CUANDO DEJAMOS DE QUERER TENER LA RAZÓN

 
 
 

Hefesto, Dios del fuego y de la fragua, habilidoso artesano de los metales, es hijo de Zeus y Hera. Hera quiso un hijo que fuera de belleza similar a ella, pero cuando nació lo apreció feo y deforme y lo arrojó desde lo alto del Monte Olimpo al mar.

La nereida Tetis y su amiga Eurinome vieron cuando el pequeño se sumergía y lo recogieron y desde entonces lo criaron con mucho amor.

Una vez crecido Hefesto envió como regalo al Olimpo un bellísimo trono de oro que a pesar de la molestia del enceguecimiento que producía, su visión proporcionaba mucho placer.

Hera al verlo sintió una necesidad irresistible de unirse al trono y se sentó, pero más tarde al intentar levantarse no pudo porque una fuerza invisible lo ataba a él. Ninguno de los dioses incluyendo al mismo Zeus pudo deshacer el hechizo y para ese momento todos sabían que el trono fue forjado y enviado por Hefesto para vengarse de la madre que lo había rechazado.

Gracias a la intervención de Dioniso, el Dios del vino, que lo emborrachó, llegó Hefesto al Olimpo y luego de despertar y exigir a Zeus, como paso previo, que le otorgara por esposa a la diosa del amor Venus, libera a la madre y arroja el trono a los confines del mundo.

El mito nos hace ver dos cosas: por un lado, la frecuencia con que los padres sueñan que sus hijos sean un reflejo de ellos, o bien en belleza o que desarrollen un talento especial y al ver frustradas sus expectativas los rechazan; por la otra, cómo los hijos despreciados son acogidos por otras personas de su entorno, tales como abuelos y tíos, o fuera de él, que les dan cariño y logran que al superar, valiéndose del amor, los conflictos familiares, sean a su vez capaces de perdonar a quienes los hirieron.

Los padres no deben imponer a los hijos sus propias aspiraciones, antes por el contrario solo ayudarles a que encuentren sus propios destinos.

Jesús Torre Solarte

 

Uno de los impedimentos más comunes para arribar al perdón es la venganza. Soñamos y vivimos en pos de dar lecciones o enseñar a otros que estuvieron equivocados y que la razón era sólo mía. Idealizamos situaciones en las cuales quien nos hizo daño llegue a nuestra puerta de rodillas, a pedir perdón y a reconocer que se equivocó.
 
Son más las veces que sin querer nos destruimos para recordarle a alguien el daño terrible e irreparable que nos causó.
 
La venganza es un deseo muy fuerte por querer tener la razón. La paz comienza cuando dejamos de querer tener la razón. La razón es otro de los bastiones poderosos del miedo. Esto nos lleva a un verbo clave en la liberación, que es el soltar.
 
Esta es la acción clave de saber con certeza que al mundo no lo mueve la razón, lo mueve el amor, y éste no necesita razones. ¡Basta! es hora de entrar al perdón, liberarnos y sentirnos en paz.
 
El perdón es un juego divino. Hay múltiples formas de abordar el perdón, aunque cabe repetir que es un verbo y necesita acción. A veces una reconciliación hecha con juegos amorosos funciona para perdonar sucesos que no nos hayan permitido fluir en nuestro pasado.
 
Cabe un ejemplo maravilloso de una amiga, quien en su cumpleaños número cuarenta decidió sanar, de una vez por todas, sus quince años.
 
Esta amiga tenía quince años, se le preparaba una fiesta maravillosa, con cuadrilla, agencia de festejos, trajes largos, etc. A lo que veinte días antes de su anhelada celebración le llegaron las notas del colegio al padre, cuando se dio cuenta de que traía tres materias aplazadas, en un ataque de furia, la llamó y le dijo que delante de él ella iba a llamar a todos los invitados, agencia de festejos, orquesta y les diría:
 
-Se acaba de suspender la fiesta porque soy floja y mala estudiante.
 
Y así sucedió, entre lágrimas cumplió con la tarea impuesta por el papá. Ahora a los cuarenta, revisó minuciosamente su escaparate de rencores y encontró el suceso, a lo que no se quedó con eso, habló con sus padres, pidió ayuda a amigos, alquiló la sala, la agencia de festejos, la orquesta, desempolvó la lista, armó la cuadrilla, y con la ayuda de sus padres, revivió, en su cumpleaños número cuarenta, sus quince primaveras y con ellas el perdón a ella misma, a papá y a todos los involucrados.
 
Como verán son múltiples los caminos hacia el perdón, lo que no es productivo es que te quedes con una venganza o en la común mentira de que no tienes a nadie a quien perdonar y cuando lo ves u oyes de él te erizas.
 
El perdón es fuente inagotable para una mayor y mejor calidad de vida. Solo la paz es la cantera de la creatividad, del amor; y de allí todo sale. Recuerda que el perdón es el máximo regalo. ¡Úsalo!. El perdón libera, el perdón construye, te devuelve a tu ser y te conecta directamente con tu poder ilimitado.
 
Carlos Fraga
 

 El perdón es la fragancia que la violeta deja en el talón de quien la ha pisado.

 Mark Twain

 

Alguna vez hemos oído que si la Navidad no existiera, alguien la habría inventado. En efecto, ésta es una época del año muy especial por muchas razones y una de las más importantes es la de compartir con nuestros seres queridos gratos momentos dentro del ambiente festivo que se respira. Para algunas personas esto no es posible porque un día tuvieron una fuerte discusión y se alejaron el uno del otro. Un día el hijo se alejó de sus padres y no los ha vuelto a ver. Un día el padre le dijo a su hijo que no lo quería ver nunca más. Al pasar el tiempo, la ira se aplaca pero el orgullo impide la reconciliación. Al llegar la Navidad, la nostalgia de tiempos pasados que fueron alegres nos viene a la mente. Si todo pudiera ser como antes... ¿Y porqué no? Es cuestión de dar el primer paso. Pedir perdón puede cambiar el pasado. Perdonar puede cambiar el futuro.... ¿Y si me rechaza? ¿Y si no quiere saber nada de mí? No importa lo que suceda. Recuerda que es algo entre tú y Dios. Cuando hacemos el bien a nuestros semejantes encontramos a Dios. Deseo que puedan compartir las navidades con sus seres queridos en armonía y alegría. Al pasar de los años, esos serán los recuerdos que nunca se borrarán.

 

Elias Benzadon

 

Perdonar de verdad requiere comprender de verdad. Debemos ser capaces de mirar con claridad toda la escena, no retroceder ante ninguna parte, no negar nada, aceptarlo todo.

Robin Norwood

 

El perdón beneficia más a quien lo concede que a quien lo recibe. El perdón nos libera de la esclavitud de los rencores que amargan el espíritu y nos roban la paz. Al perdonar no sólo nos reconciliamos con quien nos ha ofendido, sino también con nosotros mismos, pues rescatamos la confianza en las personas a nuestro alrededor y nos reencontramos con nuestros propios sentimientos.

Ricardo Homs

 

Una mujer de mi congregación vino un día a verme. Es una madre soltera, divorciada, que trabaja para mantenerse a ella y a sus tres hijos. Me dijo:

-Desde que mi marido nos abandonó, cada mes libro una batalla para poder pagar las deudas. he tenido que decir a mis hijos que no tenemos dinero para ir al cine, mientras él está viviendo holgadamente con su nueva esposa. ¿Cómo me puedes pedir que le perdone?

Yo le respondí:

-No te pido que le perdones porque piense que lo que hizo fuera aceptable, ya que no lo fue. Fue algo egoísta y mezquino. Te pido que perdones porque no se merece vivir en tu cabeza, ni mucho menos que, por su culpa, te conviertas en una mujer enojada y amargada. Me gustaría verlo emocionalmente fuera de tu vida en la misma medida en que ya lo está físicamente, pero veo que todavía piensas en él. Cuando te acuerdas de él con resentimiento no le haces ningún daño: el daño te lo haces a ti.

Rabino Harold Kushner

 

El perdón va unido al amor. El amor es lo más importante y diariamente debemos llenar nuestro alrededor de ese sentimiento, y así el entorno irá cambiando. Pero para amar debe limpiarse el espíritu. Para esto, las personas deben absolverse a sí mismas; luego deben perdonar a los demás por las cosas que han hecho o dejado de hacer, y así se logará amar a todos por igual. Si cada uno cambia por sí mismo y, luego, modifica la conducta en su hogar, la sumatoria será el cambio de su entorno. La clave está en el amor y en el perdón.

Maria Rosario Rowan

 

El arrepentimiento por sí solo no sirve de nada; no se puede conseguir el perdón por el arrepentimiento, el perdón no se puede comprar con nada de este mundo.

Hermann Hesse

 

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