CONTIGO APRENDÍ

 

 

 

 

 

Jorge había conocido a Claudia hacía dos meses en casa de unos amigos y fue amor a primera vista, había una fuerte atracción entre los dos y siempre estaban buscando lugares nuevos para estar juntos a solas.

 

Aquél día Jorge acudió al concesionario de automóviles con el propósito de adquirir su primer vehículo; él y su novia Claudia se habían sentido atraídos por aquél auto color azul metalizado y ese día iban a cumplir este sueño.

 

Jorge adoraba su auto; cada vez que entraba en él en las mañanas, venían inmediatamente a su mente todos los hermosos momentos que disfrutaba con Claudia, yendo a diferentes lugares, compartiendo su amor; en verdad, este auto le hacía sentir muy feliz.

 

Aunque Jorge usaba el auto para su actividad profesional como representante de ventas, frecuentemente se lo entregaba a Claudia, tal como sucedió en esta oportunidad.

 

A Jorge se le ocurrió darle una sorpresa a Claudia; en lugar de esperar que ella pasara buscándolo con el auto, él se dirigió a su casa en taxi para después ir juntos a cenar.

 

Al llegar a la casa de Claudia, divisó el auto y de forma automática se dirigió hacia él. Al llegar, lo contempló de nuevo y miró a través de las ventanas. Sus ojos no podían creer lo que veía. Era Claudia besándose apasionadamente con otro hombre. El noviazgo de Jorge terminó, él ya no quiere ni acordarse del asunto.

 

Pocos días después y de regreso del trabajo, mientras conducía, Jorge piensa que aquella sensación de felicidad y alegría que le producía el auto ha sido sustituida por otra de tristeza, rabia, impotencia y frustración.

 

Él comprende que un automóvil no es construido para hacer feliz ni infeliz a nadie, sólo es un objeto inerte y nada tiene que ver. De cualquier forma, tiene pensado seriamente vender el vehículo.

 

Mientras tanto, pone la radio y comienza a sonar la canción «Contigo aprendí» de Luis Miguel y a su mente viene inmediatamente Rosa, aquella hermosa joven con la que tuvo un corto romance hacía dos años, no la ha vuelto a ver desde entonces, supo que había instalado un pequeño restaurante en la playa; levanta la vista y está el letrero que indica la salida hacia la costa, no lo piensa dos veces, mientras sigue sonando la canción en la radio.

 

Elias Benzadon

 

 

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