Sólo tenía
un ojo y el único ojo estaba cubierto de tan densas cicatrices que el único
modo de ver era a través de una pequeña abertura a la izquierda. Para leer
tenía que colocar el libro muy cerca del rostro y forzar el único ojo hacia
la izquierda cuanto pudiera.
No
quería ser compadecida, me negué a ser diferente. Cuando niña, quise
jugar con mis compañeras a la
coxcojilla, pero no podía ver las
marcas.
En vista
de ello, cuando las otras niñas se fueron a casa, me arrastré por el suelo
con los ojos cerca de las marcas.
Aprendí
de memoria cada trozo del suelo en que mis amigas jugaban y pronto me
convertí en una experta en diversos juegos.
Aprendí a
leer en su casa, con un libro de tipos muy grandes que mantenía tan cerca de
los ojos que las pestañas rozaban las páginas.
Obtuve dos
títulos universitarios, el de bachiller en artes de la Universidad de
Minnesota y el de «Magister Artium»
de la Universidad de Columbia.
Comencé a
enseñar en la aldea de Twin Valley, Minnesota y ascendí hasta convertirme
en profesora de periodismo y literatura en el «Augustana College» de Sioux
Falls, Dakota del Sur.
Enseñé aquí
durante trece años, y al mismo tiempo, di conferencias en sociedades
femeninas y sociedad de autores y literatura.
En el fondo
de mi espíritu, había albergado siempre el temor a la ceguera total. Con el
fin de superar esto, adopté hacia la vida una actitud animosa, casi
bulliciosa y jaranera.
En 1943,
cuanto tenía 52 años, sucedió un milagro: una operación en la Clínica Mayo.
Ahora veía cuarenta veces mejor de lo que había visto en cualquier momento
anterior.
Se abrió
ante mí un nuevo e interesante mundo de belleza. Encontré interesante
hasta lavar platos en la artesa de la cocina.
Comencé a jugar con la blanca espuma en la
pileta. Hundí mis manos en ella y tomé una bola de diminutas pompas de
jabón. Puse éstas a la luz y pude ver en cada una de ellas los brillantes
colores de un arco iris en miniatura.
Cuando miré
por la ventana que había encima de la artesa, vi las batientes alas de un
gris negruzco de los gorriones que volaban a través de la densa nieve que
caía.
Encontré
tal placer en contemplar las pompas de jabón y los gorriones que exclamé:
-Mi Señor, Dios Padre, gracias,gracias.
Borghild Dahl«I want to see»
Hay quienes merecen ser felices y hay quienes eligen ser felices. Hay
quienes gozan con hacer felices a los que aman, y quienes gozan con la
felicidad de ser amados. Hay quienes con un momento de felicidad iluminan
una vida triste y quienes hacen iluminar un momento triste con una vida de
felicidad. Hay quienes se privan de hacer felices a los que aman y se privan
de la felicidad de ser amados. También hay quienes eligen
vivir tristes, por lo que merecen una vida triste. Y quienes prefieren
negarse a un momento de felicidad por cuidar una vida tristemente cómoda, o
prefieren entristecer la vida en un momento por negarse a la incomodidad de
la felicidad. Quisiera hacerte feliz porque te lo mereces, puedes hacerme
feliz y quizá hasta me lo merezca.
Raúl Saldías
Aceptad que
haya sido así, porque la
aceptación de lo que ha sucedido
es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier calamidad.
William James
La verdadera
paz de espíritu viene de la aceptación de lo peor. Creo que significa una
liberación de energía.
Lin Yutang
Seis honrados
servidoresMe enseñaron cuanto sé;
sus nombres son Cómo, Cuándo,Dónde, Qué,
Quién y Por qué
Rudyard Kipling
Todo aquello
que está de acuerdo con nuestros deseos personales parece verdad. Todo lo
que no está de acuerdo nos enfurece.
André Maurois
Cuando dejamos
de luchar con lo inevitable, dejamos en libertad una energía que nos permite
crearnos una vida más rica.
Elsie McCormick
Raramente
pensamos en lo que tenemos, sino siempre en lo que nos falta.
Arthur
Schopenhauer
El costo de una
cosa es la cantidad de lo que llamamos vida que hace falta cambiar por esa
cosa de modo inmediato o a la larga.
Henry David
Thoreau
Tuve aflicción
por no tener zapatos hasta que vi a quien no tenía
pies.