CONFÍA EN LO QUE AMAS


 

 

 

Cierto joven fue a ver a su médico, quejándose de que sufría un gran aburrimiento, una sensación de desasosiego en su vida, casi como si hubiese sido anestesiado. Lo que dijo fue, en esencia, lo siguiente:

 

-Hago todo lo que debo hacer, pero en realidad no me interesa. Todo es tan rutinario y mecánico que ya no encuentro en ello nada que me entusiasme para vivir.

 

 Después de examinarlo, el doctor le aseguró que físicamente gozaba de buena salud. Pero más que en el aspecto físico, el médico intuyó que aquel hombre tenía un problema profundo, una dificultad en su dimensión espiritual.

 

-Me gustaría recetarle algo y pedirle que cumpliera mi prescripción durante un día –le dijo el doctor-. Antes que nada, ¿cuál es su lugar favorito?

 

-No sé -respondió el paciente en el acto.

 

-¿Cuál era cuando usted era pequeño?¿Qué era lo que realmente le gustaba hacer?

 

-Adoraba la playa.

 

-Le doy estas tres recetas y vaya a la playa -le dijo entonces el doctor-. Tome una de ellas a las nueve de la mañana, otra al mediodía y la última a las tres de la tarde. Debe comprometerse a observar cada prescripción y no leer la siguiente hasta que haya llegado la hora ¿De acuerdo?

 

-Jamás había escuchado nada parecido –contestó, escéptico, el paciente.

 

-Bien, pues yo creo que esto realmente lo ayudará. Así que el inquieto joven tomó las recetas y fue a la playa. Estuvo allí a eso de las nueve de la mañana, solo, como se le había indicado. No había radio, ni teléfono, ni nadie. El, la playa y sus recetas, la primera de las cuales leyó de inmediato. Solo constaba de tres palabras: «Escuche con atención».

 

-¡No puedo creerlo! –exclamó, ¡tres horas haciendo esto!

 

Un minuto después estaba aburrido. Ya había escuchado a las gaviotas que volaban en círculo sobre él y al oleaje que golpeaba unas rocas cercanas, y se preguntaba qué podía hacer durante las tres horas siguientes.

 

-Pero me he comprometido a hacerlo –se dijo-, y lo cumpliré. Después de todo, es sólo por un día.

 

Comenzó a pensar profundamente en la idea de escuchar con atención. Empezó a escuchar con sus oídos y pronto pudo oír sonidos que antes nunca había identificado. Pudo oír dos oleajes distintos, diferentes tipos de pájaros, los cangrejos en la arena, murmullos y más murmullos.

 

Al poco rato se abría ante él un mundo nuevo y fascinante. Todos sus sistemas vitales se calmaron y entró en un estado de meditación, distensión y paz. Cuando llegó el mediodía estaba casi eufórico y sentía un franco disgusto por tener que abrir la segunda receta, pero permaneció fiel a su compromiso.

 

Esta vez eran cinco palabras:«Trate de volver al pasado». Aunque al principio quedó desconcertado por el críptico mensaje, después comenzó a meditar sobre su infancia, cuando jugaba en la playa.

 

Por su mente pasaba como flotando, una experiencia tras otra. Recordaba las almejas asadas que comía junto a su familia; cómo observaba a su hermano, que luego moriría en la guerra, correr por la playa, exultante de alegría porque habían terminado las clases.

 

Lo envolvió una profunda sensación de nostalgia, que reavivaba muchos sentimientos y recuerdos positivos. Estaba profundamente sumido en estos últimos cuando ya eran las tres de la tarde. Nuevamente detestó tener que leer la tercera receta en medio del placer y la calidez que estaba sintiendo.

 

Pero la abrió, y vio que decía:«Examine sus motivaciones». Era la más dura, iba al centro mismo de la cuestión, y él lo supo en el acto. Pasó por todas y cada una de las fases de su vida, por todo tipo de situaciones con toda clase de gente. E hizo un descubrimiento muy doloroso: su rasgo dominante era el egoísmo.

 

Nunca iba más allá de sí mismo; jamás se identificaba con un objetivo superior, con una causa más valiosa; siempre se estaba preguntando:

 

-¿Qué puedo sacar yo de esto?

 

Había descubierto la raíz de su tedio, de su aburrimiento, de su vida sin sentido, de sus actividades mecánicas rituales hacia todo. A las seis de la tarde estaba plenamente en paz consigo mismo, había recordado y había mirado profundamente en su propio interior.

 

Gracias a las tres recetas, había asumido algunas resoluciones sobre el curso que seguiría su vida a partir de ese momento, y había comenzado a cambiar.

 

The Franklin Covey Company

 

 

Trascendental es que escuches tu corazón y que entiendas porqué y para qué naciste, y estás viviendo en este tiempo. Deja de creer en casualidades y entiende que lo que está pasando es para que busques tu propósito y ocupes tu lugar en la tierra.

 
Eres importante sólo en la medida que te conozcas y ordenes tus pensamientos, emociones y acciones para que cumplas tu propósito o misión.
 
La vida de propósito es una vida de sacrificio. El sacrificio de hacer lo que debemos hacer para cumplir nuestro propósito dejando a un lado nuestros intereses momentáneos y nuestras comodidades.

El que se sacrifica por aquello que cree y desea, mira más allá de las circunstancias del presente, y es capaz de sacarle provecho aún a las peores condiciones, haciendo de ellas el viento que lo levante a una visión más elevada, y le permita ver un futuro mejor que sólo se logra a través del sacrificio del presente.
 
Es tiempo de reflexión y acción, es tiempo de depuración, de sincerarnos, de amar nuestro propósito y ejecutarlo, y pagar el precio y el sacrificio de cumplir nuestra misión.

Dentro de cada uno de nosotros está el regalo de quienes somos, de nuestro propósito. Propósito es intención u objetivo. Nuestro propósito entonces es la intención o el objeto por el cual fuimos creados. Nuestra vida cobra sentido cuando entendemos y asumimos nuestra función o razón de existir.

Asumir nuestro propósito requiere
sintonizarnos con los sueños y los deseos latentes en nosotros desde la niñez. Romper con estructuras del pasado limitantes y obsoletas. Desarrollar una identidad cónsona a nuestros sueños. Asociar nuestros sueños con nuestra identidad y nuestras acciones. Manifestar la seguridad de quienes somos. Convertirnos en personas de propósito es el mejor regalo que podemos recibir y dar a la vez.
 
Alison Salas
 

 

 

No estoy unido a ninguno de los que están ahí.

Y nadie me escucha, ni siquiera la silla.

Yo soy, grité. Yo soy, dije.

Me siento perdido, y ni siquiera sé por qué,

Mientras continúo sintiéndome solo.

 

Neil Diamond «I Am I Said»

 

 

-A veces la gente se acostumbra a lo que ve en las películas y acaba olvidando la verdadera historia -dice mi amigo, mientras contemplamos juntos el puerto de Miami-. ¿Recuerdas «Los diez mandamientos»?

-Claro que sí. Moisés -Charlton Heston- en determinado momento levanta el bastón, las aguas se separan y el pueblo hebreo atraviesa el mar.

-En la Biblia es diferente -comenta mi amigo-. En ella Dios ordena a Moisés: «Di a los hijos de Israel que avancen». Y hasta después de que empiecen a andar no levanta Moisés el bastón y se abre el mar Rojo.

-Sólo el valor en el camino hace que el camino se manifieste.

 

Paulo Coelho

 

 

Es partiendo del lugar en el que estás y de quién eres en tu vida diaria como produces el cambio.

 

Toshi Reagon

 

 

Para ser feliz en esta vida lo más esencial es tener algo que hacer, algo que amar y algo que aporte esperanzas.

 

Joseph Addison

 

 

El amor que no se comparte acaba por ajarse hasta que un día descubrimos que lo único que tenemos es aquello que compartimos.

 

Louis Ginsberg

 

 

Aquello que nos apasiona y que atrae nuestra curiosidad nos impulsa hacia un gran destino.

 

Wayne Muller

 

 

Nuestro destino no es nunca un lugar, si no una nueva forma de percibir las cosas.

 

Henry Miller

 

 

La gran verdad de la vida consiste en compartirla con los demás y que ninguno de nosotros puede ser un auténtico ser humano si está solo.

 

Rabino Harold Kushner

 

 

 

La escucha empática implica interesarse realmente por los problemas de otra persona y actuar de caja de resonancia sin intentar resolver dichos problemas.

 

Brian Tracy

 

 

Confía en lo que amas, persiste en ello y te conducirá allí donde necesitas ir.

 

Natalie Goldberg

 

 

El amor por la humanidad es el resultado natural de amar a alguien. De una persona se expande a todos.

 

Leo Buscaglia

 

 

Lo más precioso del discurso son las pausas.

 

Sir Ralph Richardson

  

 

 

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