EL PAISAJE QUE VEÍAS ES VERDADERO

 

 

Tomás comparte la celda de una cárcel con sus compañeros Asel, Lino, Max y Tulio. Todos ellos son presos políticos condenados a la pena de muerte.

Tomás, que estuvo a punto de suicidarse por haber delatado a sus compañeros en un momento de debilidad pero fue salvado por Asel, se ocultó detrás de una realidad ficticia para no ser consciente de lo que estaba pasando.

Para ello, convirtió mentalmente la celda en una lujosa habitación de «La Fundación», donde se llevan a cabo distintos proyectos de investigación. En esta habitación Tomás imagina que hay televisor, nevera con toda clase de bebidas, teléfono, muebles confortables, gran variedad de libros y hay un gran ventanal donde se ve un hermoso paisaje. Asimismo, imagina encuentros furtivos con su novia Berta.

Tomás está convencido que es un gran escritor, que su compañero Tulio desarrolla un gran proyecto sobre los hologramas y Asel es un eminente médico.

A medida que Tomás se va dando cuenta de la verdad, la habitación se va transformando en lo que es, una celda. Desaparecen objetos como los libros, teléfono, frigorífico, el ventanal. De todas formas, Tomás comparte con sus compañeros el deseo de un futuro mejor al comentarles:

-Si creemos en ese futuro es porque de algún modo existe ya, no esperamos nada, recordamos lo que va a suceder.

Tulio es trasladado para ser ejecutado. Asel y Lino esperan que los trasladen a la celda de castigo por no haber reportado a un compañero fallecido hacía seis días. Todo forma parte de un plan de fuga que sólo puede llevarse a cabo si los trasladan a las celdas de castigo desde las que escaparían a través de un túnel.

Mientras Max está en el locutorio con una visita, Asel y Tomás conversan mientras Lino vigila la puerta:

-Asel

-¿Qué?

-¿Nunca te has preguntado si todo esto es real?

-¿El qué?

-¿La cárcel?

-¿Quieres volver a La Fundación?

-Ya sé que no era real, pero me pregunto si el resto del mundo lo es más. También a los de afuera se les esfuma de pronto el televisor, el vaso que iban a beber, el dinero que tenían en la mano o un ser querido y siguen creyendo, sin embargo, en su confortable Fundación. Y alguna vez, desde lejos, verán este edificio y no se dirán: «¡Es una cárcel!», dirán:«¡Parece una Fundación» y pasarán de largo.

-Así es.

-Entonces, no será igualmente ilusorio el presidio, nuestros sufrimientos, nuestra condena.

-Y nosotros mismos.

-Sí, incluso eso.

-Todo dentro y fuera como un gigantesco holograma desplegado ante nuestras conciencias que no sabemos si son nuestras ni lo que son. Y tú, un holograma para mí; y yo, otro para ti, algo así.

-Algo así.

-Ya ves que lo he pensado.

-Y si fuera cierto, ¿a qué escapar de aquí para encontrar una libertad o una prisión igualmente engañosas?

-¡No!

-¿Por qué no? ¿Por qué no, Asel?

-Tal vez todo sea una inmensa ilusión, quien sabe, pero no lograremos la verdad que esconde dándole la espalda sino hundiéndonos en ella y yo sé lo que te pasa en este momento.

-¿El qué?

-No es que desprecies la evasión como otra fantasía sino que te acobardan sus riesgos. No es desdén ante un panorama quizá ficticio sino temor, así no vale.

-Perdona, mi Fundación me tiene atrapado.

-No, tú ya has salido de ella y has descubierto una gran verdad aunque todavía no sea la definitiva verdad. Cuando has estado en la cárcel acabas por comprender que, vayas donde vayas, estás en la cárcel. Tú lo has comprendido sin llegar a escapar.

-¿Entonces?

-Entonces hay que salir a la otra cárcel y cuando estás en esa salir a otra y ve a otra; la verdad te espera en todas y no en la inacción, te esperaba aquí pero sólo si te esforzabas en ver la mentira de la Fundación que imaginaste y te espera en el esfuerzo de ese oscuro túnel del sótano, en el holograma de esa evasión.

-Me avergüenzo de haber delirado tan mal.

-Estabas asustado, te inventaste un mundo de color de rosa, no creas que demasiado absurdo. Estos presidios de metal y rejas también mejorarán, sus celdas tendrán un día frigoríficos, televisores, libros, música ambiental; a sus inquilinos les parecerá la libertad misma. Habrá que ser entonces muy inteligente para no olvidar que se es un prisionero.

-¡Hay que pensar en algo para bajar los tres a los sótanos! Contigo al lado preferiré el túnel al paisaje.

-Nunca olvides lo que voy a decirte: el paisaje que veías es verdadero.

-También se ha borrado.

-Ya lo sé y no importa, el paisaje sí era verdadero.

Antonio Buero Vallejo «La Fundación»

 

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