HUNTER «PATCH» ADAMS: VE LO QUE NADIE MÁS VE

 

 

 Dr. Hunter Patch Adams

 

 

 

-¿Cuántos dedos ves?

 

-Hay cuatro dedos.

 

-¡No!, mírame a mí. Te estás fijando en el problema. Así no podrás ver la solución. Nunca te fijes en el problema. Mírame a mí. ¿Cuántos ves? Busca más allá de los dedos. ¿Cuántos puedes ver?

 

-Ocho.

 

-Ocho, ocho, sí. Ocho es la respuesta correcta. Ve lo que nadie más ve. Ve lo que todos deciden no ver por temor, o conformidad, o pereza. Ve un mundo nuevo cada día.

 

Arthur Mendelson

 

 

 

Dr. Hunter Patch Adams con los niños

 

 

 

 

Lo primero es no hacer daño. ¿Qué implica este elemental precepto médico? Implica un poder tremendo, el poder de hacer daño. ¿Quién les da ese poder? El paciente. El que acude a ustedes, lleno de pavor, les entrega una navaja y les dice:«Doctor, córteme». ¿Por qué? Porque confía. Confía en ustedes como lo haría un niño. Confía que ustedes no le harán daño. Pero lo triste es que los seres humanos no somos dignos de confianza. Decimos mentiras, hacemos chapucerías, nos asustamos, nos cansamos, cometemos errores. Ningún paciente cuerdo confiaría en un ser humano. Y no lo dejaremos. Llevaremos a cabo nuestra rigurosa e inexorable misión de deshumanizar a todos ustedes para convertirlos en algo mejor. Vamos a transformarlos en médicos.

 

¿Por qué quieres ser médico? Para ayudar. El médico ve a la gente más indefensa. Da tratamiento, pero también aconseja y consuela. Por eso quiero ser médico. ¿Qué distingue a un médico de un técnico? Las personas. Nos hacemos médicos para ayudar a las personas. Para ser médico hay que tratar la enfermedad y al paciente. Así que tenemos que sumergirnos, entrar al mar de la humanidad. Nuestra misión es renovar la salud. Eso exige mejorar la calidad de la vida y no sólo demorar la muerte.

 

¿Una perilla para enemas? Ya no. Esta increíble perilla de goma, puesta en la nariz sirve para esparcir alegría. Incluso entre los pacientes. Los pacientes me hablan, me cuentan sus anhelos, sus sueños. Si hallamos el tema justo, se animan, aunque sea un instante. Dejan de pensar en el dolor. Ni siquiera lo sienten.

 

-Me contaron algo de ti.

-¿Que estuve en un asilo?

-¿Es cierto?

-Intenté suicidarme. Aprendí mucho en el asilo.

-¿Te ayudaron los médicos?

-Los médicos no me ayudaron. Me ayudaron los pacientes. Me hicieron ver que ayudándolos a ellos olvidaba mis problemas. Y así fue. Ayudé a varios. Fue algo increíble para mí. Por primera vez en mi vida me olvidé de mis problemas. Sentí una tremenda alegría.

 

-Eres un buen hombre.

-¿Qué somos? ¿Soy yo?

-No.

-¿Somos buenos amigos que se besan de vez en cuando?

-Patch, durante toda mi vida he atraído a los hombres. Cuando niña, solía mirar a las orugas bajo mi ventana. ¡Cómo las envidiaba! Porque fueran lo que fueran, pasara lo que les pasara, podían esconderse y transformarse en bellas criaturas que podían irse volando, inmaculadas. ¡Cuánto odiaba a los hombres! No quería que se me acercaran. Entonces te conocí. Tu afán de ayudar, Patch. Los cambios que veo en todos los que te rodean. Te quiero. ¡Hace tanto que te quiero!

 

-No te puedes ir.

-Si eso es cierto, voy a desafiar la ley de probabilidades. ¿Qué haces? ¿No puedo irme hasta que me ganes? Bueno, me rindo. Eres el primero. El mejor de la clase. Eres más listo que yo. ¿Eso es lo que querías?¿Me puedo ir?

-La Señora Kennedy, del 212. No quiere comer. Llevo tres semanas visitándola todos los días. No logro que coma. Sé todo lo que hay que saber de medicina. He estudiado sin piedad. Sé más y entiendo mejor que cualquier cirujano de este hospital. Pero no logro que coma. Tú tienes un don. Sabes ganarte a la gente. Les caes bien. Si te vas, no podré aprender tu método.

 

-Se le acusa de ejercer la medicina sin licencia.

-Vivo con personas que vienen y van. Les ofrezco la ayuda que pueda. Todo el que viene al rancho es un paciente. Y todo el que viene también es un médico. Todas las personas que vienen requieren ayuda física o psicológica. Son pacientes. Pero todos los que vienen también se ocupan de los demás, cocinando, limpiando o simplemente escuchando. Por eso son médicos.

 

¿Cuándo pasó el doctor a ser algo más que un instruido amigo de confianza que trata a los enfermos? Me preguntan si he ejercido la medicina. Si eso quiere decir aceptar a los necesitados doloridos, atenderlos, escucharlos, velarlos hasta que baje la fiebre. Si eso es ejercer la medicina o tratar pacientes, soy culpable.

 

¿Qué tiene la muerte?¿Por qué le tenemos tanto pavor?¿Por qué no tratamos la muerte humanamente?¿Con dignidad, respeto y hasta con gracia? La muerte no es el enemigo. Si quieren enfrentarse a un mal, háganle frente a la indiferencia.

 

He escuchado cátedras de «transferencia» y «distancia profesional». La transferencia es inevitable. Todo ser humano afecta a los demás. ¿Por qué evitarlo entre paciente y médico? Creo que lo que enseñan está equivocado. La misión del médico no sólo consiste en impedir la muerte, sino en mejorar la vida. Tratando al mal, se gana o se pierde. Tratando al individuo ganarán independientemente del desenlace.

 

No se dejen anestesiar al milagro de la vida. Siempre admiren la gloria del cuerpo humano. Concéntrense en eso y no en buscar galardones que no indican el tipo de médico que serán. No esperen mucho para recobrar la humanidad. Aprendan a entrevistar. Hablen con desconocidos. Con amigos y números equivocados. ¡con todos!

 

Aprendan de un grupo de personas increíbles: las enfermeras. Tratan con las personas día tras día. Tienen muchísimo que enseñarles, así como a los profesores que no tienen el corazón helado. Aprendan a compadecerse.

 

Quiero ser médico con todo el anhelo de mi corazón. Quería ser médico para servir al prójimo. Por eso lo he perdido todo. Pero también lo he ganado todo. He vivido con los pacientes y el personal del hospital. Hemos reído y hemos llorado juntos. Quiero dedicar mi vida a esto.

 

Y hoy, decidan lo que decidan, juro por Dios, que llegaré a ser el mejor médico de todo el mundo. Ustedes pueden impedir que me gradúe. Pueden negarme el título y la bata blanca. Pero no pueden controlar mi espíritu, ni evitar que aprenda. No pueden impedir que estudie. Así que ustedes decidirán. Pueden tenerme como colega apasionado o pueden tenerme como intruso, inquebrantable aún. De una manera u otra, seré una espina clavada. Pero les prometo una cosa, soy una espina que no suelta.

 

Tom Shadyac, de la película «Patch Adams»

 

 

 

Robin Williams Patch Adams

 

 

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