día tras día, Fisgón y Escurridizo madrugaban, se apresuraban para llegar
pronto a la Estación Quesera C, y comprobaban el Queso para saber qué estaba
pasando. Sin embargo, Hem y Haw se levantaban cada día más tarde.
No
prestaban demasiada atención al Queso ya que daban por sentado que siempre
estaría allí. ¿Te das cuenta tú de lo que estaba pasando con el Queso?
Finalmente, una mañana Fisgón y Escurridizo llegaron como de costumbre
pronto a la Estación Quesera C, y se encontraron con que el Queso
¡había desaparecido! Aquello no los pilló por sorpresa porque ya se habían
dado cuenta de que la reserva de Queso era cada vez más pequeña. Sabían que
había llegado el momento de volver al Laberinto en busca de Queso Nuevo.
-Estoy seguro de que será tan bueno
como el Queso Viejo –afirmó Escurridizo.
-Incluso mejor, -aseguró Fisgón-. Sí
¡el Queso Nuevo será sin duda mejor!
Mucho
más tarde, Hem y Haw llegaron a la Estación Quesera C y se la encontraron
vacía. Miraban anonanados a su alrededor, ¡no podían dar crédito a sus ojos!
Hem exclamó:
-¡¿Cómo?! ¡¿No hay Queso?!
¡¿Quién se ha llevado mi Queso?!
Hem se enfadó muchísimo.
Estaba absolutamente convencido de que el Queso iba a ser suyo para siempre;
él se lo merecía, pasara lo que pasase. Dando saltos se puso a gritar:
-¡NO ES JUSTO!
Haw estaba tan disgustado como
Hem pero no gritaba ni pateaba. Por el contrario, se quedó quieto como una
estatua, sin saber qué hacer. ¡Estaba desconcertado! Luego se dio cuenta de
algo. -Hem –dijo, ¿dónde están Fisgón y Escurridizo?
Mirando a su alrededor, Hem
le respondió:
-No lo sé.
-Apuesto a que han vuelto al
Laberinto para buscar Queso Nuevo –dijo Haw-. Tal vez sea eso lo que
nosotros deberíamos hacer también.
-No, no quiero –respondió Hem-, todo es demasiado
confuso ahí fuera, en el Laberinto. ¿No te acuerdas de lo que nos costó
encontrar este Queso? Es más seguro quedarse aquí y esperar a que nos
devuelvan el Queso Viejo.
Escuchando a su amigo, a Haw también le entró miedo.
-Creo que tienes razón, Hem –dijo
finalmente Haw.
El día
siguiente, Hem y Haw volvieron a la Estación Quesera C vacía esperando que,
de algún modo, el Queso regresara. Esperaron y esperaron un día tras otro...
confiando en que las cosas volvieran a ser como antes.
Mientras tanto, Fisgón y Escurridizo se dedicaban a fisgonear y corretear
por el Laberinto, en busca de Queso Nuevo. De vez en cuando encontraban algo
de Queso Mágico y se detenían para tomar un tentempié.
Nunca de olvidaban de dejar algo para sus amigos Hem y Haw. Al cabo de un
tiempo descubrieron una nueva parte del Laberinto. Se llamaba Estación
Quesera N. ¡La cantidad de Queso era allí DIEZ VECES mayor que en la antigua
Estación Quesera C!
Pero Hem
y Haw seguían esperando en vano en la Vacía Estación Quesera C. Finalmente
Haw se quedó mirando a su compañero y se echó a reír.
-Haw, Haw. Fíjate en nosotros. Damos risa. Las cosas han
cambiado pero nosotros no.
Hem estaba demasiado enojado
como para reírse. Sin embargo, Haw comprobó que reírse de sí mismo le hacía
sentirse mejor. Entonces escribió en la pared: ¿QUÉ ES LO QUE HARÍAS SI NO
TUVIESES MIEDO? Haw conocía la respuesta.
-Volvamos al Laberinto, Hem
–le dijo a su amigo.
Pero Hem se negó. Por
primera vez, Haw no hizo caso a Hem. Le dijo:
-Ha llegado el momento de
cambiar y de encontrar Queso Mágico Nuevo.
Y gritando «¡Es hora de
aventurarse en el Laberinto!», Haw salió corriendo. Al principio estaba
nervioso porque no sabía lo que podría suceder. Pero cuanto más pensaba en
cómo iba a disfrutar del Queso Mágico Nuevo cuando lo encontrara, más
confianza en sí mismo tenía. Se sentía libre y se preguntaba: ¿Por qué me
siento tan bien?»
Haw
se dio cuenta de que se sentía tan bien porque ya no estaba asustado.
Entonces escribió en la pared: CUANDO DEJAS DE TENER MIEDO, ¡TE SIENTES
BIEN!
Haw esperaba que Hem pasara por allí
y leyera sus mensajes en la pared. Incluso dibujó flechas para indicarle a
su amigo el camino que iba siguiendo. Luego siguió corriendo por el
Laberinto hasta que, de repente, se topó con la Estación Quesera E, en la
que encontró... ¡nada!
La Estación Quesera E estaba
completamente vacía, a excepción de algunos trocitos de Queso. «Seguro que
aquí antes había más Queso. Probablemente Fisgón y Escurridizo se lo
comieron», se dijo. «Si hubiera cambiado más rápido, podría haberlo
compartido con ellos.»
Salió de nuevo al Laberinto pero antes
de echar a correr escribió en la pared de la Estación Quesera E: CUANTO
ANTES TE DESPRENDAS DEL QUESO VIEJO, ANTES ENCONTRARÁS ¡QUESO NUEVO!
A
medida que Haw recorría nuevas zonas del Laberinto, se encontraba más y más
trocitos de Queso Mágico. Su sabor no se parecía en nada al del Queso Viejo.
Aquello le sorprendió. «¡Sabe mejor! Iré en busca de Hem para contárselo.»
De modo que dio marcha atrás
por el Laberinto, en busca de su amiguito Hem en la Estación Quesera C.
Cuando llegó, se encontró a Hem tendido en el suelo.
-¡Hem, Hem! –le gritó.
Hem le respondió débilmente:
-Haw, me alegro de verte de
nuevo. Aquí estoy muy solo. ¿Encontraste más Queso por ahí? ¿Del que a mi me
gusta, con agujeros?
-Bueno, la verdad es que no
–respondió Haw-, pero he encontrado algunos trocitos de Queso Mágico Nuevo.
Es realmente delicioso. Ten, pruébalo tú mismo.
-Oh no –le dijo Hem-, no
creo que me gustara. Esperaré a que me devuelvan mi Queso Viejo.
-Hem, el Queso Viejo se acabó – respondió Haw-. Es hora
de buscar Queso Nuevo. Ya sé que al principio da un poco de miedo, pero
cuando te pones en marcha ¡es divertido! -No – respondió testarudo Hem.
De modo que, muy a su pesar,
Haw se despidió de su amigo y se adentró de nuevo en el Laberinto.
Haw estaba triste porque su
amigo no quería cambiar. Pero él no iba a quedarse en Estación Quesera C
vacía, compadeciéndose de sí mismo. Quería explorar a fondo el Laberinto
porque estaba seguro de que podía encontrar Queso Nuevo. Pronto Haw estaba
corriendo de nuevo por el Laberinto.
-Me siento bien porque he cambiado. Estoy haciendo algo nuevo y
¡es divertido! Me gusta mi nuevo yo –exclamó.
Entonces Haw se adentró en la parte más sombría del Laberinto. Para ayudarse
a hallar el camino, se imaginaba su Queso Nuevo. Se veía a sí mismo
encontrándolo y disfrutando de ese Queso Mágico Nuevo. ¡Cada vez se sentía
mejor! Pensó: «Imaginar el Queso es como soñar con él estando completamente
despierto. ¡Parece tan real!»
¿Cómo crees que podría ser tu Queso Nuevo?
Cuanto más se imaginaba Haw a sí mismo encontrando algo mejor, más fácil le
resultaba hallar el camino. Se detuvo un momento para escribir en la pared:
¡IMAGINAR TU QUESO NUEVO TE AYUDA A ENCONTRARLO!
Al
avanzar un poco más, se encontró en un parte del Laberinto llena de nuevos
olores y colores, más luminosa y acogedora. Luego, al doblar una esquina,
Haw se quedó absolutamente perplejo por lo que vio.
¿Adivinas lo que era?
¡Allí, frente a él, estaba la Estación Quesera N!
-¡Vaya! –exclamó-. ¡Fíjate en
todo ese Queso Mágico Nuevo! Y tal como había imaginado, entró en la
Estación. Una vez en su interior, exclamó:
-¡Esto es realmente mejor que el Queso Viejo!
¡Su sueño se había hecho
realidad! ¡Se sentía tan feliz! Entonces escuchó unas risas. Allí estaban
Fisgón y Escurridizo, muy contentos de ver que Haw había llegado por fin.
Haw pensó:«Debería haber
buscado el Queso Nuevo mucho antes, como hicieron Fisgón y Escurridizo.»
Haw ayudó a Escurridizo a
medir el Queso para saber cuánto había realmente.
-A partir de ese momento –aseguró Haw-, voy a prestar
atención a lo que vaya ocurriendo con el Queso.
Acto seguido escribió uno de
sus mensajes en la pared: OLFATEA EL QUESO A MENUDO PARA SABER CUÁNDO
COMIENZA A ENVEJECER.
Más tarde, Haw reflexionó sobre su
viaje por el Laberinto. ¡Había aprendido mucho! Recordó cuando aún pensaba
que los cambios le ocurrían a él, como cuando alguien se llevó el Queso de
la Estación Quesera C.
Ahora se daba cuenta de que los mejores
cambios son los que ocurren dentro de uno mismo, como cuando crees que un
cambio te puede conducir a algo mejor.
Tras recordar sus andanzas en el
Laberinto, escribió en la pared lo que había aprendido:
LOS
MENSAJES DE LA PARED:
Tener Queso te hace feliz. ¿Qué es lo que harías si no tuvieses
miedo? Cuando dejas de tener miedo, ¡te sientes bien! Cuanto antes te
desprendas del Queso Viejo, antes encontrarás ¡Queso Nuevo! ¡Imaginar tu
Queso Nuevo te ayuda a encontrarlo! Olfatea el Queso a menudo para saber
cuándo comienza a envejecer. Dirígete hacia el Queso Nuevo ¡y disfrútalo!
De
repente, a Haw le pareció escuchar un sonido procedente del Laberinto.
¿Acaso llegaba alguien? ¿Habría seguido Hem sus indicaciones en las paredes
y habría encontrado el camino? Haw cruzó los dedos y volvió la cabeza.
Deseaba con todas sus fuerzas que, finalmente, Hem hubiera conseguido....
¿Crees
que Hem cambió? ¿Te pareces a Fisgón, a Escurridizo, a Hem o a Haw?
¿Podía Haw cambiar a su amigo Hem? ¿O sólo puede cambiarse uno mismo?
¿Qué haces tú cuando te quitan el Queso? ¿Cuál sería tu Queso Mágico
Nuevo? ¿Qué podrías hacer hoy para cambiar y ganar?